el poliedro

Montoro: una elegía sin lírica

  • Otro ministro de Hacienda difícilmente lo hubiera hecho mejor en unos momentos críticos como fueron los años de la crisisSu gran jugada fue meter en cintura a los ayuntamientos y las autonomías

Suavizaremos el dicho: "Es un hijo de su madre, pero es nuestro hijo de su madre". Todos los equipos de fútbol tienen su leñero. Luca Brasi era la bestia parda de la organización de Vito Corleone. Con un nivel intelectual y político impropios hoy, Alfonso Guerra fue en el PSOE el pitbull, aunque fuera precisamente Guerra quien rebautizó con tanta finura al repartidor de estopa del adversario, Álvarez-Cascos (quien, por cierto, tenía toda la cara de un poli malo). También existen malos de la película de perfil técnico. Suelen estar afectos a la función de recursos humanos o a la financiera. Los dueños de la caja y el presupuesto están en el organigrama "a la derecha del Padre", y cobran inusitada centralidad en la épocas de vacas flacas. Es el caso de Montoro, a quien por si fuera poco le acompaña, como a Cascos o a cualquier central del Atlético, sus rasgos físicos. Entre el malvado avaro señor Burns de los Simpson y un vampiro cargado de dioptrías: pura metáfora de quien carga con la sacrosanta encomienda de rellenar las arcas del Estado por medio de la exacción tributaria. Nuestro malvado. A quien es de ley darle la de arena ahora, porque engañen o no las apariencias, su trabajo en los dos últimos gobiernos de Rajoy ha sido el más crucial de todo el gabinete. Adelanto mi personal evaluación: entre el notable y el sobresaliente.

España se iba literalmente al carajo -ese canasto alto y solitario de un velero- en 2011: brutal contracción del empleo y los ingresos públicos, metástasis de la deuda de todas las Administraciones, promesa de déficit fiscal galopante, recortes de servicios públicos. Rajoy diseñó un sistema doble de torniquete, con dos ministros de Economía, uno para adentro y otro para afuera. Guindos sería el responsable de parar el rescate ante la inquietante triada arbitral: Bruselas, FMI y Banco Mundial. Lo consiguió, aunque tapar el agujero bancario -cajario- costó sangre sudor y lágrimas y seguirá costando dinero muchos años. E n el interior, Montoro. Su labor es si cabe más peliaguda por poliédrica y teñida de política a todos los niveles. Había que meter en cintura el gasto e intentar no dejar hundirse al país por el lado de los ingresos, o sea, los impuestos… ordeñando a las clases medias trabajadoras y profesionales, a quiénes si no. Y se le encomendó la nada lucida tarea de meter en cintura a las autonomías y a los ayuntamientos, que en decenas de casos estaban en una situación de quiebra técnica más o menos maquillada.

El llamado "pago a proveedores" sirvió para salvar a miles de pequeñas empresas que trabajaban para los municipios. Se pusieron al día los ayuntamientos en sus vergonzantes deudas y sus plazos. Y, en la misma tacada, agarró a dichas corporaciones por el mismísimo arco inguinal: te salvo y eres mío; todo un clásico sentimental, empresarial y, ya vemos, político. Otro tanto cabe decir del Fondo de Liquidez Autonómica, con el que ha ido dosificando las liberalidades regionales, muy principalmente las catalanas. Ambas jugadas, en plena recesión histórica, fueron magistrales. ¿Que no nos gusta pagar impuestos y que por eso le mentamos las castas a Montoro? Claro. Recordaremos con sumo apuro el revolcón sin piedad que el ministro ahora saliente le dio en el Parlamento en un debate presupuestario a un bisoño y algo indocumentado Pedro Sánchez, antes de su muerte y resurrección. Muchos profesores sentimos un malestar al ver que el ahora presidente, en cuyo currículum figura el ser profesor de Economía, no daba la talla. Y el jienense se lo zampó, cachondeo incluido.

A usted que tanto ha mermado mis ingresos, ministro, le agradezco los servicios prestados al país. Porque la Hacienda no tiene color ni ideología. Todo lo más, un maquillaje.

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