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El corazón que late por Carolina

  • Alrededor de cuarenta personas se concentran en la barriada de Santa Marta convocadas por el IES La Orden, el club de origen de la doble campeona mundial Sus antiguos técnicos y compañeros disfrutan de la fiesta

El corazón que sustenta los éxitos de Carolina Marín no está en Indonesia. Tampoco en Madrid, por muy determinante que haya sido el papel de los técnicos del Centro de Alto Rendimiento Joaquín Blume en la progresión de la ahora doble Campeona del Mundo.

No, el corazón de los éxitos de Carolina Marín se encuentra en Huelva, a doce mil kilómetros de Yakarta, en una barriada popular y humilde, y en un equipo pequeño y modesto en economía y medios, pero grande en su olfato para detectar talentos.

Porque fue en Huelva, en la barriada de Santa Marta y en el Club Bádminton IES La Orden -hoy con el apellido Recreativo por delante-, donde nació la leyenda. Sólo allí se pueden encontrar a las personas que han acompañado a Carolina Marín desde que era una novata, hasta hoy que se ha convertido en la reina del mundo.

Ahora lo hacen, como es lógico, desde la distancia, tomando como punto de reunión un conocido bar en el Parque Moret. Hasta allí se desplazaron unas cuarenta personas para unir emociones mientras veían por la televisión como "su niña" ganaba el Mundial por segunda vez.

La mayoría llevaba las camisetas albiazules del IES La Orden. No faltaban una bandera de Huelva, otra de España y otra del Recreativo. Y una bufanda del equipo de bádminton colgada artesanalmente de la pantalla.

Algunas caras conocidas, como Ricardo Fernández, gerente del Recre IES La Orden, o Haideé Ojeda, varias veces campeona de España en dobles femenino y una de las figuras del conjunto onubense. Pero también, rostros anónimos. Padres, madres y mucha chavalería. La cantera, de la que salió Carolina Marín.

Y comienza el partido. Lo hace a la hora del desayuno, así que los puntos de Carolina y Saina se suceden entre cafés, zumos, y tostadas con aceite, tomate y mantequilla. La futura bicampeona del mundo no tarda en levantar aplausos, gritos y vítores. Cánticos como "Vamos Caro" o "Que viene, que viene", se alternan con las típicas palmas.

La euforia se desata con el triunfo de la onubense en el primer set, y se desborda con la victoria definitiva en la segunda manga. Aparecen el confeti, el champán y las sonrisas más amplias. Y alguna lágrima de emoción. La emoción de quienes han acompañado a Carolina Marín cuando nadie sabía de ella.

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