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‘Doce soles. Encélado’, un curso para convertirse en astronauta

  • Amaya García y Alberto Mínguez publican una novela juvenil sobre unos adolescentes enviados a una misión espacial, una ficción con la que quieren demostrar que la ciencia es "maravillosa"

Amaya García Arregui y Alberto Mínguez Espallargas, en una fotografía promocional de ‘Doce soles. Encélado’.

Amaya García Arregui y Alberto Mínguez Espallargas, en una fotografía promocional de ‘Doce soles. Encélado’. / Clarice Mínguez García

"Éramos un hatajo de desgraciados que acababa de perderlo todo. Ignorábamos lo que vendría después y, peor aún, si habría un después. Da igual que tengas doce años o treinta y nueve: cuando vas a la deriva por un presente incierto, cada ola te parece ser la última y eso te puede hacer soltar los remos". Los protagonistas de Doce soles. Encélado (Edebé), la novela que han escrito Amaya García y Alberto Mínguez, viven una odisea impropia de su edad. Chicos y chicas de distintos países han sido seleccionados por la agencia WASA para una campaña divulgativa que quiere atraer a los jóvenes hacia la astronomía. Gracias a una simulación en la que participan, una réplica de la versión adulta que viajará realmente al espacio, podrán soñar con ser los tripulantes de un cohete, pero el destino provoca que ese sueño se convierta en pesadilla y despegue la nave que no debería haberlo hecho. ¿Un ataque informático, un fallo mecánico, un error humano? No se sabe. Lo único claro del trayecto que tendrá que hacer ahora el transbordador Sila V, con los inquilinos equivocados, es que debe ir hasta Saturno y usar su gravedad para dar media vuelta. 

Encélado, la primera entrega de una serie que continuará con otros volúmenes, no habría existido si García y Mínguez no hubieran sido padres de tres niños, Clarice, Lou y Robin, "sin los cuales nunca hubiéramos soñado con niños que van al espacio", señalan en los agradecimientos. "Nosotros le leíamos mucho a nuestra hija Clarice cuando tenía tres años", recuerda Mínguez, "los libros típicos de esa edad, que se acaban enseguida, y nos pedía que se los leyéramos una y otra vez. Estábamos un poco cansados, y en esa época cayó en nuestras manos un ensayo de Santiago Alba Rico, Leer con niños, en el que el autor narraba cómo su hija no paraba de llorar y él no sabía qué hacer, andaba desesperado, hasta que un día le dio por leer la Divina Comedia. ¡Era una cría de ocho meses! Pero, seguramente porque él se relajaría, la niña paró su llanto. Convirtió eso en costumbre después del éxito, claro, y encadenó varios clásicos de la literatura, y luego vino su segundo hijo, y extendieron ese hábito al desayuno, a la cena, a cada hueco que tenían... Decidimos probar con nuestra hija, y funcionó. Era como si viésemos una serie: seguíamos a la noche siguiente en la parte de la historia donde lo habíamos dejado el día antes, y esos textos nos fueron ayudando, antes con Clarice y después también con los otros hermanos, Lou y Robin, a explicarles el mundo. Los niños están acostumbrados a escuchar cosas que no entienden del todo bien, pero pillan más de lo que creemos".

Amaya García (Barcelona, 1988) es doctora en Historia de la Ciencia, y Alberto Mínguez (Sevilla, 1979) catedrático de Álgebra y de Teoría de los Números en la Universidad de Viena. Llegó un momento en que las inquietudes de la pareja entraron en aquella ecuación. "Por nuestra desviación les hemos leído libros de ciencia  ficción y fantasía, devoramos la saga de Harry Potter, nos adentramos en Tolkien, en Ursula K. Le Guin... Y nos tocó la fase en que cualquier niño siente fascinación por el espacio, pregunta por las estrellas. Clarice nos dijo que quería una historia de astronautas, y nos pusimos a buscar y no había nada adaptado para jóvenes, porque la ciencia ficción suele ser dura, árida, o cuando se destina a un público más adolescente es fantasía pura", analiza García. "Queríamos algo de astronautas con un cierto realismo, que se le pudiese relatar a unos niños, y un día pensamos que igual nosotros podíamos escribir esa novela, crear una historia en la que los jóvenes fueran los protagonistas, esos astronautas".

“A nuestros hijos les encanta ‘Harry Potter’, pero aquí no hay magia, hay ciencia”, aseguran

¿Cómo orinan los tripulantes de un cohete? ¿Qué comes cuando formas parte de una misión espacial? Doce soles describe toda esa logística en busca de la verosimilitud. "Sol, la protagonista, que es de Sevilla, es una niña normal metida en una situación extraordinaria, pero no tiene superpoderes, no es así como las cosas se resuelven. A nuestros niños les encanta Harry Potter, pero en este libro no hay magia, hay ciencia, y queríamos demostrar que es maravillosa", expone Mínguez, que defiende que "si tú das clases, si escribes un libro, no tienes sólo que transmitir conocimientos, tienes que motivar a los receptores. Creemos que la ficción ayuda a ese entusiasmo. Cuando veíamos Indiana Jones, los chavales de mi generación queríamos ser arqueólogos... Nosotros no explicamos nada, no queremos enseñar con esta obra, pero sí motivamos a los lectores para que quieran saber más".

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro.

"Es verdad que hay ciertas nociones de la ciencia que los malos divulgadores no saben, o no han sabido, cómo hacer llegar a quienes son más de letras, pero hay ciertos contenidos científicos que son apasionantes, muy bonitos y relativamente fáciles de aprender si se explican bien", añade por su parte García. "Ahí la protagonista y narradora nos ha ayudado mucho, porque ella misma aprende conceptos como qué es la franja de habitabilidad en un sistema solar, los tipos de gravedad, qué es una luna helada, cómo funcionan las fuerzas de marea... Y también le cuenta al público lo bonita que es esta luna de Saturno a la que llaman la perla del Sistema Solar porque brilla muchísimo...". La NASA ha elegido Encélado como una de sus prioridades por la posibilidad de que exista vida allí. ¿Qué opinan García y Mínguez al respecto? ¿Creen que no estamos solos? "Bueno", responde Mínguez, "a nosotros nos gusta recordar una frase de Carl Sagan, que decía que si no hay vida en los otros planetas... ¡cuánto espacio se ha desaprovechado!".   

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