Marta Sanz | escritora

"Las mujeres somos un colectivo condenado al comedimiento"

  • La autora de 'Clavícula' regresa con un ensayo titulado 'Monstruas y centauras' donde analiza con inteligencia y rigor los nuevos lenguajes del feminismo

Marta Sanz (Madrid, 1967) es escritora y doctora en Filología.

Marta Sanz (Madrid, 1967) es escritora y doctora en Filología. / Juan Carlos Muñoz

Marta Sanz (Madrid, 1967), una de las mejores escritoras de su generación, reflexiona sobre la huelga feminista, el manifiesto de las intelectuales francesas y la violencia machista en uno de los ensayos esenciales para entender el año que acaba y que ha publicado el sello Anagrama en su colección Nuevos Cuadernos. Conversamos sobre los principales asuntos que aborda un libro donde nunca decae el amor por el lenguaje y la sintaxis que caracterizan a la autora de La lección de anatomía, y de su curiosidad por los movimientos sociales y la agenda política de la España actual. La obra se presentó de la mano del Centro Andaluz de las Letras (CAL).

-¿En qué tradición se inscribe esta obra y por qué le urgía pronunciarse sobre este tema?

-Se inserta en la tradición del ensayismo clásico en la medida en la que es un libro que intenta proporcionar una mirada crítica de un tema de actualidad e intenta desdecir lo que ya no nos planteamos porque pensamos que son frases hechas y perfectamente acuñadas de nuestras formas de convivencia. Pero contiene además una perspectiva vivencial, que se une con la más libresca. Por eso al principio aparece la manifestación del 8-M adonde vamos juntas mi amiga Elvira y yo, y donde nos encontramos ficticiamente con autoras tan maravillosas como Mercè Rodoreda y Luisa Carnés.

-¿Cuánto hemos avanzado desde los días de Colometa, protagonista de La plaza del diamante?

-No tenemos que ser derrotistas ni desmerecer las luchas y los logros conseguidos por mujeres y por hombres feministas que vinieron antes que nosotras. En España la mujer ha dado pasos de gigante desde la Transición a los días actuales pero también es cierto que la crisis económica ha agudizado algunos de los problemas que las mujeres teníamos ya de antiguo y que tienen que ver con nuestra desigualdad. Es una vergüenza que en el siglo XXI siga habiendo violencia machista en el sentido criminal y que mueran mujeres casi a diario. Pero también es una vergüenza la brecha salarial, que nuestra tasa de desempleo sea mayor que la de los hombres al igual que la tasa de trabajo temporal no deseado, y que estemos más en riesgo de exclusión o pobreza que los hombres en las épocas de crisis. Y que los cuidados y las tareas domésticas se asocien sistemáticamente al hecho de ser mujer. En el marco de lo público y lo privado hemos conseguido mucho, hay gente concienciada, pero en épocas de crisis se exacerban comportamientos xenófobos o radicales en cuanto a la conculcación de los derechos humanos y eso no se puede permitir.

-¿Quiénes son las monstruas y centauras de hoy?

-Todas las mujeres que intentamos desempeñar nuestros trabajos con dignidad e igualdad, y compatibilizar nuestra vida pública con la vida diaria sin dejarnos la salud y la vida en ello. En mi libro anterior, Clavícula, hablaba de mi incapacidad de separar el dolor físico del dolor psíquico, y de la presión laboral que experimentaba como trabajadora autónoma autoexplotada. Y ese dolor era como el dolor de muchas mujeres que como yo hacen un sobreesfuerzo para sobreponerse. Esas son las monstruas y centauras de hoy.

-Refleja muchas maneras de ser feminista, desde Mary Beard -que trata de resignificar el concepto de poder- a Beyoncé.

-He intentado darle al feminismo un peso específico, de manera que pueda ser una palanca de transformación social integral. Pero mi perspectiva no se desvincula de mi perspectiva sobre las desigualdades de clase, raza y que tienen que ver con la salud. Todas esas desigualdades convergen en la medida en la que el capitalismo se ceba con los más frágiles, débiles y vulnerables. Tanto el machismo como la xenofobia son enfermedades de un sistema económico que hace que se perpetúen las injusticias y explotaciones de unos por los otros. Yo no quiero que el feminismo quede reducido al eslogan de una camiseta y pueda perder potencial transformador. Para mí el feminismo tiene que ver con la vida cotidiana de hombres y mujeres que vivimos en un sistema con muchos fallos y que deberíamos reformar hombro con hombro, o del brazo. La mía es una perspectiva global, una infraestructura económica injusta se refleja en una superestructura cultural, el patriarcado, que nos hace extremadamente infelices. Separar lo económico de lo cultural, los asuntos de clase con los que tienen que ver con el género, no me parece la mejor manera de plantear las cosas.

