Juan antonio samaranch

El hombre casi sin limites

  • Samaranch eligió con extrema habilidad el deporte para ser político y cambiar la faz del olimpismo

Con la muerte de Juan Antonio Samaranch España pierde a un habilísimo dirigente, un hombre que aprovechó como nadie el deporte para llegar a la cima. "Me voy porque me tengo que ir, no porque me quiera ir. No me queda más remedio", dijo Samaranch en julio de 2001 en Moscú, cuando el belga Jacques Rogge lo relevó al frente de un COI que dominó con mano de hierro envuelta en guante de seda. Así fue hasta el último instante Samaranch: tenaz, ambicioso y extremadamente pragmático para aprovechar las posibilidades que le daba reinar sobre el deporte mundial. El español estuvo al menos una vez en todos los países del mundo y dio más de un centenar de vueltas al planeta en avión. No extraña que alguna vez haya sido definido como un Papa laico.

El deporte lo recordará como el presidente más importante desde el propio Barón de Coubertin, fundador del olimpismo moderno, pero sobre todo como el hombre que abrió los Juegos al profesionalismo y la comercialización casi sin límites. También por el escándalo de corrupción que sacudió al organismo en 1998 y 1999, del que salió mejor parado de lo que se creía en un primer momento.

Pero el ex presidente del COI fue además una figura clave para España. En Samaranch, el deporte del poder, la biografía más documentada que sobre él se haya escrito, los periodistas Jaume Boix y Arcadi Espada pusieron al personaje en perspectiva. "Él era un político que había elegido el deporte como campo de actuación pública. Porque le gustaba y porque era probablemente el único territorio de poder que le resultaba accesible", escribieron. Samaranch siempre tuvo vocación política, algo que le pasó factura durante sus años al frente del COI, con los medios anglosajones recordándole siempre su pasado franquista.

Supersticioso a más no poder -dormía con una castaña en el bolsillo de su pijama, no volaba en martes 13 e intentaba hacer coincidir todos los actos importantes de su vida con el día 17, el de su nacimiento, en julio de 1920-. Obsesivo y minucioso, creó en los años 40 y 50 de la nada un deporte como el hockey sobre patines para llevar a España al título mundial.

Sus intentos de promover el deporte en la atrasada España de entonces chocaban de forma brutal contra la realidad. "¿Y esos animalitos, comen mucho?", le preguntó un alcalde andaluz cuando Samaranch le prometió potros para la práctica de gimnasia. "Muy bien Samarán (sic). Pero medallas... ¿cuántas?", le dijo Franco cuando el catalán regresó como jefe de misión de México 68 sin un solo metal. Dieciocho años después, un nada casual 17 de octubre, se dio el gusto de decir "Barcelona" al anunciar la sede olímpica del 92.

Con la inestimable ayuda del brasileño Joao Havelange maniobró hasta lograr que la asamblea general del COI en Budapest en 1995 elevara la edad de jubilación de 75 a 80 años.

No pudo ganar la sede olímpica para Madrid, intento en el que la capital fracasó para 2012 y 2016. Aquel 2 de octubre de 2009 en Copenhague Samaranch cometió un error poco común. Mientras Havelange invitaba a los miembros del COI a celebrar en 2016 la fiesta de su centésimo cumpleaños en Río, el español ofreció algo mucho más sombrío como argumento: su muerte. En el crepúsculo de su existencia descubría, quizás por primera vez, que él también tenía un límite.

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