Las frías noches de la infancia | Crítica

Demencia en Estambul

  • Tezer Özlü emprende en ‘Las frías noches de la infancia’ (Errata Naturae) un poderoso y emocionante paseo por la memoria

Tezer Özlü (Kütahya, 1942 – Zúrich, 1986).

Tezer Özlü (Kütahya, 1942 – Zúrich, 1986). / D. S.

Ha leído uno lo suyo acerca de autores turcos inspirados en la Turquía moderna, laica y centrifugadora, impulsada por Atatürk rodado ya el siglo XX. Entre el paso de la nueva Turquía y la Anatolia profunda, vieron la luz la obra de muchos escritores que, en sí mismos, son el reflejo de este desanclaje cultural entre modernidad y tradición otomana. Así, entre otros nombres que aún hoy resultan desconocidos, figuran el gran Sait Faik, Orhan Kemal, Halide Atip Adivar, Yusuf Atilgan, Sabahattin Ali o, estos ya más recientes, Asli Erdogan, Burhan Sönmez, Perihan Magden o Nedim Gürsel.

La escritora Tezer Özlü (Küthaya, 1942-Zúrich, 1986), hermana del también escritor Demir Özlü, es el reflejo de esta anomalía social, cultural y política que vivirá la Turquía de su tiempo. Quiere decirse el nuevo país republicano que va de la transición del agro a las urbes fabriles, caso de Esmirna, la recrecida Estambul o el ectoplasma nuevo y aséptico de Ankara.

Nos ha sorprendido este poderoso retal de la memoria escrito por Tezer Özlü y que publica en España Errata Naturae. Igual que su novela Viaje al final de la vida (aún sin traducir), Las frías noches de la infancia merodea por los recuerdos de una mujer acosada por conatos de suicidio y otros abismos. En algún que otro pasaje se describen sus distintas estancias en psiquiátricos, caso del hospital de Sisli, en Estambul, donde la autora padeció abusos y terapias de electroconvulsión ("Los retretes siguen oliendo a esquizofrenia. Quien conoce ese olor lo sabe").

Nacida de padres laicistas, maestros de profesión, Las frías noches de la infancia parte, como reza el título, del frío helador que hacía en la casa de Estambul donde discurrió la niñez da la escritora, próxima a la mezquita Fatih, rodeada de pisos de cemento y de terrenos hechos picadillo en lo que fuera la simiente de la otrora Constantinopla. Los años de adolescencia van más allá de las rugosidades de la edad (el extrañamiento, el desdén existencial, el sexo primerizo, el asqueamiento vital). Es aquí donde afloran los primeros raptos suicídicos.

Hay fogonazos mentales intensísimos donde la vida aflora con su pulsión y sexualidad

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro.

La juventud, poco después, oscilará entre los temibles ingresos en clínicas psiquiátricas, el canto a la vida en libertad y un afán contestatario en lo político (antes y después del golpe militar de 1971), pero que se mezcla, en general, con una visión existencialista del mundo, entre Sartre y un ideal enternecedor de revolución ("El existencialismo, que tanto armoniza con el gris azulado del Mármara").

El trajín del recuerdo (Ankara, Berlín, París, la Turquía mediterránea) convergen, mayormente, en los sorprendentes bodegones de paisajes que hace la autora sobre el Estambul de la época. Más que postales literarias, lo que hace Özlü se nos antojan fogonazos mentales, intensísimos, donde la vida, pese a todo, aflora con su pulsión y su sexualidad.

La autora falleció de cáncer de mama seis años después de escribir este libro admirable. Ni que decir tiene que gran parte de su efecto literario se debe a la meritoria traducción de Rafael Carpintero Ortega (ausente, incomprensiblemente, en la última novela de Orhan Pamuk Las noches de la peste: se nota).

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