Arte

Carlos Berlanga. El creador que esquivó el aburrimiento

  • Una exposición reclama estos días en Sevilla el lugar de privilegio que el cantante y compositor merece también en la escena artística

Pablo Sycet ante un retrato de Carlos Berlanga (de Jesús Ugalde) con el músico caracterizado como Audrey Hepburn.

Pablo Sycet ante un retrato de Carlos Berlanga (de Jesús Ugalde) con el músico caracterizado como Audrey Hepburn. / Juan Carlos Vázquez

"A mí me aburren los discos de grupos en los que todas las canciones son iguales", le confió una vez Carlos Berlanga al periodista Rafa Cervera. "Prefiero tocar varias posibilidades, me divierte más e imagino que a la gente también. Creo", dijo entonces el componente de las bandas Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides y Alaska y Dinarama, "que el eclecticismo es un estilo en sí mismo". La historia de Berlanga (Madrid, 1959-2002), cantante, compositor y letrista, facetas en la que se convertiría en un icono del pop español, pero también dibujante y pintor excepcional, fue una feliz colisión de aventuras diversas con las que el creador huyó del tedio de lo predecible. La exposición Carlos Berlanga. El eterno retorno reivindica en Sevilla –en el Espacio Santa Clara, hasta el 5 de marzo– esa vertiente artística eclipasada por la música y explora las muchas vidas de este hombre siempre inspirado. "Tengo la sensación de que su obra, pictórica y musical, se le caía de las manos en un parto espontáneo y sin dolor. Estaba dotado", opina Pedro Almodóvar en el catálogo de la muestra. 

"Aunque tuviese fama de vago, era un creador compulsivo y estaba siempre dibujando", señala Pablo Sycet, uno de los compañeros de viaje en la intensa y breve biografía de Berlanga y coleccionista de un legado que ha difundido en diferentes muestras. El artista onubense recuerda como prueba de esa creatividad febril de su amigo que cogiera las invitaciones  de exposiciones ajenas y las completara con sus propias ilustraciones, tarjetas que se exhiben en Santa Clara entre las 200 piezas que se encuentra el visitante, fotografías, pinturas, dibujos, obra gráfica, bocetos y diseños que Berlanga concibió para su carrera musical, fondos pertenecientes entre otras instituciones a la Fundación Olontia –que preside Sycet– o a la colección privada de Almodóvar. 

El artífice de la exposición rememora a Berlanga dos décadas después de su fallecimiento, el 5 de junio de 2002 por una enfermedad hepática provocada por su adicción a las drogas y al alcohol, como un ángel que "inexplicablemente" nunca dejó de batallar con sus demonios.  "Lo tenía todo para haber albergado un gran concepto de sí mismo", asegura el especialista. "Era alto, guapo, de buena familia y con muchísimo talento, y sin embargo cargaba con muchísimos complejos", evoca Sycet, para quien "Carlos fue la persona de más talento que me he cruzado en mis 69 años de vida. Y con una diferencia abismal, porque todo aquello en lo que quiso probar lo supo hacer. Se fue demasiado pronto, pero no sé si él tenía esa idea romántica de que llegar a viejo no tenía sentido".

Una sala de la exposición, con el cartel de 'Matador' y de un concierto de Alaska y Dinarama. Una sala de la exposición, con el cartel de 'Matador' y de un concierto de Alaska y Dinarama.

Una sala de la exposición, con el cartel de 'Matador' y de un concierto de Alaska y Dinarama. / Juan Carlos Vázquez

Carlos Berlanga. El eterno retorno repasa la personalidad audaz y en constante reinvención de un artista "con resonancias a Cocteau y las pinturas minoicas de Creta", como ha apuntado Almodóvar, para quien el autor realizó el cartel de Matador; un creador que adopta la expresividad del cómic –y da vida a personajes como Elena Nito o Nylon de Kooning– o la elegancia de la moda en el trazo de sus mujeres sofisticadas, que filtra desde su acusada sensibilidad, en sus cuadros, la herencia cubista y  la fantasía generosa de De Chirico o Dalí. Una indagación poderosa que quizás no obtuvo el eco que merecía, aunque la faceta artística de Berlanga protagonizara exposiciones y se viera en ARCO. 

En la memoria colectiva, el madrileño sigue siendo el responsable, junto a Nacho Canut, de himnos como Bailando o A quién le importa, o el poeta, entre el pop y la electrónica, que buscó su impronta en solitario. "A duras penas parece hacerse Berlanga con el espacio que le corresponde en la plástica de nuestro país. Como a muchos otros de su generación, vivir en unos años tan señalados –para bien y para mal– como aquellos ochenta de la movida, a veces parece pesar demasiado", lamenta en el catálogo Julio Pérez Manzanares, que sostiene que "todo lo famosa que se ha hecho la movida, por lo que quiera que esta fuese, ha sido casi inversamente proporcional a la valoración de los verdaderos logros, aportaciones y posibilidades de algunos de sus creadores".

