Tribuna Económica

gumersindo Ruiz

Precio justo para la agricultura

Entremos en el tema sin rodeos. Los agricultores se ven en la necesidad de manifestarse, y lo hacen violentamente, por los bajos precios que perciben, lo que nos dice que el mercado agrario no es igual que el de la ropa o el calzado, donde esto no ocurre; así que un primer punto es que sus reglas de competencia no pueden ser estrictas; está sujeto a intervención pública, y las empresas tienen que organizarse.

Segundo, mientras el mercado del olivo y la vid sufren, otros como aguacates o mangos no; así pues, hay que ver producto por producto, y su peso en la economía y el empleo. Tercero, los productores nunca van a conseguir participar en los beneficios de la distribución, pero sí en los de transformación y nuevos productos, envasado, calidad, marca y comunicación con los consumidores. Cuarto, de tecnología e investigación se habla mucho, pero no se hace suficiente para conseguir producir mejor. Quinto, los costes de producción van desde el agua, fertilizantes, maquinaria, financieros, seguros y arrendamientos en su caso, energía, almacenaje, embalaje y transporte, a los salarios, que son un coste más o menos significativo según el producto.

En sexto lugar, todos estos costes varían; a veces es la energía lo que hace montar en cólera a los agricultores, y a veces es barata y el problema se ve en otra parte; también las mejoras en la red de transporte han sido muy positivas para dar salida a los productos. Séptimo, los mercados de materias primas son muy especulativos, y el año pasado los alimentos subieron de media un 12,5% en los mercados mundiales, después de haber caído un 4,5% el año anterior; los cereales, subieron en 2018 un 10% y cayeron en 2019 un 2%. Esta volatilidad viene de la oferta y demanda, y también de la especulación; los aceites vegetales, por ejemplo, suben un 31% en un año, después de mínimos de 13 años; los lácteos y la carne un 20%, por la demanda de Asia; el azúcar, que es muy volátil, ahora se estabiliza. Saber si son los grandes productores los que se benefician, o los fondos y brokers; si se perjudica a consumidores en economías pobres, pero no en las ricas, y si se perjudican pequeños productores en todos los países, requiere ir caso por caso y producto por producto.

Con esta complejidad, decir que el problema de la agricultura es el salario mínimo muestra cómo la oposición está aprovechando para caldear el ambiente con cualquier decisión que se tome, sin aportar soluciones a los problemas. Estas pasan porque los productores luchen por salir de la posición de dependencia que sufren al vender sus productos; que las autoridades de la competencia dejen de mirar al sector por el agujero -que no perspectiva- del consumidor; que los productores nos convenzan a los consumidores de que hay que pagar un precio justo -igual que se habla de precios justos para países pobres, tienen que serlos para nuestros productores-, obligando a que mayoristas y distribuidores informen, en un ejercicio de responsabilidad, sobre los precios medios que pagan. En fin, la agricultura, la tierra, los campos, es algo demasiado importante como para dejarlo sólo a merced de esa abstracción económica y social que hemos venido en llamar mercados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios