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Al rescate de los libros huérfanos

  • Muchos títulos quedaron descolgados en marzo; otros tantos, aparcados en las previsiones de publicación

  • Mientras la máquina editorial se engrasa, en Errata Naturae han tomado una decisión a la contra: parar y darle una oportunidad a sus autores

No sólo los libros que salieron en marzo han perdido su oportunidad: muchos otros han quedado aparcados.

No sólo los libros que salieron en marzo han perdido su oportunidad: muchos otros han quedado aparcados. / Carlos Gil

Uno de cada tres libros termina siendo devuelto. Con gran probabilidad, hecho pasta de papel. Es uno de esos detalles del sector conocido entre quienes lo frecuentan, pero no tanto entre el público general. El sello Errata Naturae lo menciona en el manifiesto Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta, que ha dado en la linea de flotación de muchos de los que se dedican al libro. El detalle es uno de tantos que señalan la voracidad de una industria que parece justo lo contrario. Vender libros tiene una cara amable, tiene un producto amable, pero su negocio no lo es. Vender libros es un negocio rápido y de poco oxígeno, como tantos otros, porque no estamos en el mundo de la piruleta.

El parón obligado de este confinamiento no sólo ha sido (entre otras cosas) un ejercicio forzoso de perspectiva sino que, también, a muchos les ha servido de gasolina: "Con las necesidades elementales cubiertas y el amor de los nuestros, muchos nos hemos dado cuenta de que no necesitamos apenas nada más", apuntan en el manifiesto. "¿No sería el momento –se preguntan desde Errata Naturae– de hacer un esfuerzo, parar también nosotros a pensar?".

El sello no publicará libros en los próximos meses. No saben cuándo volverán a hacerlo, quizá en otoño, quién sabe. En lugar de eso, se dedicarán a mimar los cuatro títulos "huérfanos" a los que, como a tantos, pilló el temporal y quedaron en tierra de nadie. Tampoco lanzarán los libros previstos para estos meses, y que están ya almacenados: "De momento, y ante la incertidumbre general, simplemente no queremos arriesgarnos a que nuestro trabajo como editores y el de nuestros autores no llegue a los lectores suficientes –afirma Rubén Hernández, uno de los fundadores de Errata Naturae. Los buenos libros no caducan, preferimos que tengan su oportunidad cuando la situación sea mínimamente estable, la gente pueda pasear a gusto por las librerías, tocar, ojear... Ahora preferimos centrarnos en los libros que sacamos justo antes del estado de alarma, quedaron huérfanos y siguen en las librerías en busca de lectores".

No quieren hacer "libros fantasma", sólo para mantener presencia en la mesa de novedades. Entre otras cosas, porque piensan que sería contraproducente: poco oxígeno tienen las editoriales independientes ante un escenario que se presiente de asfixia económica y con los grandes sellos copando aún más el tablero.

Este año, se publicará menos, en calidad y en cantidad –como cualquiera que reciba listas de novedades editoriales puede comprobar–, pero se apostará, aún más –opinan desde Errata– por el gran nombre y el best seller: "Ha sido una decisión muy compleja, muy meditada, muy consciente –desarrolla Rubén–, que parte de una inercia vital, de un deseo de cambio; y también de una necesidad por reflexionar y replantear nuestro trabajo y nuestras vidas de un modo que esté a la altura de las consecuencias que va a tener esta crisis. Hay motivos existenciales, ideológicos, económicos y, muy importante, ecológicos".

Salir de lo establecido. Irse a los bosques. Errata Naturae ha contribuido a recuperar el mensaje H.D. Thoreau, publicando títulos como Un paseo invernal, Walden o Desobediencia. Antología de ensayos políticos. El autor norteamericano inspira, de hecho, la línea Libros Salvajes, en la que el sello recoge textos de autores contemporáneos que reflejan su vida en mitad de la naturaleza, los ritmos que nos hemos hecho perder, las conexiones que hemos zanjado.

