De libros

El hombre sencillo

  • El periodista sevillano Francisco Reyero aborda en un libro de lectura absorbente, digno del mejor periodismo, las claves del fenómeno Trump, el león de circo devenido jefe de pista.

Trump. El león del circo. Francisco Reyero. El Paseo. Sevilla, 2016. 200 páginas. 17,95 euros.

Hay una idea que cruza la cultura occidental, acaso desde Parménides, y es ésta de que la verdad es sencilla. Todavía Einstein, al postular un vínculo entre las fuerzas de la Naturaleza, buscaba una solución sencilla (elegante, era su palabra) que aún desconocemos. De esta identificación, vieja como nosotros mismos, hemos dado en pensar que el hombre ama la verdad. Y sin embargo, lo más probable es que el hombre ame la sencillez, "lo claro y lo distinto" de monsieur Descartes, al margen de la veracidad de los hechos. Esa parece ser la ventaja de Donald Trump respecto de sus competidores: mientras otros manejan conceptos, sin duda más interesantes, pero menos obvios, el magnate neoyorquino arroja sus "verdades" elementales sobre un electorado ávido de claridad y firmeza. Y ello al margen de la ejecutoria, en absoluto ejemplar, del señor Trump, como explica en este libro electrizante y documentado el periodista Francisco Reyero.

Digamos que Trump utiliza en su beneficio eso que antes se llamó propaganda y ahora se llama publicidad y márketing. En cualquier caso, nos hallamos en el ámbito de lo volitivo, de lo irracional, y no el terreno del discurso. En este minucioso análisis del fenómeno Trump, Reyero maneja una formidable cantidad de datos, citas y testimonios, entre los cuales cabe destacar lo escrito por James Gordon Benneett, el fundador de The New York Herald, un periódico sensacionalista de mediados del XIX: "Los lectores están más dispuestos a leer seis columnas con los detalles de un brutal asesinato que el mismo número de palabras servidas por el genio del más noble autor de todos los tiempos". Esta misma evidencia, hoy rescatada por Trump, es la que llevó al gacetillero inglés Thomas de Quincey a escribir Del asesinato considerado como una de las bellas artes, y la que a primeros del XX infiltrará el discurso político, subyugando a las masas, frente a la complejidad del mundo, con un rama brutal y anticipada del entertainment. Según Reyero, ahí radica el éxito de Trump; en la conversión de los mass media, y destacadamente de la televisión por cable, en un espectáculo sentimental, donde la truculencia y el show han sustituido paulatinamente la labor analítica e informativa del periodismo. Con una diferencia de grado, sin embargo, que señala la magnitud y el alcance del problema; mientras las televisiones pensaban que Trump era su producto, su clown, su león enjaulado, lo cierto es que son las televisiones quienes sirven, entre la adulación y el lucro, a este león de circo, devenido jefe de pista.

Son muy cuantiosos los indicios que ofrece Reyero sobre el origen especulativo y fraudulento de la fortuna de Trump. A pesar de ello, no parece que esto importe en absoluto a su electorado. Lipovetsky o Bauman hablarían aquí de una mutación posmoderna, sin dar mayores explicaciones, y dejando que el Apocalipsis gravitara sobre sus lectores. Sin embargo, la explicación de dicho fenómeno está más cerca de Eco y de aquella queja doméstica que recogía en su temprana Obra abierta: "¡Hay que ver esta televisión, que no me deja ni planchar!". Trump es el fruto refinado y mendaz de ese doble proceso: del poderoso magnetismo de la televisión y los nuevos medios virtuales, que colonizan el imaginario del espectador; y de la realidad opaca, fragmentada, sentimental, que dichos medios ofrecen bajo el nombre genérico de entertainment. Sobre esa confusa mezcla de asombro y estupefacción se alza la robusta efigie de un hombre lleno de certezas. Certezas que, naturalmente, adquieren la fórmula del eslogan, y cuyas brutalidad y sarcasmo no hacen sino ofrecerle el aspecto de "verdad desnuda".

De este modo, la extravagancia de Trump funciona en su favor, presentándole como un outsider, como un hombre providencial, que dice lo que todos callan. Basta recordar las alocuciones televisivas de Jesús Gil para comprender este paradójico mecanismo social que, en pos de la seguridad, se dirige al desastre. Al fondo, en cualquier caso, se hallan los resortes de la publicidad y la naturaleza anímica, prerracional, de sus mensajes. Podríamos decir, pues, que Trump es el último eslabón de eso que Galbraith llamó, a finales de los años 50, la sociedad opulenta. Una sociedad que necesita vender lo que produce; y en consecuencia, una sociedad urgida y alentada por lo publicitario. Trump, sin embargo, ha conseguido poner todo esto a su servicio. Y es este enigmático giro el que Francisco Reyero explica en un libro celérico y absorbente, digno del mejor periodismo.

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