1939 Exilio republicano español

Deber de memoria

  • Editado por Juan Manuel Bonet, Manuel Aznar Soler e Idoia Murga, el catálogo se suma a la ya larga lista de referencias bibliográficas que han recuperado la galaxia del exilio republicano

Exiliados civiles atravesando los Pirineos, 1939.

Exiliados civiles atravesando los Pirineos, 1939. / Archivo Histórico del PCE

En sólo unos años habrá pasado medio siglo del regreso de los últimos exiliados del 39 y el panorama de los estudios en torno a su legado ha cambiado mucho desde entonces, cuando entre otros formidables retos la democracia restaurada tenía por delante la obligada tarea de rastrear, fijar y reconocer la contribución de lo que Bergamín llamó la España peregrina. No es que hubieran faltado hasta entonces iniciativas encomiables, pues como se ha repetido en los últimos tiempos hubo más conexiones de lo que habitualmente se piensa entre los desterrados y los españoles del interior, pero fue necesario esperar al final de la interminable dictadura para que la cultura oficial, las universidades, las publicaciones periódicas y el mundo editorial emprendieran una labor de rescate a gran escala que iniciaron obras pioneras como El exilio español de 1939 (1976), en seis volúmenes coordinados por José Luis Abellán, y recibió un impulso decisivo con la fundación en 1993 del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) de la Universitat Autònoma de Barcelona, dirigido por Manuel Aznar Soler. Este último dirige asimismo la Biblioteca del Exilio que de la mano de Renacimiento y su editor Abelardo Linares está llevando a cabo una recuperación sistemática donde se alternan obras de los propios exiliados y estudios de conjunto, entre los que se cuenta el monumental Diccionario biobibliográfico de escritores, editoriales y revistas coordinado por el propio Aznar Soler y José-Ramón López García, que ha supuesto la recopilación más completa hasta la fecha.

Llegada del buque 'Sinaia' a Veracruz, el 23 de julio de 1939. Llegada del buque 'Sinaia' a Veracruz, el 23 de julio de 1939.

Llegada del buque 'Sinaia' a Veracruz, el 23 de julio de 1939. / Fundación Pablo Iglesias

Más allá de los escritores, intelectuales y artistas conocidos, hubo muchos otros hombres y mujeres anónimos

Al hilo del LXXX aniversario de la derrota y el comienzo de la diáspora republicana, la magna exposición comisariada por Juan Manuel Bonet, uno de nuestros mayores críticos de arte y literatura, se ha acompañado de la publicación de un excelente catálogo diseñado por Alfonso Meléndez que presenta en edición impecable los contenidos de la muestra y añade casi medio centenar de artículos –"49 miradas"– en los que otros tantos estudiosos, coordinados por Manuel Aznar Soler e Idoia Murga Castro, reúnen aproximaciones encuadradas en seis bloques temáticos: Campos de concentración franceses y campos de exterminio nazis, Artes, Literatura y cultura, Ciencia, pensamiento y sociedad, Nacionalidades históricas y Geografías del exilio. Es una historia muchas veces contada la que protagonizó el medio millón largo de españoles que integraron las filas del éxodo republicano, pero más allá de los escritores, intelectuales y artistas conocidos, hubo muchos otros hombres y mujeres anónimos, la mayoría de los que formaron parte de la tristísima Retirada, cuyos rostros endurecidos, sonrientes o demacrados nos miran desde las conmovedoras imágenes que han consignado el paso de la frontera, la reclusión en los campos, las travesías oceánicas o la vida cotidiana en los lugares de destino.

El estudio del exilio concierne al conjunto de la nación a la que nunca dejaron de pertenecer los desterrados

Usando de la precisión y el rigor a que nos tiene acostumbrados, Bonet introduce el catálogo con un texto de intención panorámica que vale por una apretada monografía, Para un mapa del exilio republicano, donde quedan perfectamente definidas las coordenadas espaciales y temporales de una emigración masiva que en muchos casos, como reflejan los contenidos de la exposición, fue documentada por sus protagonistas. Solemos asociar la producción del exilio a la literatura y las artes plásticas, pero se trata de un legado casi inabarcable que abarca muchos otros terrenos como el teatro, la fotografía, la música, el cine, la radio, la danza, la edición, la traducción o la tipografía, además de las ciencias, la filosofía o las ciencias sociales, abordados aquí en aproximaciones específicas que atienden también a las lenguas minoritarias de la península, a las aportaciones de las mujeres en varios frentes y a la realidad de algunas de las principales colonias de exiliados en París, Toulouse, México o la Unión Soviética.

Los Reyes saludan a Dolores Rivas Cherif, viuda de Azaña, en la embajada de España en México, el 20 de noviembre de 1978. Los Reyes saludan a Dolores Rivas Cherif, viuda de Azaña, en la embajada de España en México, el 20 de noviembre de 1978.

Los Reyes saludan a Dolores Rivas Cherif, viuda de Azaña, en la embajada de España en México, el 20 de noviembre de 1978. / Manuel Hernández de León | EFE

Recuerda Bonet la fuerte carga simbólica y el impacto emocional que causaron las imágenes de los exiliados volviendo al país que habían abandonado hacía tanto, y poco después o por esos mismos años, en noviembre de 1978, la del caluroso saludo de los Reyes a la viuda de Azaña, Dolores Rivas Cherif, en la reabierta embajada de España en México. Como luego las del regreso del Guernica, que de hecho no había estado nunca entre nosotros, la foto venía a cerrar un ciclo o mejor dicho abría otro en una clave distinta y esperanzadora. El estudio del exilio fue entonces y sigue siendo hoy, como bien señala el comisario, un "deber de memoria", asumido por la sociedad como una deuda pendiente que concierne no sólo a los herederos directos de una u otra ideología, sino al conjunto de la nación española a la que nunca dejaron de pertenecer los desterrados y cuya cultura contribuyeron a enriquecer desde una lejanía sólo física. En la envenenada hora actual, el mensaje de reconciliación que presidió aquellos años de reencuentro y reconstrucción –"nos hemos matado ya demasiado", como dijo Claudio Sánchez Albornoz– no ha perdido, sino más bien al contrario, un ápice de su vigencia.

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