Gatuperios | Crítica

Gatuna dignidad

  • Este delicioso ensayo breve nos presenta al gato como un personaje heroico, capaz de sobrevivir a las más apesadumbradas afrentas, a la par que suspicaz

Ilustración de Manuel Alcorlo para 'Gatuperios'.

Ilustración de Manuel Alcorlo para 'Gatuperios'.

En este tiempo de renuncias a la compañía de familiares y allegados, habrá muy pocas personas, que viviendo con uno, estén dispuestas a renunciar a la compañía de su gato. Si las autoridades lo impusieran, se armaría un escándalo y los amantes gatunos, ancianas y frikis incluidos, tomarían las calles hasta que se anulara la orden. Si usted tiene a este animal en casa, lo entenderá perfectamente y estará de acuerdo conmigo; si no, para qué explicarlo.

Y es que el mundo se divide claramente, no entre los que prefieren los gatos a los perros, o viceversa, sino entre quienes tienen gato en casa o no. O mejor dicho, los que viven en casa de un gato o no, pues es bien sabido que ellos no tienen dueños sino pacientes servidores. Si es de los segundos, de los que nunca han convido con la sigilosa quietud del bigotudo, Gatuperios, de Antonio Pau, le resultará como poco curioso. Si es de los que comparte su vida con la distante mascota, este libro será la confirmación de sus más benévolas experiencias y de sus más inquietantes expectativas.

Cubierta de la obra. Cubierta de la obra.

Cubierta de la obra.

Para empezar, y como bien nos relata Pau en este delicioso ensayo breve, nos enfrentamos a una criatura displicente y conmovedora al mismo tiempo, una fiera en miniatura que parece imbuida del espíritu de la contradicción: ese que la lleva a no hacernos el más mínimo caso si requerimos su presencia y a reclamarnos, con la insistencia de la que solo un gato es capaz, que le prestemos la atención debida cuando así lo solicita.

No hay, en palabras de Pau, "animal más digno que esté condenado a una vida más indigna", aunque todas las penurias y desavenencias que lo persigan "no harán nunca de un gato un ser vulgar", como ya nos advirtiera la escritora Colette, y ella sabía muy bien de lo que hablaba.

El autor nos presenta al gato como un personaje heroico, capaz de sobrevivir a las más apesadumbradas afrentas, a la par que orgulloso y suspicaz. De su mullido pelaje solo pueden disfrutar los privilegiados seres que le rinden pleitesía, por más que ellos se consideren equivocadamente sus dueños. A sus malas pulgas felinas, a sus arrebatos de ira y a su a veces solo fingida ferocidad está expuesto todo aquel que se cruce inoportunamente en su camino.

El escritor y jurista Antonio Pau Padrón (Torrijos, 1953). El escritor y jurista Antonio Pau Padrón (Torrijos, 1953).

El escritor y jurista Antonio Pau Padrón (Torrijos, 1953).

Pau conoce bien el paño, lleva desde pequeño conviviendo con estos seres egocéntricos y caprichosos y la presencia felina en su vida marca el hilo conductor de este libro, que es a la vez ensayo y doble biografía: la del autor y la de sus gatos.

Los que piensen que un libro sobre gatos es una mera fruslería se equivocan, al menos en este caso, porque el autor consigue llegar muy lejos persiguiendo pequeños maulladores. Para empezar, viaja al mundo de su infancia marcada por el gato que vivía en la botica de su abuela. Siempre en el umbral de la puerta, este gato golfo y goloso, que se perdía por los tejados en busca de los manjares de las vecinas, ocupaba siempre el espacio intermedio que separaba la botica de la rebotica. Y es que los gatos son expertos en deambular entre dos mundos, el que les procura el mullido almohadón o el regazo tibio y esa selva impenetrable en la que luchan con seres invisibles que les dan la noche y les obligan a dar contundentes carreras por los pasillos o las plazas. Pero la presencia del gato en este mundo infantil no es anodina ni inocua. Su existencia marca el ritmo y espacio de esos días y sus correrías desatan un escalofriante episodio en torno a una sardina.

Pau recorre también la presencia de estos felinos en un puñado de obras de arte relevantes

El gato de la infancia, el gato en la memoria, se transmuta en otros gatos concretos a lo largo de la vida del autor y se reviste de un indudable carácter simbólico. Pau hace un breve pero emocionante recorrido por la presencia de gatos en un puñado de obras de arte relevantes. Desde el paciente gato blanco que contempla -espectador de excepción- a una doncella ensimismada en la confección de una guirnalda en un lienzo del siglo XVI firmado por Hans von Kulmbach, al gato negro que parece recién aterrizado en la cama en la que descansa la imponente Olympia de Manet y que "el autor añadió después de terminado el cuadro para romper el estatismo de la escena". Se detiene el autor, entre otros, en el gato blanco de Franz Marc, con el que el pintor logró captar "no solo la forma del gato, sino toda la dulzura del gato". También en el autodenominado "rey de los gatos", Balthus, para acabar el recorrido en un pintor contemporáneo y amigo: Manuel Alcorlo, del que se incluyen dos dibujos en el libro.

Cierra este intenso paseo por las interioridades gatunas que es Gatuperio una encendida nota de Álvaro Pombo sobre estos seres nada comunes. En ella se define como incondicional adepto de estas criaturas y realiza un poético esbozo de su compañero de días: un gato negro antracita, que tiene, como debe tener todo gato según T.S Eliot, tres nombres, aunque casi nunca responda, por pura insubordinación, a ninguno de ellos.

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