Cultura

La construcción del ciudadano

  • 'EL CIUDADANO CONTRA LOS PODERES'. Alain. Trad. Joaquín González. Tecnos. Madrid, 2016. 464 páginas. 25 euros.

Alain, nom de plume de Émile Chartier, fue el pseudónimo que escogió este profesor de filosofía del Lycée Henri IV para firmar sus célebres Propos en la prensa francesa de la III República. Cabe pensar que, con este sencillo ardid, muy usado en la época, Alain pretendía separar su obra, su pública repercusión, de la vida del profesor Chartier y su existencia doméstica. Y sin embargo, no es cierto. En su excelente estudio preliminar, el profesor Eloy García explica el motivo último de este enmascaramiento, en absoluto trivial: mientras que el profesor Chartier instruye a sus alumnos en un juicio sólido, capaz y matizado (esto es, los convierte en verdaderos ciudadanos), el ciudadano Alain ya es sólo un particular que ofrece su visión, su mirada política, sobre los asuntos del mundo.

Esta visión antagónica, o si se prefiere, secuencial, de la instrucción y la política, es uno de los puntos cruciales en su pensamiento, y uno de los ejes sobre los que gravita su concepción de la República. El otro es el Estado. Un Estado que considera como freno a las pasiones de la muchedumbre, pero también como vehículo de promoción e igualación social (no en vano, Alain fue becario). Sobre esta doble base, Alain sustenta la idea del ciudadano que debe caracterizar a la III República, y cuyo influjo en el pensamiento de la primera mitad del XX sería determinante. Para él, un ciudadano lo es en tanto que no se deja gobernar pasivamente. Y es tarea principal del ciudadano (formado en un criterio autónomo) la de impedir que el poder, su natural propensión a perpetuarse, ocurra en su perjuicio.

Una de estas formas de perpetuación, a la que Alain presta particular atención, es el gobierno de los técnicos, que elude subrepticiamente la intervención política. Este recelo de la técnica es una idea que atraviesa el XIX y llegará a su ápice con la Grand Guerre. Aun así, es el preciso deslinde entre la diligencia técnica y la decisión política, tan actual, lo que aquí se pone de relieve. En ese matiz reside, acaso, todo el talento de Alain: en la noble comprensión de la naturaleza y el ámbito de la política.

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