Cultura

Oscuridad y lenguaje

  • 'METÁFORA Y MEMORIA'. Cynthia Ozick. Trad. Ernesto Montequín. Mardulce, 2016. 432 páginas. 22 euros.

Creo haber dado noticia aquí de Los papeles de Puttermesser, la celérica novela de Cynthia Ozick, donde da muestras de su facilidad para la erudición burlesca, así como de una inteligencia de la que, legítimamente, se envanece. Los ensayos que aquí se recogen, bajo el título de Metáfora y memoria, exhiben aun en mayor grado esta potencia intelectiva de la norteamericana, si bien no viene aplicada ya a una finalidad satírica, y sí a la clarificación de un linaje literario, de un concepto de la literatura, de la que ella misma es deudora, exponente y heredera.

Las páginas dedicadas a Henry James y a Kafka son, en este sentido, un magnífico tributo a sus dioses domésticos. Y lo son no sólo en tanto que páginas dirigidas a su propia tradición; no sólo en cuanto que escrutinio de una huella ajena, sino por la extraordinaria sagacidad con la que hostiga y acorrala a su presa. Digamos, pues, que Ozick tributa a Kafka en su limpio y deslumbrante raciocinio; y paga su óbolo a James en la demorada, en la exhaustiva prosecución de sus objetivos. Dichos objetivos, por otra parte, son la propia naturaleza de la escritura (el ensayo dedicado al ensayo es excelente), y ciertas formas de la modernidad que entorpecen con hermetismo una pronta elucidación de aquello que nos transmiten de modo tácito, opaco o balbuciente. ¿Qué es eso que asoma, sin expresarse, en el último James de Otra vuelta de tuerca? ¿Qué intransitividad esencial es la que aqueja a un Kafka que se dice, que se sabe, de algún modo, exterior a su lengua? Aquí cabría señalar un lugar común de la cultura del XIX-XX, que afectó también a Hugo von Hofmannsthal, a Walter Benjamin o al propio Meyrink. Me refiero a la percepción de la insuficiencia del lenguaje, y a la Naturaleza como entidad cerrada, adversa, inescrutable. Ozick, en cualquier caso, no acude a este tropo cultural, y sí razones de índole personal que no desdicen, sino que corroboran una angustia, un terror, una sospecha, que compartieron muchos autores de aquella hora.

El gran talento de Ozick reside precisamente ahí: en una extraordinaria atención a los detalles, y a la retícula que esos detalles trazan en la vida y en el obrar de un artista.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios