Primeros relatos | Crítica

Extraños destinos

  • Inéditos hasta ahora en castellano, los 'Primeros relatos' de Joseph Roth reflejan ya la incurable nostalgia del narrador y su simpatía por las gentes humildes y desubicadas

El joven Joseph Roth (Brody, actual Ucrania, 1894-París, 1939) retratado en Berlín.

El joven Joseph Roth (Brody, actual Ucrania, 1894-París, 1939) retratado en Berlín.

Autor de algunos de los cuentos o nouvelles más hermosos y conmovedores de la literatura en lengua alemana, el austrohúngaro Joseph Roth, judío nacido en la periferia del Imperio de los Habsburgo y errante desde la desaparición de su añorado mundo de anteguerra, brilló muy alto en el género de la narración corta. De su mano salieron obras cimeras como El busto del Emperador, tan vinculada al recurrente tema del finis Austriae, o la semipóstuma Leyenda del santo bebedor, uno de los grandes relatos europeos del siglo XX. No todas las páginas de Roth alcanzan la perfección que logró en sus títulos mayores, porque el desterrado, en la fuga sin fin que sólo concluiría con su muerte prematura, escribió a destajo y siempre urgido por las entregas apremiantes, pero en cualquiera de ellas reconocemos la jovialidad, el talento narrativo y el peculiar encanto de un verdadero maestro en el viejo arte de contar historias.

Un fragmento de 'Chica con gato (Franzi)' (1910) de Ernst Ludwig Kirchner ilustra la cubierta de los 'Primeros relatos' de Roth. Un fragmento de 'Chica con gato (Franzi)' (1910) de Ernst Ludwig Kirchner ilustra la cubierta de los 'Primeros relatos' de Roth.

Un fragmento de 'Chica con gato (Franzi)' (1910) de Ernst Ludwig Kirchner ilustra la cubierta de los 'Primeros relatos' de Roth.

Frente a los tipos convencionales, el narrador siente debilidad por los "personajes y venturas singulares"

Publicados entre 1916 y 1928, según nos cuenta la joven traductora del precioso volumen de La Piedra Lunar, María González de León, los Primeros relatos de Roth abarcan la época en la que el todavía veinteañero ejerció como periodista en Viena y Berlín y más tarde, consagrado tras el éxito de Hotel Savoy, como corresponsal en Italia, la Unión Soviética o Francia. Dos de los que pueden datarse, "El alumno aventajado" (1916) y "Bárbara" (1918) se cuentan entre los más antiguos de los que se tiene noticia y son también los más conocidos por los lectores en alemán, que sólo recientemente han podido acceder al resto de las piezas, ciertamente menores pero no exentas de interés, reunidas en la colección. Al margen de las tramas, muy leves o casi inexistentes en los que no pasan de esbozos, los relatos reflejan la mordaz ironía de Roth y su crítica de la respetabilidad burguesa, el periodismo sensacionalista, las gentes acaudaladas o los profesionales del medro. Frente a los tipos convencionales, el narrador siente debilidad por los "personajes y venturas singulares", seres desubicados, a menudo de extracción modesta, que han sido arrastrados a "extraños destinos". El desarraigo, la nostalgia del orden, la memoria del hogar perdido, ponen en boca de uno de ellos lo que Roth no dejó de afirmar de mil maneras: "Ahora no he nacido en ningún lugar y no estoy en casa en ningún sitio".

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