"Una sociedad libre y culta es la que enseña a leer a su ciudadanía y a que se entiendan los libros en su contexto"

-Muchas de estas páginas tratan de demostrar que los discursos feministas no están superados y, por el contrario, es muy necesario racionalizarlos.

-Estamos asistiendo al recrudecimiento de discursos que creíamos superados y por ello pienso que es conveniente intentar analizar las cosas de manera racional. El machismo es una dolencia grave de la sociedad en la que vivimos pero el feminismo no es una dolencia, es un discurso corrector para superar esa violencia extrema que mata a las mujeres y las condena a veces a vidas muy desgraciadas. Y luego también, cuando hablamos de la libertad y del empoderamiento de las mujeres, habría que tomar conciencia de cuáles son los parámetros reales de nuestra libertad y de dónde provienen nuestros deseos. Es ingenuo plantear que somos libres: nacemos donde nacemos, tenemos una carga cultural y una costra de historia a nuestras espaldas de la que nos tenemos que hacer conscientes para poder empezar a tomar decisiones libres y responsables.

-Era inevitable que el juicio a la Manada y el "no es no" llegara a su producción narrativa. ¿Por qué decidió pronunciarse sobre un tema tan espinoso?

-Me asustaron varias cosas pero especialmente la criminalización de la víctima y cómo a esa mujer se la demonizaba por no haberse comportado como Santa María Goretti e ir a una fiesta a divertirse. La criminalización de la víctima me parecía salvaje y me asustaba en la medida en que estos hombres estaban vinculados con instancias muy simbólicas en nuestra sociedad, y esa confluencia de símbolos que se ceban sobre el cuerpo de esta mujer criminalizada en su propia violación es de una potencia significativa estremecedora. Y luego me da mucho miedo que a veces se aproveche la violencia contra el cuerpo de las mujeres para que personas que no son sensibles a esa violencia subrayen sus argumentaciones más xenófobas o se ceben con otros marginados o excluidos de la sociedad.

"Es una vergüenza la violencia machista pero también que en el siglo XXI siga habiendo esta brecha salarial"

-Analiza la película Elle de Paul Verhoeven para, por un lado, rechazar el modelo de mujer empoderada que interpreta Isabelle Huppert pero también para reivindicar el humor negro. ¿Al feminismo le falta reírse más?

-Hay que reivindicar el humor y la carcajada, y el sacar los pies del tiesto, porque las mujeres somos un colectivo condenado al comedimiento, a medir siempre las palabras porque digas lo que digas va a estar mal y te van a culpabilizar por ello. Y hagas lo que hagas. Si me dejo los sobacos sin depilar soy neo-hippie y si mi depilo con láser soy una manirrota que se preocupa en exceso por su belleza; el problema es que siempre se hallará un argumento para desmerecer lo que haces en un sentido o en otro.

-¿Portavoz o portavoza? Usted es doctora en Filología y no le falta autoridad para meditar sobre el uso político del lenguaje.

-El lenguaje es permeable a la ideología hegemónica, del poder, y al igual que puede profundizar más en todas las brechas de la desigualdad nosotros podemos jugar con esa herramienta como instrumento de transformación política. Lo que resulta bastante curioso o estremecedor es que personas que habitualmente no se preocupan para nada por la lexicografía, la sintaxis y la gramática del español lo hagan por este tema y digan que el lenguaje no tiene la culpa. Cuando alguien comete de forma explícita una incorrección juguetona lo que hace es usar el lenguaje como herramienta política. Con el lenguaje podemos jugar y meter el dedo en algunos ojos y eso no es tan alarmante ni terrorífico. Ojalá la gente ejerciera la discrepancia, el juego o la agresividad desde el lenguaje y no lo llevara al territorio de las alcobas, los callejones o las salas de justicia.

"Simone de Beauvoir, Judith Butler y Virginia Woolf con su reflexión sobre el cuarto propio son referencias clave"

-Compartir lecturas es una actividad que entusiasma a Marta Sanz, nos dice en este ensayo, y resulta muy estimulante el capítulo en que enumera a las autoras cuya obra ha reseñado. ¿Qué escritoras han sido esenciales para su toma de conciencia feminista?

