Nuria Labari. Escritora

"El modo en que entendemos el trabajo está empobreciendo nuestra intimidad"

  • La autora publica ‘El último hombre blanco’, una novela sobre las estrategias que adopta una mujer para triunfar en el entorno laboral y sobre "el espacio simbólico de lo masculino"

La periodista y escritora Nuria Labari.

La periodista y escritora Nuria Labari. / Juan Carlos Vázquez

"Para mí", dice la protagonista de El último hombre blanco, la nueva novela de Nuria Labari, que publica Random House, "el Trabajo ha sido una experiencia queer radical. Arrancó en el colegio y consistió en convertirme en uno de ellos a golpe de ideología, obediencia y cincel. El proceso fue tan sofisticado y profundo que no precisó tratamiento hormonal ni cirugía. No hizo falta someterme a ninguna reasignación ni superar exámenes clínicos sobre disforia de género, porque la idea misma de Trabajo se limitó a pulir mi identidad, a hacerme desaparecer poco a poco". Labari (Santander, 1979) escoge para su nuevo libro, una certera radiografía de nuestro tiempo escrita con asombrosa inteligencia, a una mujer que sale de caza cada día que va a la oficina, que confunde el dinero con el amor y que en su ascenso constante experimenta una metamorfosis que habría inquietado al mismísimo Kafka.

–¿Cómo se llevó con su protagonista durante la escritura?

–Fatal [asegura sonriendo]. Porque tenía un personaje muy indomable, una mujer que iba a transitar hacia lo peor, al espacio simbólico que menos nos gusta de lo masculino, a cosas como la competencia, la ambición, el deseo de éxito. Es alguien lleno de contradicciones, que critica duramente el trabajo, pero que gana 300.000 euros. Cuando ella derrapaba, cuando empezaba a hablar desde un lugar tan poderoso, tan masculino, me sentía incómoda, pero yo necesitaba apostar por esa voz para trascender la denuncia elemental de las condiciones materiales del trabajo, ir más allá. Una narradora así me permitía poder hablar de más cosas y darle otra profundidad al texto, analizar cómo un empleo afecta a la identidad, preguntarme qué es lo que nos pasa, por qué el trabajo es un territorio tan masculino, y qué es lo masculino. Quería indagar en esas cuestiones con este libro, pero era un camino lleno de zarzas el que recorría.

–Algunos pasajes explican la postura que toma su personaje. "Porque eres mujer", se dice en el libro, "trabajarás más", habrá "menos posibilidades de que dirijas una empresa", los demás "mirarán tu cuerpo como si estuviera desnudo". Ser mujer, se concluye, "sólo puede ser una forma de esclavitud o de revolución".

–Creo que esas frases resumen bien la novela. Al final se trata de encajar en un mundo de hombres, con unas reglas que ya estaban puestas, porque hubo una distribución de funciones donde a las mujeres nos dejaron fuera de lo público, del poder, y de pronto nos dijeron que la igualdad era que ya podíamos ir también a jugar, pero sin que se repartiera ninguna igualdad en los cuidados y lo doméstico, una trampa, y nos señalaron también que como llegábamos tarde y las últimas íbamos a cobrar menos. Nos inventamos el mito de la superwoman, que es alguien que tiene que hacerlo todo y que va a enfermar física o mentalmente, que alcanza el éxito pero congela los óvulos para parir cuando dice el mercado. Ante todo eso queda la sumisión o la revolución. En las nuevas generaciones, por fortuna, ya se vislumbra lo segundo.

"Los trabajos mejor remunerados se hacen con la cabeza, y hemos olvidado que hay una dignidad en los cuerpos"

–La protagonista siente de niña que la expulsan del Paraíso cuando le indican que nunca podrá ser Michael Jordan...

–Ese episodio sí lo viví yo. Lo gracioso es que a mí me lo dijo alguien que tampoco podría serlo, porque alguien como Jordan, o como Nadal, es un marciano, un fenómeno. ¿Por qué tú por ser un niño puedes soñar en convertirte en algo así, si ni corres, ni saltas, ni tienes ninguna calidad en el tenis ni en el baloncesto? ¿Por qué tú puedes fantasear con eso y yo no? Ahí me dejó de interesar el baloncesto, se me cerró de golpe toda la NBA. Ahora hay entrenadoras, y mujeres que tienen otros puestos, pero entonces sólo había hombres. Son fundamentales las referencias.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro.

–El libro explora también cómo el éxito puede destruir las relaciones sentimentales. "Muchos de los problemas afectivos de nuestro tiempo", escribe, "no son más que accidentes laborales".

–La antropología estudia a las sociedades por cómo hacen las cosas, y eso es lo que nos define, como sociedad y como individuos, cómo hacemos las cosas. No es sólo que nos llevemos el trabajo a casa, es que nuestra intimidad se ve contaminada por las reglas del juego. Ella termina siendo una tipa muy vertical, muy poderosa, que se mueve por intereses o por la razón, y a la que le parece que el marido se enrolla cuando le cuenta las cosas. Creo que la manera que tenemos de entender el trabajo está empobreciendo, mucho, la intimidad de las personas.

–La madre de la protagonista dejó de tener un trabajo remunerado al casarse. Ha habido un gran avance en muy poco tiempo.

–Quería recordar de dónde venimos para que la gente comprenda de dónde sale esta tía, qué le pasa en la cabeza. Mujeres como ella han visto a madres, abuelas, con muchísimo talento y sin oportunidades de desarrollarlo. Es normal que las mujeres de mi generación nos dijéramos: Voy a salir de esa cocina. Yo he intentado con este libro hablar de eso y de otras cosas. He procurado hacer un feminismo que salpique al poder, porque el feminismo que nos han contado se adapta muy bien a la mujer víctima, a la mujer maltratada, a la mujer violada, algo absolutamente necesario porque ahí están los datos, pero a mí me interesa también una mujer poderosa que sea revolucionaria. Para el libro entrevisté a hombres que ganan medio millón o un millón al año, y ellos no ven que nada falle en el sistema.

"Nos dijeron que las mujeres podíamos ir ya al trabajo, pero nadie repartió los cuidados y lo doméstico"

–En el entorno que describe abundan los chistes machistas, las alusiones a las prostitutas.

–En los trabajos donde más dinero se gana se presume de que sólo se usa la razón, que sólo se necesita la cabeza. Es revelador que la representación de los hombres importantes se limite a un busto, o que se use la expresión cabeza de familia. Nos hemos olvidado de que los cuerpos tienen dignidad, que los trabajos que se hacen con ellos y no con la cabeza tienen un coste psicológico. Ocurre cuando alguien va de putas pero también, a otra escala, cuando pedimos un Glovo y hacemos que alguien pedalee por la ciudad con 45 grados para traernos a casa una hamburguesa.

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