'Mujeres en la oscuridad' | Entrevista

Ginés Sánchez: "Mis personajes han venido al mundo a sufrir"

  • El autor murciano ahonda en los límites de su escritura en 'Mujeres en la oscuridad', donde disecciona las relaciones amorosas a partir de una profesora universitaria, una prostituta y una fotógrafa

Ginés Sánchez (Murcia, 1967), fotografiado en una visita reciente a Sevilla para promocionar 'Mujeres en la oscuridad'.

Ginés Sánchez (Murcia, 1967), fotografiado en una visita reciente a Sevilla para promocionar 'Mujeres en la oscuridad'. / Belén Vargas

Ginés Sánchez (Murcia, 1967) es uno de esos autores que atesoran una escritura en filo. Que duele. Hay en sus historias una precisión que no se recrea en nada, pero aun así queda algo que imanta bien en su narrativa, que envuelve, que retiene, donde asoma un cuidado casi artesanal por la frase ajustada, por la palabra exacta. "El estilo es más importante que la historia. Para mí es algo irrenunciable", asegura. Mujeres en la oscuridad (Tusquets) es su quinta novela: la historia en crudo de Julia, Miranda y Tiff.

–Antes de escritor trabajó de abogado en Murcia, de recepcionista en Sicilia, de guía turístico en La Habana, de camarero en Dublín, de responsable de un proyecto de conservación de tortugas en Costa Rica… Esa biografía debe imprimir carácter, ¿no?

–Mi vida ha sido una permanente búsqueda de vocación. Empecé a trabajar en el mundo del Derecho, pero aquello era un remedo de vida. Al final, encontré a qué quería dedicarme: la literatura. Hasta llegar ahí, he atesorado un fondo de vivencias que me permiten escribir desde muchos puntos de vista. He pisado muchas calles, me he montado en muchos autobuses y he estado muy solo. Todo eso, para escribir, es muy importante.

–¿Es el estilo, la voz propia, la gran conquista de un autor?

Mujeres en la oscuridad es mi quinta novela en Tusquets y todas tienen un estilo que, creo, se puede reconocer, aunque cada una con matices. A trabajar esa voz es a lo que me he dedicado desde que supe que podía ganarme la vida como escritor.

–¿Qué características tiene su escritura? ¿Cuál es su sello?

–Todas mis historias podrán ser más o menos importantes, pero sí son honestas. Muy honestas. La potencia y la intensidad son también claves en mi escritura. No me gusta que las frases suenen a hueco, a puro vacío. En una novela todas las palabras son, en mi opinión, importantes.

–En ese sentido, ¿qué novedad le ha aportado Mujeres en la oscuridad?

–Desde el punto de vista del estilo, es una vuelta de tuerca a mi anterior novela, Entre los vivos. Aquel libro era una disección al microscopio de un determinado personaje, todo desde un prisma muy fantasmalizado, con entradas y salidas de la cabeza, diálogos interiores… En Mujeres en la oscuridad, esa manera de hacer las cosas está llevada casi, casi al extremo con los tres personajes. Sobre la temática, he querido hacer una novela muy ambiciosa sobre las relaciones íntimas, exploradas como si pudiéramos hacer en ellas un corte transversal, una copia en tres dimensiones. El leit-motiv, claro, son las historias de amor, si bien hay una trama de corrupción; también sicarios, soledades...

–De su nueva novela se ha destacado su perspectiva femenina. ¿Está de acuerdo?

–Al principio, pensé que estaba escribiendo sobre tres mujeres que creían ser felices, pero, con el tiempo, les descubrí una serie de desajustes, esa oscuridad a la que se refiere el título. Ahí está la mirada que me parece realmente potente: ellas, en realidad, están muy solas. Viven en el interior de un silencio desesperado. Mujeres en la oscuridad es una novela de temática femenina, sí, pero nunca aparto la mirada de los hechos más desagradables. Aunque así sean, están recogidos.

–De la lectura de la novela queda la sensación de que ha querido poner a las tres protagonistas –Julia, Miranda y Tiff– en peligro y ver cómo reaccionaban...

–Para que haya una historia, tiene que existir un conflicto. Así que mis personajes, todos, han venido al mundo a sufrir. Las tres protagonistas de Mujeres en la oscuridad están jugando con el peligro. Han hecho cosas o se han relacionado con personas que pueden ser una amenaza. Pero todos, en nuestra vida, realizamos cosas parecidas. Por ejemplo, ¿quién no ha superado el límite de velocidad en una carretera? ¿O ha conducido con tres o cuatro copas? En esos momentos, nosotros hemos estado también rondando el peligro. Es verdad que no suele pasar nada, hasta que ocurre, y tu vida, entonces, se va a la mierda. Es lo que le ocurre a las protagonistas de la novela: ellas están rondando el peligro, viven al borde del daño.

–Por encima de todo, es una novela de personajes.

–Así lo creo, sin duda. La novela está focalizada sobre ellas y todo lo demás está como desdibujado. A la hora de escribir, quería atender a las tres protagonistas, explicarlas bien, y dejar la trama en que se ven envueltas en segundo plano. La trama mafiosa es un backstage de la historia. La corrupción ya está explicada en los periódicos, en los informativos de televisión, pero no la reacción de las personas que la ven alrededor.

–Ha dicho que no es muy distinto hacer un personaje femenino de hacer un asesino en serie. Explíquese, por favor.

–Quería decir que no es el género, sino los atributos los que hacen a los personajes. Por ejemplo, Tiff en Mujeres de la oscuridad. Ella no es una simplemente una chica, sino una chica de 20 años que tiene un pasado y unos problemas familiares; fotógrafa, que viene de un grupo de poliamor... En ese sentido, es lo mismo que construir un sicario: tiene que tener una edad, unas motivaciones y una historia concreta.

Mujeres en la oscuridad arriesga en la estructura. Hay dos relatos en paralelo que anidan, uno, en el pasado y otro en el presente de las tres mujeres.

–En realidad, ellas viven un nuevo nacimiento. Quizás no lo saben o quizás aún deben aprenderlo, pero todo lo que les pasa las va a convertir en otras personas. Con ese juego entre pasado y presente, quería marcar que la historia las ha llevado al momento en el que sus vidas han saltado por los aires. Como autor, reconozco que planteo al lector un esfuerzo importante, donde tiene que estar despierto, muy atento, pero, creo, le merecerá la pena. Es cierto que dibujo a los protagonistas a través de una polifonía de voces –diálogos, recuerdos, sueños–, pero también que siempre, en la novela, está sucediendo algo, que todo es pura acción. Siempre está pasando algo.

–¿Acaso esa apuesta también explica la puntuación de las frases, que usted casi retuerce, llevándola al extremo?

–Es un gusto por la oralidad. Concibo mis novelas para ser leídas en voz alta. Como la poesía.

–Su esfuerzo ha recibido el respaldo de la crítica. Han dicho de usted que es "una de las voces más originales e interesantes de la reciente novela española".

–No sé si es realmente así, pero el estilo es innegociable. Al menos, para mí. En mis libros no hay una simple exposición de hechos. El estilo es más importante que la historia. Dicho esto, mis historias, creo, son interesantes. Nadie podrá decir que son aburridas, aunque, eso sí, a lo mejor exijo a los lectores más esfuerzo que otros a los que no voy a nombrar.

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