Un 24 de diciembre de hace 25 años abrió sus puertas por primera vez el Tumi en la calle Aragón de Huelva. José Luis Serrano, Pepelu para los clientes, hizo de la barra de este bar su negocio y su medio de vida. Desde entonces una generación de onubenses ha pasado noches (muy cortas, siempre) escuchando buena música, algo sobre lo que siempre acepta sugerencias, y charlas interminables entre copas, casi siempre divertidas y las menos para dar solución a los grandes problemas de la humanidad.

Del viejo local en la calle Aragón quedan el billar y el recuerdo del patio interior en el que se refugiaban los más nocturnos cuando el paso de las horas iba dejando un ambiente más relajado. Tardes de domingo que empezaban con los montaditos de carne, seguían con café y dulces y parecían no terminar. En la calle Jacobo del Barco, José Luis Serrano se reencuentra ahora con la segunda generación de clientes, aquellos que reconocen a sus progenitores y a los amigos de estos en el collage de fotos que todavía cuelga de la pared de la entrada. "Así es la vida", dice José Luis Serrano detrás de la barra donde todavía permanecerá unos años, "hasta que me jubile, si una buena lotería no lo remedia antes", probablemente ocurra. Lejos quedan la tarde de aquel 24 de diciembre cuando después de comer apremiaron a los de la tienda de música para que le vendieran el equipo con el que aquella noche inauguró su bar con raíces iberoamericanas. El nombre, sin quererlo, se lo puso su hermano Vicente, que tras pasar unos meses en tierras americana trajo un curioso instrumento quirúrgico que utilizó en la antigüedad una de las culturas más remotas de Los Andes. "El instrumento era bonito, curioso, original y el nombre sonaba perfecto, Tumi", señala José Luis. Así que ocupó un lugar privilegiado en el local como emblema de precisión y confianza para todo el que se acerque hasta el bar, incluso aunque hayan pasado muchos años desde la última vez.