Huelva tu destino

Mariano Peña: “Huelva es la gran desconocida y a veces peca de discreta”

  • Nació un mes de enero de 1960 y ese agosto ya lo pasó en Punta Umbría. Recuerda haber pasado el verano en su “trocito de paraíso” toda la vida.

Mariano Peña: “Huelva es la gran desconocida y a veces peca de discreta”

Mariano Peña: “Huelva es la gran desconocida y a veces peca de discreta” / José Ángel García (Huelva)

Mariano Peña pertenece a ese pequeño grupo de personas soñadoras que, además de tener una pasión, pelea por conseguirla y, mientras, por el camino, disfruta de la batalla.

El actor onubense se siente un afortunado por poder decir -y más en tiempos de pandemia- que vive de lo que realmente le gusta.

Nos cuenta que tras regresar de Madrid, después de un par de entrevistas de trabajo, pasará sus vacaciones  en Punta Umbría, su segunda residencia y lugar donde pasa, desde que era niño, los días de verano junto a su madre. “Siempre es bueno retomar los orígenes”, comenta celebrándolo.

El actor, que vive a caballo entre Madrid y Sevilla, se encuentra actualmente enfocado en el teatro, aunque, asegura, no se cierra puertas a otros proyectos que puedan despertarle entusiasmo. 

Actuará en Huelva muy pronto

Tiene cerrados dos proyectos teatrales. Uno de ellos, adelanta, lo veremos en Huelva el próximo invierno. El otro, por el momento, prefiere mantenerlo en el anonimato hasta que “esté firmado”.

“Estas Navidades los onubenses me verán en el Gran Teatro con Cuento de Navidad. Una obra en la que interpreto al señor Scrooge, un personaje entrañable”, adelanta.

La obra, estrenada hace dos años en Las Palmas de Gran Canaria, tuvo que paralizarse a causa de la pandemia. Ahora la retoma con ganas y augura un gran éxito de taquilla en nuestra tierra.

Éxito que también ha cosechado recientemente en la pantalla con su interpretación en Pequeñas coincidencias, la primera serie de televisión española original de Amazon Prime Video, que ya cuenta con tres temporadas.

Huelva, una desconocida

Nació un mes de enero de 1960 y ese agosto ya lo pasó en Punta Umbría. Recuerda haber pasado el verano en su “trocito de paraíso” toda la vida.

Aunque nació en Mazanilla y sus orígenes están allí, estudió en el Instituto La Rábida y posteriormente se trasladó a Sevilla para seguir formándose en la Escuela de Arte Dramático.

La primera vez que actuó fue en Huelva capital. “Con 11 años ya me ponía a escribir en los “corrales de las casas”, pero después me vine a estudiar al Internado Santa María de La Rábida y ahí tuve mi primer contacto con el arte dramático”, recuerda con ternuta.

Huelva lo tiene todo, pero le falta creérselo y venderse mejor

Lo que más añora de su tierra, es, sobre todo, la cotidianeidad. “El día a día, esa frescura, ese sentirte en casa, nuestro humor. A mí me gusta mucho jugar con el doble sentido de las palabras, con la ironía, pero me doy cuenta de que, primero, mi humor no es fácil y de que cuando subes allí arriba piensas que “has pasado de Despeñaperros. Amo Madrid pero soy consciente de allí tengo que dejar a un lado mis bromas, porque sé que la gente se puede molestar. Eso es lo que más echo de menos de Huelva cuando estoy fuera. Son cosas que en mi tierra no me tengo que plantear porque la gente te sigue, para lo bueno y para lo malo. No tenerte que plantear ese doble juego y sentirte en casa es una maravilla”.

Está convencido de que Huelva lo tiene todo, pero le falta creérselo y venderse mejor. “ Huelva es la gran desconocida, pero gracias a ese desconocimiento, tiene esas playas maravillosas que te pones a pasear y nunca ves el fin. Si esto hubiera sido un segundo Marbella y se hubiera vendido mejor, todo sería diferente. Aunque ha cambiado muchísimo, afortunadamente, si la comparamos con mis años de juventud”.

Pese a todo, cree que nuestra provincia, a veces, peca de discreta: “Debemos hacer más ruido”, asegura.

