Estambul Estambul | Crítica

Memorias del subsuelo

  • Entre ecos de Dostoievski y el 'Decameron', Burhan Sönmez entrega una estupenda y onírica fábula urbana a través de cuatro turcos que esperan la hora de su muerte

El escritor turco Burhan Sönmez (Ankara, 1965).

El escritor turco Burhan Sönmez (Ankara, 1965). / D. S.

El nombre de Burhan Sönmez (Ankara, 1965) se une al de una miríada de escritores y periodistas que conforman históricamente lo que podríamos considerar un canon a la turca. Quiere decirse que hablamos de toda una tradición literaria y política de tema carcelario.

Dicho canon habría arrancado sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial con el gran poeta comunista Nâzim Hikmet y los novelistas Orhan Kemal y Sabahattin Ali (cuya estupenda novela Madonna con abrigo de piel publicó recientemente el sello Salamandra). Hace ya unos años leímos Cielo negro, mar negro (Lengua de Trapo) de Izzet Celasin. Su autor sufrió años de trena tras el terrible golpe de Estado de 1980 del general Kenan Evren. Y, ayer mismo como quien dice, dimos cuenta por aquí del libro de Ahmet Altan Nunca volveré a ver el mundo (Debate), basado en la experiencia del autor en la súper cárcel de Silivri.

Decíamos que el nombre de Burhan Sönmez lo asociamos al de una larga ristra de escritores enjuiciados, exiliados o encarcelados con la gigantesca purga ejecutada tras la asonada de julio de 2016 contra el Gobierno de Erdogan (el citado Altan, Can Dündar, Güray Öz o incluso el líder kurdo Selahattin Demirtas, durante cuyo encierro ha escrito su propio libro de relatos). Por su parte Sönmez, que es escritor, profesor, abogado y miembro del internacional Pen Club, vive hoy como tantos otros colegas bajo la rutinaria opresión del ojo de cíclope.

No obstante su novela Estambul Estambul, publicada en 2015 y traducida ahora directamente del turco por Minúscula, se basa en la experiencia carcelaria del propio autor. Sönmez fue detenido y torturado a los 19 años, durante la aterradora era de Kenan Evren. En su reseña biográfica leemos también que fue nuevamente encarcelado en 1996, un año antes del llamado golpe posmoderno contra el primer Gobierno considerado islamista y liderado por Necmettin Erbakan (mucho antes, por tanto, de la actual noche de Erdogan).

Si somos prolijos en los detalles políticos no es porque queramos avinagrar el descanso dominical a nadie. Simplemente descubrimos a los profanos esta dualidad entre el devenir político de la moderna Turquía y buena parte de su literatura. Incluso el leidísimo Nobel turco Orhan Pamuk sitúa en el inmenso centro penitenciario de Silivri parte de su última novela, La mujer del pelo rojo.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

En Estambul Estambul hallaremos un doble homenaje al subsuelo existencial de Dostoievski y a los relatos de El Decameron de Boccaccio, en el que los personajes del clásico florentino, como aquí en la novela de Sönmez, se cuentan historias acosados por la muerte, si bien logran disiparla con chanzas y bromas. Cuatro personajes (un médico, un joven estudiante, un barbero y el viejo Küheyhan) comparten durante diez días (diez jornadas discurren en El Decameron) una lóbrega celda de tortura de un centro de interrogatorios. El centro se halla en los subsuelos de Estambul, que sirve de alegoría infernal de la vasta ciudad, demediada por la belleza y la maldad, la melancolía y la destrucción. De hecho Estambul es en sí misma un quinto personaje.

Sönmez no sitúa la tortura policial respecto a una época política concreta. Podría ser cualquier etapa opresora, que mirara al pasado lo mismo que a un futuro distópico. El humor, decíamos, igual que la remembranza (cada personaje cuenta una historia íntima), atenúa la crudeza con la que se narran las torturas infligidas a los detenidos.

Entre las muchas sevicias se practica incluso la crucifixión, lo que nos lleva a la cita del final del libro del místico persa Mansur Al-Hallaj (siglos VIII-IX), padre místico de Mevlâna. Por su heterodoxia islámica (fue seguidor del profeta Isa, el Jesús del cristianismo) sufrió horca, crucifixión y mutilación. "El infierno no es el lugar donde sentimos el dolor, sino el lugar en el que nadie oye nuestro sufrimiento", dice Al-Hallaj.

La vida en Estambul discurre como los diabólicos flujos de las aguas del Bósforo. De norte a sur la corriente fluye por la superficie, pero de sur a norte la corriente se mueve virulenta por el fondo marino. Estas fuerzas opuestas revierten sobre el ánimo físico y espiritual de Estambul. Puede decirse que revierte también en el subsuelo de la urbe (el underground) y la mecánica vital de la ciudad (el overground).

De este juego, de este díptico de contrarios se alimenta la estupenda fábula urbana que plantea Burhan Sönmez. A ratos nos ha recordado pasajes oníricos de El libro negro de Orhan Pamuk (recordemos las secretas galerías de maniquíes del maestro Bedii en el subsuelo de la Torre de Galata). Hemos querido ver también algún guiño a la parodia del tiempo planteada por el gran Ahmet Hamdi Tanpinar (El Instituto para la Sincronización de los Relojes).

El gusto por la oralidad de tradición oriental y el encaje en la modernidad estilística de Occidente forman aquí el híbrido, el doble relato de horror y de amor que contiene Estambul Estambul.

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