Cultura

El general invierno

  • 'La campaña de Rusia'. Conde de Ségur. Trad. Vicente Corbi. Espuela de plata. Sevilla, 2015. 416 páginas. 22 euros.

El presente libro del conde de Ségur no pretende la exactitud ni la equidistancia; su considerable éxito, a primeros del XIX, se debió tanto a su tono lírico como a una obvia glorificación del Sire. El propio Stendhal, el ponderado y objetivo Marie-Henri Beyle, incurrió en este pecado en más de una ocasión, firmando dos biografías de Bonaparte. El profesor Moreno Alonso, sin embargo, nos recuerda en su prólogo el cúmulo de errores y pertinacias que empujaron a la Grande Armée, probablemente uno de los ejércitos más colosales de todos los tiempos (algo más de seiscientos mil hombres y sus innumerables pertrechos), a perecer entre la inanición y el frío, tras de cruzar triunfante una Europa entregada al genio militar y la pulsión jurídica del Gran Corso.

La campaña de Rusia coincide con la Guerra de la Independencia en España (1812), y ambas encaminarán al Imperio francés a su abrupto final en tierra belga, del que ahora se cumplen dos siglos (la batalla de Waterloo se dio a mediados de junio de 1815). En cualquier caso, el notable interés de esta obra, firmada por un testigo próximo a la aventura militar del Sire, no es tanto la vigorosa y oportuna relación de los hechos de armas de aquella campaña, cuanto el influjo que la figura de Napoleón tendrá durante más de un siglo. La propia campaña de Rusia relatada por Ségur servirá de ejemplo más tarde para medir los errores de Adolf Hitler, cuando acometa similar empresa (la operación Barbarroja), a comienzos de junio de 1941; si bien es cierto que Napoleón no hacía sino repetir los pasos -los malos pasos- de Carlos XII de Suecia en la batalla de Poltava, a primeros del siglo XVIII. Napoleón, decíamos, fue uno de los vectores determinantes del imaginario cultural del XIX y aún del XX. Ni su Código Civil ni su agilidad estratégica son suficientes para alcanzar una explicación de su mayúscula importancia histórica. Emil Ludwig, en su biografía, lo compara a Goethe cuando ambos se encuentran, camino de Moscú, probablemente. Pero si Goethe fue una cima de la Ilustración, abierta ya al abismo romántico, Napoleón es una fuerza legisladora consumida por la ambición y electrizada por el genio. Napoleón es, en suma, el arquetipo de romántico, enfrentado a los elementos y sepultado por ellos. Estas páginas de Ségur contribuyen, incluso en la derrota, a formar esta poderosa imagen, no exenta de verdad, que subyugó a su siglo.

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