Me cabrea y me indigna el andaluz gracioso

Por eso, él siempre habla de su tierra e insiste en hacer galar de sus raíces. “También de mi acento. Me cabrea y me indigna el andaluz gracioso. Es verdad que tenemos gracia pero no esa gracia barriobajera con la que se confunde. Ser andaluz tiene cierta simpatía, como el acento cubano, que también es simpático. Nuestra forma de hablar gusta, pero de ahí a la burla…

Aunque nunca el acento ha sido un hándicap para él, se siente molesto con aquellos que juzgan el valor de algunos profesionales por su acento.

“Recuerdo cuando Benito Zambrano en la serie Padre Coraje abrió la caja de pandora y todo el mundo se asustó del nivel interpretativo que había en Andalucía. La gente pensaba, ¿dónde estaba ese talento?. Pues estábamos en casa. Porque claro, si te oían hablar es verdad que pensaban que los andaluces no sabíamos castellanizar. Y yo siempre he dicho: primero, ¿por qué hay que castellanizar? y segundo, hazme una prueba y luego me dices qué opinas”.

“La pandemia me ha servido para reencontrarme”

Estaba acostumbrado a hacer y deshacer las maletas casi a diario. Cuando se hacía a un sitio tenía que marcharse para emprender rumbo a un nuevo destino… una locura vertiginosa. Hasta que, de pronto, todo estalla. “No paras en casa. Entrevistas, presentaciones, photocall… y de un momento a otro, te encuentras con que todo se paraliza y te quedas encerrado y solo”, cuenta.

“El confinamiento me pilló solo en mi casa de Sevilla y me sorprendí cuando descubrí que soy un compañero para la convivencia maravilloso. Me caí muy bien”, cuenta entre risas. “Me reencontré con la lectura, no de guiones, sino placentera, y con la pintura (soy Licenciado en Bellas Artes). Era algo que tenía más que olvidado, porque requiere tranquilidad, aislamiento… y como ni tenía visita ni la esperaba...dediqué tiempo a ello”.

Aunque, evidentemente, no todo fue positivo. Lo más duro ha sido ver cómo se caían proyectos y se paralizaba todo”.

Veo atónito el hacinamiento que existe en el avión o el AVE

Lamenta, eso sí, que algunas tendencias que se adoptaron con el confinamiento, hayan llegado para quedarse. “Por ejemplo, las videoconferencias en la televisión son un horror”, confiesa. Y es que para el actor, las medidas para frenar el Covid están siendo “desproporcionadas y descontroladas”. “Me da miedo pensarlo pero es una evidencia que ya estoy comprobando. Veo atónito el hacinamiento que existe en el avión o el AVE, la cantidad de mesas en los veladores de las calles… y cómo se mantienen, pese a todo, las restricciones de aforo en los teatros”.

Tampoco comprende la “insensatez” del ser humano. Sobre todo, de muchos jóvenes. “Me doy cuenta de que hay un mal extendido, un mal que no es notorio, que no se ve, como una roncha en la pierna, pero que mata. Y veo un relajo, una poca preocupación y una gran falta de respeto por el hermano, familiar y conocido, que me apabulla y me aturde. Pero esto es lo que nos ha tocado”, lamenta.

Pese a todo, y aunque su gran preocupación por su madre (uno de sus pilares fundamentales) le ha mantenido en vilo todo este tiempo, el de Manzanilla afirma que no se ha dejado llevar por la histeria. Sin embargo, seguirá cumpliendo las medidas y llevando mascarilla por respeto a los demás. “Donde intuya un pequeño peligro, me la pondré. Al fin y al cabo ya no es tan raro como antes. Antes nos reíamos cuando veíamos a un chino con mascarilla. Ahora lo raro es ver a una persona sin ella”.

El resurgir de la escena

Tras tiempos complicados, Mariano Peña observa con optimismo cómo el mundo del teatro vuelve a resurgir de sus cenizas. “Vengo de Madrid y me esperaba todo más aletargado. He notado que está todo despertando. Los teatros están llenos. La gente necesita reírse, hay muchas ganas de pasarlo bien y de salir a la calle”. 

Una realidad que, dice, le sorprendió nada más regresar a Sevilla.

“Volví a las 16 h. de la tarde, hacía un calor insoportable y, sin embargo, media capital sevillana estaba en la calle. Que digo yo, ya hay que tener ganas de estar sentado al sol tomándose una cerveza con la que estaba cayendo. Cerveza que se tomarían al baño María”, bromea.

