Belén Gopegui. Escritora

"La ligereza no implica alejarse de lo real, sólo busca hacer el mundo más vivible"

  • La autora vuelve con 'Existiríamos el mar', una novela sobre gente que reivindica el apoyo mutuo en tiempos de adversidad.

  • "No podemos obviar la tristeza, pero sí dejar de darle tanta cancha", dice la novelista.

La novelista Belén Gopegui (Madrid, 1963).

La novelista Belén Gopegui (Madrid, 1963). / Marta Calvo

"En su vida, sin embargo, y es una descripción más que una queja, hay bruma, complicaciones, las cosas suelen girar en torno a la necesidad de no perder, que no se parece a ganar, sino a mantenerse en esa zona donde no hay victorias ni derrotas absolutas y donde la tensión cansa. Eso no es lo que ella entiende por una promesa", se lee en Existiríamos el mar (Random House Mondadori), la nueva novela de Belén Gopegui, otro libro en el que la autora de Tocarnos la cara o La conquista del aire retrata con su lucidez acostumbrada el momento que nos ha tocado vivir. Cinco personas en torno a los 40 años encuentran en la posibilidad de compartir piso la alternativa a una ciudad inhóspita, pero esa armonía muestra fisuras cuando una de las inquilinas, la única que no tiene trabajo, abandona su habitación y desaparece. Así arranca una historia que reivindica la esperanza frente al cinismo y defiende, como sostenía Brecht, que en los tiempos oscuros hay que cantar y procurar hacer el mundo más habitable.

–Sus personajes conviven en un piso colectivo, pero no sólo por limitaciones económicas. Son como náufragos que encuentran en ese inmueble un refugio.

–Han tomado la decisión, de alguna manera, sin decirlo así pero llevándolo a cabo, de convertir el inmueble en refugio. Es muy abudante en la sociedad el mecanismo conocido como agresividad desplazada: si alguien poderoso hace daño a alguien más débil, esa persona a su vez se desahoga haciendo daño a otra aún más débil. Los personajes deciden dar la vuelta al mecanismo, tratarse bien entre ellos y luchar contra quienes, desde el poder, generan o no evitan hacer daño.

–A Jara el paro, se dice en el libro, no la deja ser. Ella siente que cuando le preguntan qué hace le están preguntando, en realidad, que quién es. Nuestra identidad está condicionada por el trabajo.

–Tal como están las cosas, sí. No tendría que ocurrir así necesariamente. Pero hoy el trabajo es la manera de mantenerse, y si no te mantienes, caes y ¿qué sociedad es esta que no comprende que somos una sola cosa, que si alguien cae caemos todos con él?

"En las novelas y series el trabajo de los personajes no interesa si no son detectives, policías o médicos"

–En una entrevista en RNE aseguraba que no entendía que en los cánones de la narrativa convencional se considerara pertinente describir las cejas o el físico de un personaje pero se omitieran las condiciones en las que éste trabajaba.

–Sobre todo me llama la atención la prohibición implícita del canon literario y de la industria audiovisual. El trabajo ocupa casi la mitad de la vida consciente de una persona con una jornada de ocho horas; sin embargo, está ausente de la mayoría de las narraciones, salvo si el trabajo consiste en ser detective, policía o médico de una serie de televisión. Algunas pocas veces aparece, pero a menudo de un modo idealizado que no permite interpretar bien el mundo que nos rodea.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro. / D. S.

–El libro habla del movimiento sindical, de su evolución hacia otras formas de activismo. "Tienen que reagruparse", se dice en el libro, "no pueden dejarse llevar por el desaliento". En los agradecimientos incluye a las personas y colectivos que actuaron durante lo peor de la pandemia.

–Estamos en tiempos oscuros y vienen tiempos más oscuros; en los tiempos oscuros, decía Brecht, también se cantará. Y además de cantar habrá que organizarse, porque el agotamiento de los recursos y de la capacidad de este planeta para soportar los residuos se puede resolver bien con mayor igualdad, con más vidas razonables para toda la población, o bien con mayor desigualdad y más sufrimiento injusto. La organización de quienes más van a sufrir puede impedir que suceda lo segundo. Las personas que actuaron durante el período más duro de la pandemia muchas veces ya estaban organizadas antes, ¿cómo no agradecer todo ese trabajo contracorriente?

–A Ramiro le gustan las novelas de espías porque hablan de gente "luchando por algo grande". Porque por mucho que uno quiera hacer algo se siente pequeño frente a la corrupción, el cinismo, el abuso de los poderosos...

–En toda vida hay cierto hambre de epopeya, por eso la ficción es tan poderosa, porque en la realidad cada vez tenemos menos capacidad de acción. Pero ahora es más necesario que nunca convertir la impotencia en potencia. Además, quienes corrompen y quienes ejercen el cinismo y el abuso son muchos menos, y lo saben.

–Sus personajes andan en la cuarentena y afrontan el dilema de si quieren y pueden tener hijos. Y aquí de nuevo las circunstancias económicas son determinantes...

–En la reproducción siempre hay un momento de liarse la manta a la cabeza sean "casi" cuales sean las circunstancias, pero ese casi es importante, hay personas que realmente no tienen apenas margen de maniobra. La sociedad que permite que suceda se está suicidando.

"En los tiempos oscuros, decía Brecht, también se cantará. Y además de cantar habrá que organizarse"

–Jara quiere llevar a una manifestación una pancarta que reza: "¡Abajo lo dramático!". Sus protagonistas están perdidos, buscan un plan B que no identifican, pero usted cierra su historia, su "peripecia sin incendios", con ligereza y algo de esperanza, como si hubiese querido apartar también la tristeza.

–Le agradezco esta observación en especial porque me hace pensar que el libro logra transmitir algo de lo que buscaba. No se trata de cerrar los ojos a la tristeza, pero sí de no darle más cancha de la que ya tiene y construir ligereza. La ligereza no implica, como se pide desde algunas ideologías, apartarse de la realidad, la que imagino se dedica a transformarla en una dirección vivible. Y recuerda que la realidad nunca es estática.

–Hace unos años sacó la edición conmemorativa del cuarto de siglo de La escala de los mapas. ¿Cómo fue el reencuentro con ese libro? Puede decirse que a lo largo de su trayectoria ha mantenido la fidelidad a sí misma, pero ¿cómo vio entonces a la narradora que empezaba?

–Con asombro, quizá ya desde entonces pensaba que las palabras no son nunca del todo nuestras. Quienes así pensamos no eludimos la responsabilidad, sabemos que formamos parte de algo más amplio. Por eso mismo no hay autodestrucción que no sea destrucción de alguien más, ni hay cinismo que no recaiga sobre otras personas. Por eso, lo que sabemos viene de lo que nos transmitieron. Cuando escribí La escala de los mapas ya conocía al filósofo sevillano Juan Blanco, el mayor maestro que tuve y tendré jamás, y he tenido otras y otros muy grandes –de una grandeza que no suele coincidir con el reconocimiento oficial–. Escribí entonces para honrar siquiera muy levemente todo lo que nos enseñaba; así procuramos seguir, con todos los altos y bajos, las chapuzas, los errores y los deslumbres que somos.

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