Enrique Moreno-Adrián Vázquez

Diputado de Ciudadanos en el Parlamento andaluz-Eurodiputado de Ciudadanos y miembro de la Comisión de Agricultura de la Eurocámara

¿Morir de sostenibilidad?

Los autores defienden la necesidad de combinar los intereses medioambientales con los económicos y sociales de nuestro sector primario

¿Morir de sostenibilidad?

¿Morir de sostenibilidad?

Abordar con seriedad los retos del campo -el sector agroalimentario emplea directa e indirectamente a casi dos millones y medio de personas y supone el 10% del Producto Interior Bruto- es una obligación política, económica y social.

Ya sabemos que la sostenibilidad medioambiental del sistema alimentario es vital. Pero, al tiempo que no se discute que hay que mantener los recursos durante largo tiempo y sin dañar al medio ambiente, tampoco debe discutirse que es básico hacerlo sin dinamitar la sostenibilidad económica del sector y sin provocar alteraciones sociales indeseables entre agricultores y ganaderos.

Esto quiere decir que no se pueden cuantificar objetivos sobre el papel; son imprescindibles los estudios de impacto. Y aquí, me temo, tenemos que hacer algunas preguntas.

¿Por qué la Comisión Europea ha escondido durante 6 meses un estudio sobre el impacto de los objetivos del Green Deal en la agricultura y ganadería que su propio think tank (Joint Research Center) elaboró? Las conclusiones no son menores: los sectores agrarios europeos podrían sufrir un recorte en la producción del 5% al 15%, dependiendo de cómo se apliquen los objetivos de sostenibilidad. El ganadero sería el más afectado.

El estudio -ocultado, repetimos- de que la estrategia De la granja a la mesa va a perjudicar la sostenibilidad del sector primario prevé una disminución neta de exportaciones de la UE en cereales, porcino y aves de corral, y un empeoramiento de su déficit comercial en semillas oleaginosas, frutas y hortalizas, carne de vacuno, ovino y caprino. ¿Y de dónde vendrán los alimentos que dejaremos de producir en suelo europeo? De terceros países que, ni de lejos, tienen las mismas exigencias medioambientales y sociales de nuestros agricultores y ganaderos.

La Comisión sigue sin hacer un análisis de las posibles consecuencias de las estrategias De la granja a la mesa y Biodiversidad, a pesar de que ambos textos fueron presentados el año pasado. ¿Es mucho pedir que las próximas propuestas legislativas vengan acompañadas de estudios y datos, además de las valoraciones del sector?

De la granja a la mesa contiene también un apartado relativo al etiquetado frontal nutricional, puesto que la futura propuesta legislativa forma parte del Green Deal. Las normas de la UE sobre la información alimentaria indican que, además de los datos obligatorios en cada producto -desde sus ingredientes hasta la tabla nutricional- está abierta la posibilidad de un sistema de etiquetado, el NutriScore, que, según algunos, permitirá una mejor comprensión a través de una síntesis visual de los valores nutricionales.

No creo que haya nadie en contra de que los productos de alimentación incluyan la mayor cantidad posible de información para que los consumidores tengamos una idea clara de su valor nutricional.

Pero este sistema perjudica a productos de alta calidad -aceite de oliva, jamón ibérico, queso manchego, miel, por poner algunos ejemplos- porque el algoritmo se atiene a su valor calórico. Y al revés: hay ultraprocesados que obtienen muy buena calificación, lo que permite a algunas industrias colar productos de mala calidad a través del NutriScore.

Es importante ofrecer información al consumidor para que tome sus decisiones, pero sin caer en el paternalismo simplificador por el que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha optado aplicando el sistema, que no es otra cosa que un mecanismo de reeducación en hábitos de consumo que favorece los productos ultratransformados frente a los tradicionales de la dieta mediterránea.

Hablamos de los retos del campo. Hay otro muy presente, el de la crisis energética que ha desorbitado la factura de la luz, y que implica que la comida también va a ser más cara. El precio del gas natural está aumentando el coste de los fertilizantes, porque es la materia prima clave para producir urea y nitrato de amonio. La crisis de fertilizantes, además de una aplicación sorda del Green Deal, podrían amenazar la seguridad alimentaria en Europa y en el mundo. Y si no se toman medidas para paliar la crisis energética, podemos tener una agitación social en la UE equivalente a la que sacudió Francia con los chalecos amarillos.

Necesitamos respaldar la modernización de la agricultura y la ganadería, valorar el impacto de las nuevas estrategias y acompañarlas de medidas que suavicen las transiciones y no extremen los desequilibrios de la cadena agroalimentaria. Es la manera de cuidar un sector productivo básico, proteger el empleo y valorar el papel vertebrador de la agricultura y la ganadería en la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático y la despoblación.

Es la única manera de no morir de sostenibilidad.

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