La muestra, en la que no faltan referencias a la trayectoria musical de Berlanga y suenan sus canciones y se proyecta una intervención de Alaska y Dinarama en el mítico programa de TVE La edad de oro, se abre con piezas de algunos aliados en la vida del creador, como su incondicional Blanca Sánchez, Alaska, Nacho Canut, Almodóvar, Bernardo Bonezzi, Paco Clavel y Juan Sánchez, Enrique Naya (de Costus), Fabio McNamara, Javier Aramburu, grafista de algunos de sus discos, o las Vainica Doble, a las que versionó Berlanga. Una de las obras más interesantes de este apartado es De sol a sol de Guillermo Pérez Villalta. "Antes de que Deseo carnal se llamara así, se iba a titular De sol a sol e iba a ser un instrumental. Carlos le encargó a Guillermo la portada del disco", explica Sycet. "Pero Carlos compuso un bolero y el concepto del proyecto cambió, y esta obra ya no cuadraba y se quedó fuera".

Carlos Berlanga, fotografiado por Alejandro Cabrera. Carlos Berlanga, fotografiado por Alejandro Cabrera.

Carlos Berlanga, fotografiado por Alejandro Cabrera. / D. S.

Otra pieza destacada en el conjunto es Una dama a cuatro manos, que Carlos pintó con su padre, el director Luis García Berlanga. "Luis veía que Carlitos tenía habilidades para las artes plásticas, pero que quizás por timidez no se atrevía a ponerse a pintar. El padre le propuso hacer una obra a medias: quedó inacabada y sin firmar, pero aun así tiene un enorme valor. La familia decidió que ese cuadro estaría mejor en mis manos por la divulgación que he hecho todos estos años del Carlos pintor".

A Sycet se le acumulan los recuerdos mientras pasea por las salas, y revive una escena, ya al final de la vida de Carlos Berlanga, en que su amigo le obsequió con un cuaderno en el que había esbozado sus dibujos. "Era mi cumpleaños, y me dijo: Toma, para ti, que nunca te compro nada. Ese fue uno de los mejores regalos de mi vida", afirma conmovido el pintor, que recuerda también el divertido periplo que hizo el cuadro Tauromaquia. "Yo tenía muchos dibujos de él, y le pedí algo de pintura, y llegó con Tauromaquia. Yo no era muy fan del tema, de modo que le sugerí que me hiciera otro, y que ya me encargaría de buscar un comprador para esa pieza, que así vendía dos cuadros. Y me hizo El espíritu Chanel. Pero tiempo después, el comprador de Tauromaquia lo puso a la venta... y yo no pude decir que no, así que volvió a mí".

“Carlos lo tenía todo para creerse importante, pero era un hombre lleno de complejos”, dice Sycet

Entre las obras expuestas también hay testimonios de un viaje a México que "cambiaría la vida" a Sycet. "Alaska y Dinarama iban a hacer la primera gira por allí, pero Carlos no quería ir, quería quedarse en Madrid componiendo y, bueno, con sus cosas... Lanzó un órdago pensando que lo rechazarían. Dijo que sólo iba si le acompañaba su amiga Blanca como asistente. El manager ya tenía avanzada la planificación y no quiso complicaciones, y aceptó. Y entonces Nacho dijo: Si Carlos lleva a Blanca, yo llevo a Pablito. Y de la noche a la mañana estaba embarcando en un avión a México para pasar allí cinco semanas inolvidables", evoca Sycet, que ha organizado también para el Instituto Cervantes la exposición Gil de Biedma. Según sentencia del tiempo y coordinado para la sede de la Fundación Olontia en Gibraleón La gloria de los malditos, en la que dedica una mirada a la devastación que supuso la irrupción del sida en la escena artística española y un homenaje a creadores como las Costus o Pepe Espaliú.

'Caretos', otra de las piezas expuestas. 'Caretos', otra de las piezas expuestas.

'Caretos', otra de las piezas expuestas. / D. S.

Carlos Berlanga. El eterno retorno también incluye un conjunto de retratos del artista realizados por fotógrafos de su generación, como una imagen de Alberto García-Alix en que el protagonista posa con su rostro cercado por dos copas y otra de Jesús Ugalde en que Berlanga emula a la Audrey Hepburn de Desayuno con diamantes. Bajo esa estampa frívola y deliciosa, ya lo sabemos, se escondía un hombre siempre en búsqueda, un genio que no entendía de fronteras ni disciplinas y que reclama estos días en Santa Clara el lugar de privilegio que merece en el arte. 

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