Como tantos otros, el del libro es un negocio rápido y de poco oxígeno

Uno de cada tres libros son devueltos. En el año 2018, en España se publicaron aproximadamente 214 millones de ejemplares de libros, de los cuales se vendieron alrededor de 161 millones. Hagan el cálculo. Una de las grandes incógnitas en el sector del libro es por qué España tiene uno de los mayores volúmenes de producción editorial, con un índice de lectura bastante anémico. "No está claro durante cuánto tiempo los editores y el planeta podrán seguir permitiéndose esta situación".

"En principio se diría que no sale a cuenta –continúa Rubén Hernández–. Pero tampoco debería salir a cuenta que los supermercados tiren comida por la puerta de atrás mientras hay gente que no tiene que comer... El problema es sistémico, el sistema es el problema".

El sistema de "deuda triangular" que vive el mercado del libro, en el que editores, distribuidores y libreros manejan débito flotante, no es ajena a un, digamos, mercado de valores volátiles. Pero el triángulo "no es equilátero": "Los editores recibimos el 45% del precio de venta al público de un libro –explica Hernández–. De ahí pagamos, más o menos, un 15% al impresor, un 5% al traductor, un 4% de maquetación, diseño, ilustraciones e imagen de cubierta, un 4% edición de texto y sucesivas correcciones ortotipográficas, un 5% de alquiler, almacenaje y gastos fijos. Como ves, de ese 45% que teníamos al principio, ya sólo nos queda un 12%. De ahí el 8% es beneficio del autor y el 4% es beneficio del editor. Es decir, el editor realiza toda la inversión que pone en marcha el proceso total de publicación, asume todos los riesgos (pues no puede devolver, como el librero, y exigir su dinero) y aún así, en el mejor de los casos, suele recibir la mitad que el autor. Si el tanto por ciento del autor es pírrico, ¿cómo calificamos el del editor?".

Parón. Reinicio. Y, ¿por qué no, reseteo?, vienen a decir los de Errata. Una decisión uno diría, simplemente viendo su catálogo, más que coherente. ¿Cuándo, si no? La mejor manera de luchar contra la saturación, dicta la lógica, es el mimo, la atención. Por supuesto, nadie tiene la fórmula del éxito: en el mundo editorial, como en cualquier otro, se está intentando trabajar a partir de una política de minimizar daños. La mayoría, reduciendo producción y tiradas, pero manteniendo los nombres de enjundia, en un verano como nunca se había visto en el mercado editorial. Casi todos, aprovechan este inesperado segundo acto para publicar, al por mayor o a detalle, títulos relacionados con pandemias, virus y otros bichos de guardar.

Marzo dejó huérfanos, en plena promoción, a pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz y Anagrama, que recupera para el carrusel estival los títulos de Cristina Morales (Introducción a Teresa de Jesús y Los combatientes). Colgada quedó La gran fortuna de Olivia Manning y, también, a medio aliento, Algo en lo creer, del norteamericano Nickolas Butler: para apostar sobre seguro, Libros del Asteroide lanza este mes  impactante Despojos, de Rachel Cusk. Mala fecha para ver la luz escogió también Baba Yagá puso un huevo (Impedimenta), de la autora de Zorro, Dubravka Ugrešic. En Destino, quedaron cojas propuestas como la de Ceisto Castro (Las brujas) y el recién salido premio Nadal (El mapa de los afectos). La baraja cayó sobre La bastarda, de Violete Leduc (Capitán Swing). Dos de los grandes autores de Siruela quedaron también descolgados: Fred Vargas (La humanidad en peligro: pasamos de la novela negra al ensayo negro, eso sí) y Jostein Gaarder (Simplemente perfecto). Y es de justicia mencionar a La curiosa librería (Pastel de Luna): un librito ilustrado homenajea a lectores y libreros y que acababa de salir de imprenta cuando todos nos encerramos.

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