-Tengo una formación muy literaria en ese sentido y he leído en clave feminista a mujeres que no podían llamarse feministas porque no se había inventado el concepto. Recomiendo a todo el mundo que lea a María de Zayas para ver lo que era la violencia contra las mujeres en el seno del matrimonio. Ahora se ha publicado El encaje roto, un libro de cuentos donde Emilia Pardo Bazán habla de distintos tipos de violencia contra las mujeres ejercida de distintos modos: psicológica, malos tratos continuados, novios que asesinan a novias, discriminaciones... Para mí son referencias ineludibles Simone de Beauvoir, Judith Butler y, por supuesto, no podemos saltarnos a Virginia Woolf, que nos permitió reflexionar sobre la necesidad de tener un cuarto propio. Virginie Despentes es también una mujer transgresora con la que puedes estar más o menos de acuerdo pero que ayuda a abrir los ojos.

La autora presentó su ensayo con el Centro Andaluz del Libro (CAL). La autora presentó su ensayo con el Centro Andaluz del Libro (CAL).

La autora presentó su ensayo con el Centro Andaluz del Libro (CAL). / Juan Carlos Muñoz

-Como escritora que además es docente, ¿de qué modo se pueden trabajar los lenguajes del feminismo desde las aulas?

-Para mí el trabajo como escritora y como docente son absolutamente inseparables y creo que eso se refleja en Monstruas y centauras en la tercera parte del libro, cuando hablo de que una sociedad libre y culta es la que enseña a leer a su ciudadanía. No se trata de hacer prohibiciones ni índices de libros de texto o estímulos culturales sino de dotar al alumnado de estrategias de comprensión lectora que les ayuden a entender los textos en su contexto y a desarrollar su conciencia crítica. Eso es lo saludable para cualquier comunidad y absolutamente imprescindible en unos tiempos donde tendemos a descifrar todos los mensajes de manera literal, cuando en las artes y en las letras lo que siempre andamos haciendo es contar una cosa a través de otra. Hay que aprender y enseñar al alumnado a ver lo que hay al otro lado del espejo, por detrás de las superficies deslizantes. Y enseñarles que por el hecho de que yo escriba una novela en primera persona protagonizada por un violador no significa que haga apología del violador sino probablemente todo lo contrario. Hay escenas muy crueles en la literatura y en la Historia del Arte que no han buscado en ningún momento hacer apología de la crueldad sino al revés: tener una mirada transgresora sobre la crueldad que de alguna manera redunde en un posicionamiento ético en los receptores. Eso forma parte de nuestro trabajo y eso es tener una posición no puritana, no fanática, hacia la cultura y el mundo en que vivimos.

-En coherencia con esa idea, su condena a la ley mordaza es también evidente.

-Estoy en contra de la ley mordaza y además como escritora quiero tener la legitimidad para poder hablar desde mi propia voz y escribir textos autobiográficos donde se iluminen las pequeñas cosas, nimiedades y naderías de la vida cotidiana que se convierten en grandes gracias a cómo usamos el lenguaje de la literatura. Desde mi posición de escritora puedo cambiar los temas habituales de prestigio de lo literario y las maneras de entender y de aproximarnos a la realidad, y al mismo tiempo ejercer nuestro oficio con la misma competencia que los escritores hombres; podemos impostar la polifonía del mundo y hablar por la boca de los perros, de los gatos, los chinos... de lo que consideremos oportuno en cada caso. Durante mucho tiempo se pensó que las mujeres éramos incapaces de hablar de temas que no fueran de mujeres, que no estábamos preparadas y que no teníamos estilo. Yo defiendo que eso es mentira, que estamos preparadas y que lo podemos hacer. Pero a la vez abogo por no abandonar el otro espacio y hablar de cosas que tradicionalmente entraron en el espacio de lo femenino y feminista y que merecen ser contadas desde un texto artístico o literario.

-Antes de despedirnos, ¿cómo sigue su clavícula, asunto y título de una de los mejores novelas publicadas en 2017?

-Sigue mal porque el mundo sigue igual de mal. Por mucho que he tomado conciencia de que mi dolor físico es el efecto de la presión psicológica y del efecto de la forma de vida que llevo, sigo siendo una trabajadora autónoma autoexplotada y de vez en cuando tengo mis pinchazos de clavícula. Pero diría que no son tan malos en la medida en que me hacen tomar conciencia de cosas que no se me deben olvidar, y ahí está mi cuerpo para recordarlas. Esto, además, refleja bien una metáfora que recogen muchos de los libros que he escrito: que el texto es un cuerpo y el cuerpo es un texto.

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