Cultura

Croacia, el ángulo negro

  • Djikic, una de las mejores voces de la nueva literatura balcánica, pone en solfa la exculpación que los croatas hacen de los albañales de su historia

La guerra civil, el odio tribal y repentino por el vecino, suele prolongar su espantajo por largo tiempo. Se cumplen ahora 25 años del inicio de la descomposición de la vieja Yugoslavia (los nostálgicos incurables hablan de Yugostalgia). "Soy yugoslavo, luego me desmiembro", escribía Sasa Stanisic, autor de Como el soldado repara el gramófono y referente de la última literatura balcánica.

Miljenko Jergovic (La casa de nogal, Freelander), Velibor Colic (Los bosnios, Sarajevo ómnibus) o Igor Stiks (La silla de Elías) pertenecen también a esta generación literaria que surge tras el trauma. El sarajevino Aleksander Hemon brilla con especial talento en medio de la vaciedad sentimental que, por encima de todo horror, dejó la guerra balcánica (1991-1995). Pero Hemon no aborda la cruda secuencia de la guerra desde el plañido. Se centra más en lo que esta experiencia ha deparado, como idea de mundo portátil, de vaga expatriación, pero donde siempre cabe el humor y un escepticismo jocoso. De ahí, por ejemplo, su teoría metafísica sobre la "bosniedad", como él la llama, lo que le permite escribir "libros tristes para gente con sentido del humor".

El autor que ahora glosamos se inscribe en la citada nómina de escritores. Ivica Djikic (Tomislavgrad, 1977, Bosnia-Herzegovina), es periodista y escritor bosnio-croata. Vive y trabaja en Zagreb. Desde la capital contempla cómo Dalmacia, la turística Croacia del resol y la brisa adriática, se convierte de forma imperceptible, en apenas treinta kilómetros, en la triste Bosnia. Desde la heroica revista Feral Tribune hizo frente al férvido nacionalismo que condujo a la guerra. Debemos a Djikic esta otra aproximación crítica a la idea de croaciedad (no se asusten, por favor). En Cirkus Columbia (2011), en Soñé con elefantes (2013) y, ahora, con La repetición, el autor vuelve a asomarse a los albañales de la muy católica Croacia. El país ha estado gangrenado en los últimos años por la corrupción, el crimen organizado y el abuso honorífico -y pecuniario- de quienes combatieron en la llamada guerra por la patria.

Cirkus Columbia, llevada al cine por Danis Tanovic, se vale de la metáfora de un tiovivo para sugerir la idea de un mundo ya extinto a través de un emigrante croata que, poco antes del estallido de la guerra, regresa a Bosnia tras haber hecho fortuna en Alemania (lo acompañan su despampanante esposa y su gato Bonny). Más negra y policiaca nos resulta Soñé con elefantes. Aquí, bajo una pestilencia estatal y mafiosa, se narran los entresijos que depara el asesinato de un antiguo oficial, quien en medio de un silencio ominoso no deja de hablar con imprudencia de fosas comunes y túrbidos chanchullos.

El último libro que nos llega de Djikic es, pues, La repetición. Una editora -Dijana Lovric- viaja en coche de Zagreb a Bosnia-Herzegovina, al monasterio de franciscanos de Rama-Scit, para ultimar una lustrosa monografía que tiene pensado publicar sobre el histórico enclave. La nieve la atrapa en mitad de la travesía. Por puro azar se ve obligada a pernoctar en casa de la desconocida familia política de su novio, Marko Kelava, antiguo periodista y aireador de corruptelas políticas (trasunto quizá del propio Djikic). Ahora, debido a la presión, trabaja como pinche en un restaurante para sibaritas en Zagreb. Su familia, católica y bosnio-croata, acoge a Dijana en su casa de Duvno, bajo la nevosa noche del invierno.

Anka, hermana de Marko, mantiene un negocio fúnebre por internet. Se dedica a llevar velas y flores a los cementerios de la zona, en atención a las peticiones formales que le llegan por correo electrónico desde el extranjero. Sin hacer distingos de credo, Anka visita las estelas de los cementerios musulmanes y los camposantos ortodoxos. Un misterioso deudo le ruega que deposite once rosas blancas sobre un pradal de los alrededores de Duvno. La memoria de la guerra en Bosnia sigue presente pese a la finta que algunos quieren hacer sobre el ayer reciente. De modo que un día una pedrada revienta el cristal de una ventana en casa de los Kelava. Primer aviso.

Dos encrucijadas del ominoso pasado se fusionan aquí, merced al contratiempo que la nieve provoca durante un viaje de trabajo en coche. Por un lado, la paletada de olvido que se quiere arrojar sobre los horrores croatas cometidos en la guerra de los 90. Y por otro, retrocediendo a la Segunda Guerra Mundial, los sucesos acaecidos en 1942 en Rama-Scit, donde los partisanos yugoslavos prendieron fuego al monasterio, que había quedado convertido en fortaleza de los croatas ustachas (los malvados conniventes de los nazis). Más tarde, partisanos y chetniks serbios llevarán a cabo su protocolaria matanza. O sea, ayer como hoy. La monografía artística que tenía pensada Dijana sobre el historiado monasterio no había previsto este oscuro goterón del pasado.

En uno y otro caso Djikic pone en solfa la exculpación que los croatas hacen del negro pormenor de su historia. En esta novela, como en las otras, lo hace con un giro moderno, intenso y valiente, cargado de retrospectiva.

la repetición

Ivica Djikic. Traducción de Maja Drnda y Christian Marti-Menzel. Sajalín Editores. Barcelona, 2016. 15 páginas. 14,50 euros

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