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La hermandad del graderío

  • Las aficiones dieron un ejemplo dentro y fuera del terreno de juego · La fraternidad quedó renovada en el derbi de la concordia

El derbi de la concordia terminó con reparto de puntos, de aplausos, de fraternidad y parabienes, aunque la satisfacción cordobesista no tuviera reflejo en los albiazules. Al menos les quedó la mínima satisfacción de que ninguno perdió.

Por más que se hagan esfuerzos y se fomenten las hermandades entre equipos la realidad siempre supera a la afición. Las personas se quieren o no se quieren, pero no se les pueden incitar los sentimientos. La relación entre cordobesistas y recreativistas viene de lejos. De los oscuros tiempos no tan lejanos en los que ambos equipos purgaban sus pecados en la Segunda B. Aquello afortunadamente es pasado para entidades que ahora disfrutan de un panorama totalmente diferente.

Cada vez que se cruzan en el camino la fiesta se apodera de las dos aficionados. Cuatro años después volvieron a encontrarse para verse las caras y, como no, primero compartieron algo más que buenas intenciones. Desde primera hora de la mañana, el parque de los Jardines del Muelle se convirtió en el epicentro del hermanamiento entre albiazules y blanquiverdes. Animación, fiesta y juerga positiva. Nada de violencia ni agresividad. Un ejemplo para muchos.

Después, al estadio. Las gradas del Nuevo Colombino lucieron sus mejores galas con la entrada más numerosa de la temporada. Un millar de seguidores llegados desde Córdoba animaron a los suyos, a los onubenses y recibieron el cariño de sus anfitriones, que correspondieron de igual manera.

Los noventa minutos estuvieron marcados por el colorido blanquiverde, que dio ambiente a un Nuevo Colombino que esta campaña no termina de engancharse a su equipo. Los resultados no ayudan.

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