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'Monsieur' 37 kms. por hora

  • Mbappe, un precoz aspirante al Olimpo con la fuerza de su descaro y la potencia de sus finas galopadas

Kylian Mbappe cabalga delante de Mascherano en el Francia-Argentina de octavos de final.

Kylian Mbappe cabalga delante de Mascherano en el Francia-Argentina de octavos de final. / ROBERT GHEMENT / efe

Directo al Olimpo, por la vía rápida, a 37 por hora, veloz como sus cabalgadas, cuchillos afilados que se colaron entre la defensa argentina, mantequilla para sus zarpazos, así entró Kylian Mbappe en la leyenda del fútbol francés, con 19 años, la precocidad de los mitos.

Fue tal la intensidad de su golpe, tan loada su actuación, que el país entero se pregunta si ahora el equipo no debería pivotar sobre su figura, que apunta a igualar a los mejores registros de todos los tiempos. Francia, que llegó a Rusia para hacer brillar a Griezmann, con un seleccionador, Didier Deschamps, que dispuso todo a la mayor gloria del atacante del Atlético, se rinde ahora a un jugador tan joven como descarado, tan astuto como maduro.

"Yo le llamo ya monsieur 37, porque me dijeron que corrió a esa velocidad en la jugada en que le hacen penalti", señaló, divertido, Florian Thauvin, que, como el resto de sus compañeros, no paró de alabar la calidad de Mbappe. Y no ha esperado para pedir paso. En una selección en la que Griezmann parece dosificar sus esfuerzos, el parisino se entrega sin cálculos y arrastra como un tsunami todo cuanto está a su paso. Ya sean los rivales, como a Argentina, como a sus compañeros, que no tienen más remedio que asentir ante su talento.

"No sé si me quita presión, pero si los focos se dirigen hacia él es porque el equipo gana y yo estaré contento. Ahora, que nadie se espere a que lo haga cada día. Contra Uruguay no creo que tenga tantos espacios", advirtió Griezmann.

El atlético se quedó impresionado por sus carreras, pero también por su porte, la serenidad que tenía en el vestuario antes de afrontar en octavos a una doble campeona del mundo, la tranquilidad que desprendía en el túnel que llevaba al césped de la capital tártara, indigna de un chico de 19 años.

Cuando se escriba la biografía de este hijo de un camerunense y una argelina nacido y criado en barrios modestos de la periferia de París, formado en la clasista Mónaco, aquella tarde de Kazan del 30 de junio de 2018 tendrá un espacio particular. Frente al monarca del fútbol, el argentino Leo Messi, tuvo el descaro de conducir a Francia a un triunfo memorable, directo a los cuartos de final del Mundial de Rusia, estandarte de una nación que, hasta entonces, había dormitado y hecho dormir y que se despertó cuando más falta hacía espoleada por sus carreras.

La Francia concebida en torno a Griezmann mutó en un equipo hecho para Mbappe, trampolín para sus ataques, un conjunto rocoso y defensivo, destinado a paralizar a Messi y para que en su vanguardia matara la gacela de Bondy. La potencia de su zancada, la elegancia de su carrera, la astucia de su colocación emergieron dando carta de naturaleza a las promesas que se venían apuntando. Los 37 kilómetros por hora que según los radares alcanzó en el contragolpe que acabó en el penalti fueron la mejor expresión de su fortaleza.

Mbappe brilló donde están los focos, en un Mundial, el lugar en el que cada gesto lleva a la gloria o al infierno. Allí dejó su firma, un doblete con 19 años, en el mismo gesto que en 64 años atrás lo había hecho Pelé en la final de Suecia contra la anfitriona, una gesta sobre la que O Rei edificó su imperio.

Su excelso partido expulsó del Mundial a Messi y, pocas horas más tarde, la competición perdía también a Cristiano Ronaldo, los diez Balones de Oro de la última década que dejaron huérfano el trono del fútbol al que Mbappe presentó su candidatura. Falta mucho y su compañero en el PSG Neymar opta también a ocuparlo. Todavía es pronto para determinar que nació una estrella. Pero Francia sueña ya con haber encontrado una leyenda. Su nuevo Platini. El heredero de Zidane.

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