Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

Consecuencias económicas de las estrategias sanitarias

Las consecuencias económicas de la pandemia son difíciles de predecir, así como el grado de acierto en las medidas adoptadas para combatirla, pero ambas se intuyen estrechamente relacionadas con la estrategia sanitaria de cada país para erradicarla.

En China, Italia y España, desbordados por la imprevisión, los retrasos y la magnitud de la propagación, el objetivo es alcanzar el pico (la meseta) de la curva de contagio para iniciar cuanto antes el retorno a la normalidad. La situación es similar en Francia, Reino Unido y Estados Unidos, y la estrategia en todos estos casos es aislar a la población en sus hogares, reduciendo al máximo la actividad productiva. Se producirá, por tanto, una fuerte contracción de la demanda y de la oferta, aunque durante un corto periodo de tiempo, siempre que se consiga evitar una nueva ola de contagio tras el levantamiento de las restricciones. Gobiernos y bancos centrales han puesto en marcha iniciativas dirigidas a la población más vulnerable y a empresas y autónomos para ayudarles a aguantar durante el cierre.

En Corea del Sur, Taiwán o Singapur han sido más previsores y han podido seguir una estrategia diferente: aplanar la curva de contagio con el fin de limitar la contracción de la producción. No podrán evitar el descenso de la demanda, pero sí su desplome, aunque también esperan un retorno a la normalidad más gradual y prolongado en el tiempo. En todo caso, confían en que el impacto final sobre la economía será bastante menor y también más previsible que con la estrategia de curva de contagio en forma de pico, permitiendo que las medidas paliativas sobre el impacto sobre población vulnerable y empresas sean menos intensas.

En ambos casos está garantizada la recesión, pero en el de la estrategia de curva de contagio en pico aparecen riesgos que no están presentes en la de curva suavizada. Alicia García Herrero (investigadora del Real Instituto Elcano) señala que, en este caso, y puesto que se espera un impacto reducido sobre la producción, el pronóstico es que, como consecuencia de la caída de la demanda, el final de la pandemia se salde con paro y deflación. En el caso de los países con curva en forma de pico la caída del empleo será incluso más intensa, pero el comportamiento de los precios es incierto. Dependerá de la intensidad del shock de oferta, que, a su vez, dependerá de la tardanza en el retorno a la normalidad.

Si el retorno es rápido y el shock de oferta limitado, el pronóstico es el mismo (más paro y deflación) y las recetas de tipo keynesiano, tan eficaces para superar la crisis de 2008, especialmente las inyecciones masivas de liquidez, pueden contribuir a la recuperación. Pero si la contracción de la oferta, por el cierre prolongado de la actividad, es tan intensa que pudiera provocar el desabastecimiento de algunos mercados, entonces el pronóstico podría ser estanflación, es decir, el aumento simultáneo del desempleo y de los precios. En este caso, los estímulos monetarios y el conjunto de las recetas keynesianas, que ya se han comenzado a tomar, no sólo no resuelven el problema, sino que pueden contribuir a agudizarlo, como ocurrió en la crisis de los 70.

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