Síndrome expresivo 51

Maniqueísmo: enemigos íntimos

Escena de 'Juego de Tronos'

Escena de 'Juego de Tronos' / Dpto. de Diseño

Uno de los postulados básicos de las últimas (y recurrentes) leyes educativas es el desarrollo del pensamiento crítico entre nuestros jóvenes estudiantes. En este sentido, las naciones de nuestro entorno apuestan por la adquisición de destrezas de aprendizaje basadas en un análisis complejo de la realidad. Por lo tanto, en teoría, las aulas se erigen en foros de debate en una sociedad dominada por la inmediatez y el volumen inabarcable de la comunicación digital.

Sí, querido lector, el anhelado espíritu crítico y la capacidad racional de argumentar de forma equilibrada y constructiva. ¡Qué fácil! Solo hay que darse una vuelta por los hogares de millones de españoles para comprender la dimensión del síndrome expresivo del maniqueísmo. Padres y cuñados enzarzados en la defensa de un puñado de verdades simples, inmutables y monolíticas, sin el menor espacio para el acuerdo. El mundo dividido en dos mitades antitéticas sin escalas intermedias: "El que no es de los nuestros es un enemigo" de Juego de tronos.

Así, en nuestras sociedades desarrolladas y libres del yugo de la ignorancia, crecemos angustiados ante la amenaza constante de los antónimos complementarios. Desde que damos nuestros primeros pasos por el barrio nos preguntan sobre nuestro equipo de fútbol (¿Betis o Sevilla?); nos plantean en los últimos cursos de Educación Secundaria si somos de letras o ciencias; nada más llegar a la mayoría de edad nos anuncian que debemos elegir entre ser de derecha o izquierda, independentista o españolista, capitalista o comunista, europeísta o euroescéptico o simplemente luchar contra o al lado de la casta; nos autodefinimos como guapos o feos (o del montón, que es sinónimo de feo); algún pretendiente trasnochado pretende exhibir sus encantos con una profunda pregunta seductora: "Nena, ¿estudias o trabajas?", como si ambas actividades fueran excluyentes. Complicado, ¿verdad?

Nada nuevo bajo el sol, querido lector. El hombre desde que es hombre ha padecido de una manera u otra el síndrome expresivo del maniqueísmo verbal: las palabras aluden a una realidad inmutable, eterna, sin la aceptación de matices ni leves contradicciones. Así, desde que el ser humano toma conciencia de su identidad como individuo vive su existencia encerrado en una corrala lingüística, caracterizada por la pobreza de vocabulario y la percepción de una realidad dualista: la luz de mi pensamiento y las tinieblas de los que no piensan como yo; el cielo de mis excelsos ideales y el infierno de aquellos que osan contradecir mis sabios consejos. En definitiva, nos regimos por el uso de los antónimos para moldear nuestra identidad a costa de la invención de un supuesto enemigo imaginario para entablar un justo y desigual combate a través de la palabra.

¿Se puede superar?

El maniqueísmo es una doctrina filosófica que explica la realidad a partir de dos principios inmutables y opuestos: la bondad de los míos y la maldad de los otros. En el terreno expresivo, la lengua pierde la esencia de la comunicación en el intercambio comunicativo. Emisor y receptor interpretan un duelo a vida o muerte, construido con una serie de monólogos sin el menor espíritu constructivo.

En la escuela es alucinante observar cómo los alumnos entienden el concepto de "comentario crítico" como la aniquilación del adversario, la burla o la muerte social del vecino díscolo. No comprenden que la toma de posición ideológica implica, en la mayoría de las ocasiones, un análisis equilibrado de los pros y contras, de las ventajas y desventajas de una determinada teoría o acción concreta.

Nuestra tarea como profesores de lengua española es abrirles los ojos para que tomen conciencia de que la mayoría de las oposiciones son graduables, es decir, que entre los extremos semánticos siempre existen matices. Por ejemplo:

  1. La oposición radical entre joven y viejo. No hay que ser un séneca para darse cuenta de que cada vez más adolescentes de cuarenta años viven en casa de unos padres octogenarios con espíritu joven.
  2. Entre comprar y vender, encontramos el alquiler (a precio de oro) de una vivienda. Sin olvidar otros métodos más revolucionarios y expeditivos como el "exprópiese" o el constitucional "okupar", muy de moda entre los anarcovagos.
  3. La dicotomía maniquea de "heterosexual-homosexual" ha saltado por los aires en el siglo XXI. Ahora, las orientaciones son múltiples: bisexual, asexual, graysexual, demisexual, lithsexual, sapiosexual, skoliosexual, pansexual, polisexual, autosexual, pornosexual o antrosexual. Si Mani levantara la cabeza…

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