Pablo Andrés Escapa. Escritor

"La Navidad, con su idealismo, nos levanta del plano medio de la realidad"

  • El autor leonés reivindica la imaginación y los "sentimientos altruistas" de estas fechas en 'Herencias del invierno', una colección de cuentos escritos con un lirismo "al servicio de la historia"

El autor leonés Pablo Andrés Escapa.

El autor leonés Pablo Andrés Escapa. / Isabel Wagemann

Como el copo de nieve, la luz de la estrella fugaz de Belén, el abrazo de un familiar o los buenos deseos. Así, con carácter de brevedad en su forma pero perdurables en la belleza, son los cuentos que acaba de publica el escritor Pablo Andrés Escapa (León, 1964) en el libro Herencias del invierno (editorial Páginas de Espuma). Acompañado por las evocadoras ilustraciones de Lucie Duboeuf, el volumen alberga una literatura con una inmensa capacidad de sugerencia en la expresión, con un atento cuidado por el relato que se desarrolla y con una lírica, muy perceptible, en la palabra y en los tonos. Conversamos con el escritor acerca de estas dos tradiciones: la Navidad y la propia literatura. Tradiciones que, unidas, nos han dado páginas, y lecturas, memorables.

–Irving, Chesterton, Dickens. ¿Por qué la Navidad es origen de tanta literatura excelente?

–Creo que es porque es un tiempo excelente, dentro del año. Hablamos de un tiempo con unas características especiales, me parece. Un tiempo donde predominan los sentimientos altruistas, la bonhomía, el idealismo; donde todo tiende más a lo espiritual, a lo trascendental. Estas circunstancias nos levantan del plano medio de la realidad, y eso es un ejercicio que siempre favorece a la literatura.

–Quizá también por lo que ambas tienen de fantasioso, de imaginativo, de ficción quizá.

–Sí. Estoy de acuerdo, sí. Esa parte también influye. No olvidemos que el propio relato evangélico tiene elementos que pertenecen a lo maravilloso, a lo fantástico. Empezando porque san José obra, en la realidad, al dictado de unos ángeles con los que sueña. Otros ángeles se aparecen a los pastores. Los reyes no son unos reyes cualquiera, son magos, reyes magos. Es decir, todo tiende o se asocia al mundo de la imaginación, del relato. Esa predisposición para creer en lo excepcional se da en estas fechas. Esto es otra baza para literatura.

–¿Es la estación más literaria?

–No lo sé, porque si pensamos en un escritor como Valle-Inclán, que tiene las sonatas, una por estación, concluimos que todas las estaciones son literarias en manos de un artista. Un buen escritor puede hacer literario cualquier tiempo.

"Lo que predomina en la Navidad es el consumo y el ruido, pero también hay gente que vive estas fiestas como refugio”

–Tiene el cuento la fama de género difícil. ¿Cuáles son las dificultades que a usted le plantea?

–El cuento es siempre un género exigente. Y requiere también de un lector con cierta preparación. Antonio Pereira, el cuentista leonés, decía que el cuento siempre necesita de lectores cómplices. Pero yo lo que le pido al género es, primero, contar algo, y después hacerlo con una serie de recursos. En el caso del cuento va a ir por favorecer la intensidad, la concentración, la capacidad metafórica del lenguaje, un cierto simbolismo, incluso una capacidad de experimentación. Todos estos elementos, juntos, tienen que traducirse en textos que sean breves pero muy concentrados. Ahí está la dificultad del cuento.

–Se intuye en su estilo una voz que tiende a lo lírico. Con una cadencia que recuerda al poema en prosa.

–Es que para mí lo poético es parte del género del cuento. Yo veo el cuento muy cercano a la poesía, entre otras cuestiones porque ambos géneros nacieron para la declamación, nacieron con la voluntad de fascinar a un auditorio. Los dos vienen de lo oral. Así, ambos tienen estos recursos comunes: la condensación, la concentración, la intensidad, la sugerencia… Lo que hablábamos. Pero eso sí: no quiere decir que esto derive en que el cuento tenga una prosa florida, sin más. No. El cuento tiene que estar al servicio de una historia. Tiene que haber narración.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

–En Herencias del invierno, los textos buscan el arranque veloz, que contribuye a captar la atención de los lectores. ¿Es un recurso deliberado?

–Todo eso viene determinado por la extensión del cuento. En ellos tienes que empezar con una especie de golpe de mano, que decía igualmente el escritor Antonio Pereira. No se puede demorar mucho el arranque o el comienzo, porque un cuento no es una novela. El cuento es un espacio más breve, claro. La fascinación del lector, por tanto, tiene que estar desde el principio. El recurso clásico del “érase una vez…” predispone al que lo escucha. Es una fórmula idónea y clásica para introducirte en un tono. De todas formas, no estoy de acuerdo con que todos los cuentos del libro mantengan ese recurso. En unos hay un espacio para la preparación de la voz que va a contar. Estoy pensando en Fuelle, por ejemplo. El arranque de este cuento va siendo paulatino, poco a poco. Lo que sí tiene es una entrada importante para crear un tono. Tono que luego se va a mantener en el resto de la historia. Un tono que exalta lo oral y que intenta enganchar por el oído.

–¿En sus cuentos le interesa mantener la oralidad?

–Mi conocimiento del género ha sido, antes que literario, oral. Mi padre nos contaba muchos cuentos. Luego fui leyendo a escritores de lo que podríamos llamar el noroeste peninsular –Galicia, Asturias, León–. Ahí ha habido una tradición oral, la del filandón, que ha pervivido más que en otras zonas. Esto posiblemente haya sido una herencia que ha dejado unas maneras.

–¿Qué lectura hace usted hoy de la Navidad?

–Mi impresión es que predomina ahora el consumo. La gente que haya sentido la Navidad, o que tenga una propensión a la espiritualidad y a lo humanístico, va a vivir la Navidad de una manera más privada. Porque lo predominante alrededor es el ruido, el consumismo… Pero bueno, esto no es de ahora. Llevamos unas décadas así. Lo que parece es que la tendencia va a más. La Navidad terminará siendo una especie de refugio personal para el que la quiera vivir en su esencia, la de lo íntimo, lo espiritual, la de lo pequeño que se hace grande… que es el ejemplo del nacimiento del niño que nace en Belén. La imagen del niño que va a ser el destino del mundo, pero que no es un rey, y que no nace en un palacio. Es alguien que nace en un establo. Esta esencia es la que se desdibuja en este aparato de tantas luces y de ofertas en Navidad.

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