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Divino fracaso

En la populosa constelación de los heterónimos pessoanos, el nombre de Álvaro Coelho de Athayde, decimocuarto barón de Teive, aparece íntimamente vinculado al de Bernardo Soares, autor del Libro del desasosiego que según parece figuraba entre los mismos papeles que contenían el "único manuscrito" atribuido al primero, La educación del estoico, con el que el magnum opus de Pessoa guarda un indudable parentesco. Editado por Siltolá en traducción del narrador y poeta Manuel Moya, al que debemos versiones del propio Libro, de las poesías reunidas de Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis, o de los Cuentos completos del portugués, la obra de Teive es más bien un opúsculo, concebido, como señala Julio Moya, en una época especialmente fecunda de la trayectoria del autor -hacia 1928, año de composición del memorable poema Estanco de Campos: "No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada..."- que coincidía con una de sus periódicas recaídas en las "ondas negras".

De algún modo Pessoa proyectó en el lúcido barón de Teive, un hombre moralmente agotado que ha decidido poner fin a sus días, la pulsión suicida que nacía de sus insatisfacciones y desengaños, pero también de una incapacidad para vivir -hay por lo demás en ambos una cierta complacencia en el fracaso- que se refleja bajo distintas máscaras en muchos otros lugares de su drama em gente. Llevando a la muerte a su trasunto, habría evitado matarse él mismo, como hiciera años antes su amigo Sá-Carneiro o décadas atrás Antero de Quental, al que Teive, extremadamente racional y por ello enemigo de toda clase de efusiones, reprocha aquí su patetismo. El orgullo aristocrático, la inadaptación, la conciencia de la inutilidad del esfuerzo, la problemática relación con el amor y el sexo, son rasgos del barón que vinculan a la criatura -en rigor, como Soares, un semiheterónimo- a la tortuosa personalidad del creador, igualmente golpeado por la pérdida de la madre, por la sensación de haber llegado a un callejón sin salida y por la impotencia para dar a su escritura una forma acabada.

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