El diario de Próspero

A medio camino: representación o definición

  • Javier Gomá publica su trilogía teatral ‘Un hombre de cincuenta años’, una mirada a la orfandad como destino de la condición humana servida desde el monólogo, la comedia moral y la tragedia

Fernando Cayo en una representación de ‘Inconsolable’ (2017), dirigida por Ernesto Caballero.

Fernando Cayo en una representación de ‘Inconsolable’ (2017), dirigida por Ernesto Caballero. / CDN

Críticos y exégetas como el mismísimo Lampedusa coincidían al afirmar que lo repulsivo de Hamlet, la razón por la que el príncipe genera no poca aversión en el público, es su juventud: sólo un muchacho imberbe podría dejarse dominar por un espectro paternal tan sediento de venganza hasta los términos conocidos. Es fácil presumir que un Hamlet en la cincuentena habría reaccionado de forma distinta, más serena, menos impetuosa, a la sed de descanso eterno del espíritu de su padre, pero aquí las posibilidades se multiplican. El filósofo Javier Gomá (Bilbao, 1965) ha explorado algunas de ellas y lo ha hecho, bienaventurado sea, a través del teatro: estos días llega a las librerías Un hombre de cincuenta años (Galaxia Gutenberg), trilogía dramática conformada por las piezas Inconsolable, Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas compañías y Las lágrimas de Jerjes. Las tres presentan, de entrada, protagonistas comunes: en todas ellas un hombre en torno a los cincuenta años, en eso que llaman la mitad del camino, dialoga con el espectro de su padre fallecido. Los puntos de partida son, eso sí, distintos: Inconsolable adquiere la forma propia del monólogo que no sólo no descarta sino que abraza con buen criterio el humor más fino, muy a pesar de su carácter de oración fúnebre con el que Gomá evoca la memoria de su propio padre; adscrita a la comedia moral, Quiero cansarme contigo desarrolla de manera abierta, lúdica, la noción de ejemplaridad a la que el autor ha dedicado buena parte de su obra filosófica; Las lágrimas de Jerjes, por último, aborda la cuestión de la melancolía desde las orillas de la tragedia de la mano de Esquilo (y también de Herodoto como guía esencial en el capítulo recreado, nada menos que el estreno en la antigua Atenas de Los persas). Las dos primeras obras, escritas respectivamente en 2016 y 2017, fueron ya publicadas (respecto a Inconsolable, cabe recordar además la fabulosa interpretación de Fernando Cayo bajo la dirección de Ernesto Caballero en el montaje estrenado en 2017), mientras que Las lágrimas de Jerjes, hasta ahora inédita, fue escrita entre 2018 y 2019. Más allá de esta trinidad, Gomá estrenó el año pasado en el Teatro Galileo de Madrid En el lugar del otro, primera entrega del Teatro Urgente puesto en marcha por el citado Ernesto Caballero.

El filósofo y dramaturgo Javier Gomá (Bilbao, 1965). El filósofo y dramaturgo Javier Gomá (Bilbao, 1965).

El filósofo y dramaturgo Javier Gomá (Bilbao, 1965). / UPF

“Quien alcanza la cincuentena, normalmente se ha iniciado ya en el conocimiento de un secreto, un secreto profundo del que sólo tiene noticia por la experiencia directa de haber llegado a esa antigüedad”, explica en el prólogo de la nueva edición Javier Gomá, quien, para dejar tranquilo al personal, deja bien claro que también en la asunción de tal sabiduría hay excepciones. En cualquier caso, “quien cumple cincuenta cruza una raya preñada de un acentuado simbolismo que ha sido destacado con frecuencia en la historia de nuestra cultura”, continúa el autor, quien acude a Platón y a la República como ejemplo ilustrativo de esta atención: “Elevar el ojo del alma para mirar hacia lo que proporciona luz a todas las cosas y, tras ver el bien en sí, sirviéndose de éste como paradigma, organizar durante el resto de sus vidas el Estado, los particulares y a sí mismos, pasando la mayor parte del tiempo con la filosofía”. De esta forma, la orfandad se traduce en un aprendizaje, en una mirada distinta al mundo: “Velado el cadáver del padre, tan fácil de imaginar ahora el propio, ya nada es igual y, al abrir por segunda vez el gran libro de la vida, lo lee uno de manera diferente de como lo había hecho antes, más de treinta años atrás, allá por la primera juventud. Aunque el mundo es el mismo antes y después, la diferencia estriba en el lector, más viejo, que ya se ha informado por experiencia inmediata de lo que le espera”.

No es habitual en estos tiempos, para bien o para mal, la dedicación de los filósofos al teatro. Pero si hay algo que agradecer a Javier Gomá es la explicación de sus motivos para analizar estas experiencias desde la escena en lugar del ensayo: “Para dar cuenta de la condición temporal y trágica de los mortales resulta mucho más eficaz la representación del teatro que la definición del concepto, el cual, en el proceso de conocer, pierde la sustancia de lo que estudia. Mientras que la filosofía proyecta siempre la luz del concepto sobre las cosas , el teatro se asoma a sus oscuros abismos sin tentación de explicarlos, dejando que sean como verdaderamente son”. Así funciona este espejo vetusto y resistente. Con aliados como Gomá, su futuro tiene más sentido.

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