Olimpismo

Las sombras de un aniversario

  • Pekín impresionó al mundo con la organización de sus Juegos Olímpicos hace un año, pero las críticas crecen sobre un Gobierno que no cumplió sus promesas sobre medio ambiente y derechos humanos

Los Juegos Olímpicos transformaron Pekín hace algo más de un año en una de las ciudades más futuristas e impresionantes del planeta, pero las promesas de mejora del medio ambiente y de los derechos humanos por parte del gobierno siguen sin cumplirse.

"Los Juegos fueron un punto de inflexión en la historia de China. Sólo los Juegos podían demostrar lo bien que China había progresado en 20 ó 30 años. Pekín nunca será la misma", señaló el alcalde de la ciudad, Liu Qi, en su discurso de aniversario.

Del legado olímpico, el funcionario comunista destacó la combinación única de deporte, cultura y la mejora de infraestructuras y del medio ambiente.

Sin embargo, una espesa capa de partículas sigue cubriendo el fantasmagórico perfil del Nido de Pájaro (el estadio nacional) y el Cubo de Agua, joyas arquitectónicas olímpicas, mientras el parque de vehículos sigue creciendo a pesar de las restricciones ambientales.

"Hemos de reconocer los esfuerzos del gobierno de Pekín por introducir energías limpias como el gas natural", señaló el prestigioso ecologista Ma Jun, pero "hay todavía muchas áreas que necesitan más trabajo", como las tareas de construcción y el transporte de camiones de gran tonelaje, muy contaminantes.

Al ganar la cita olímpica en 2001, China se comprometió en mejorar el medio ambiente y los derechos humanos, y el COI pensó que con los Juegos el país cambiaría, pero en realidad China los usó para intentar cambiar sólo su imagen en el mundo, según los analistas.

Los chinos reaccionan todavía con rechazo a las críticas foráneas contra la represión de las revueltas en el Tíbet, la detención de activistas, el conflicto étnico de julio en Xinjiang, y aún más a la comparación de sus Juegos Olímpicos con los de la Alemania nazi de Berlín en 1936.

"En las últimas semanas hemos tenido numerosas pruebas de que los Juegos fracasaron en presentar a China como un Estado que respeta los estándares internacionales básicos en derechos humanos", señaló Phelim Kine, investigador para Asia de la ONG Human Rights Watch (HRW), quien recordó la detención, acoso y ataques físicos a los periodistas extranjeros durante la cita olímpica.

La libertad de expresión y de asociación siguen estando muy restringidas, agregó Kine, quien citó casos como la detención del activista Liu Xiaobo tras firmar una petición de democracia, la censura en internet, la represión de las revueltas de Xinjiang o la acusación de espionaje contra el directivo de Rio Tinto en Shanghai.

A estas críticas se suma el Club de Corresponsales Extranjeros de China (FCCC), que, además de recordar que el Tíbet sigue cerrado, denuncia que la "intimidación a las fuentes y a los asistentes chinos (que trabajan para corresponsales) estropean el progreso hacia unas condiciones de trabajo internacionales".

Las luces del Nido volvieron a brillar por primera vez desde que se apagó la llama olímpica para acoger el partido de la Supercopa de Italia entre el Inter y la Lazio, el máximo evento en un año que acoge este ejemplo de elefante blanco.

En éstas y en otras moles arquitectónicas y en infraestructuras diseñadas para celebrar la puesta de largo de China ante el mundo se gastó el gobierno comunista la nada somera cifra de 27.800 millones de euros.

Un listón insalvable para futuras sedes, pero China se lo podía permitir antes de la crisis, y los Juegos siguen siendo un momento de orgullo e identidad en la apertura al mundo de la tercera potencia económica tras décadas de hermetismo comunista.

"Después de los Juegos he seguido estudiando inglés, porque ahora Pekín se ha convertido en una ciudad internacional", explicó el señor Summer (Xia), de 71 años, uno de los 4 millones de pequineses que se embarcaron en el aprendizaje de idiomas para atender a los visitantes olímpicos.

"Los juegos fueron impresionantes, hicimos grandes amistades. Samaranch es un buen amigo de China", resume en perfecto inglés el señor Jason Yang, de 76 años y uno de los 1,5 millones de voluntarios olímpicos, al referirse al español más venerado en China, el ex presidente del COI que les dio los Juegos Olímpicos.

La cita olímpica mejoró los transportes pequineses y, junto al cierre de plantas contaminantes, sirvió para mejorar la calidad de vida en Pekín. Sin embargo, el milagro arquitectónico pequinés ha supuesto la desaparición de la mayor parte de la ciudad imperial, una práctica secular cada vez que un nuevo emperador quería dejar una impronta indeleble de su paso por el Imperio del Centro.

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