El gran ‘campanazo’, antes de Aída, llegó con Arrayán

“Me siento un afortunado por poder vivir de lo que me gusta. Eso hoy en día es realmente complicado”, cuenta feliz el actor.

Y es que lleva toda una vida dedicado a su gran pasión. Ya de niño estaba convencido de que quería interpretar en el más amplio sentido de la palabra. 

“Empecé haciendo teatro, después estudié arte dramático (estudios que compaginé con bellas artes), después surgió hacer doblaje…Me he dedicado a esto desde siempre. Aunque, evidentemente, el gran ‘campanazo’, antes de Aída, vino con Arrayán”.

Fue en la popular serie de televisión de Canal Sur (2001-2002) cuando empezó a conocer cómo funciona el medio y a enfrentarse a la inmediatez de interpretar día a día. “Ese ritmo intenso de trabajo me dio tablas para papeles que vinieron después y que marcaron, sin duda, un hito en mi trayectoria profesional, como el que hice en Aída con Mauricio Colmenero”.

Con todo, recuerda con añoranza sus inicios. Unos inicios en los que, dice, siempre le tocaban los papeles de “malo".

“Por mis rasgos duros, al principio de mi carrera, hice siempre todos los personajes malos habidos y por haber. Los más atormentados del mundo me tocaban a mí. Yo pensaba, pero si me encantan las bromas, ¿por qué no me ven en la comedia?”. 

Y parece ser que le escucharon, porque luego le llegaron 10 existosos años de “bendita comedia” en televisión con la aclamada Aída (2005-20014).

El papel de su vida

En contra de lo que pueda parecer, guarda grandes recuerdos de su paso por el teatro. “El teatro es como el embarazo. Tiene un período de ensayo, vas creando al personaje, le vas dando matices…y eso lo hace especial”.

Aunque confiesa que sería un ingrato si no hablara de Mauricio Colmenero. “Aunque el papel ya estaba escrito, es un personaje al que yo le he dado mucho. Sin embargo no tiene la laboriosidad del teatro. La televisión te exige un ritmo más vertiginoso y vas más al día a día. En la tele no eres consciente de la repercusión del personaje hasta que va pasando el tiempo. Ahora que han pasado ya 6 años de que terminó Aída, soy consciente del gran impacto. La gente me sigue recordando por la calle, me sigue llamando Mauricio Colmenero y me sigue haciendo el tiri tiri tiri… 

Sin embargo, a pesar de que se siente cómodo y disfruta del género cómico, el actor es consciente de que no está igual de valorado que el drama.

“Pienso que la comedia está infravalorada y que el actor de comedia está poco reconocido. Si no, mira cuántos premios hay para la comedia y cuántos para el drama”.

Aunque, en su caso, la norma brilla por su ausencia. Prueba de ello son los numerosos premios que el actor ha ido cosechando a lo largo de los últimos años. Reconocimientos que agradece y que le empujan a seguir trabajando.

“Me siento muy querido en mi tierra y estoy muy feliz por los éxitos cosechados a lo largo de mi carrera. Pero siempre he pensado que los premios son lo que son, dicho con todo mi cariño. Te dan un premio porque llamas la atención por algo, pero hay mucha gente que llama la atención, que hace grandes trabajos y no es premiada. Que te nominen a un premio ya es una lotería. Que te lo den, lotería y media. Todo es muy relativo. Hay gente maravillosa que no está ni trabajando. Y a la inversa. Gente que está en la cúspide de la ola que no para de trabajar y que, a mi parecer, no es para tanto”.

Su mayor sorpresa, ganar el Premio Ondas en 2012

“Nunca me planteé que me lo dieran. Me llamó para contármelo mi gran amigo Pepe Villuela”. Aunque, de todos los reconocimientos, el que recuerda con más cariño fue el premio ‘La Luz’, por recibirlo en su tierra, en el marco de la 41 edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

Peña también se siente feliz y respaldado por sus compañeros de profesión. Apoyo que quedó reflejado en la concesión del Premio de la Unión de Actores en 2006. “Esta profesión despierta muchas envidias, zancadillas y rencores. Por eso, que los propios compañeros reconozcan tu trabajo y quieran premiarte por ello, es de agradecer”.

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