Ubicado en la muy pujante Alameda –si alguien se fue del barrio hace 20 años, y vuelve hoy a recorrer sus calles no se creería la transformación de peligroso lupanar en foco de tendencias y milla de oro de la restauración en la ciudad-, en el local que durante muchos años ocupara uno de los pocos típicos bares auténticos de barrio que quedaban en el distrito en el 34 de la calle Calatrava, No-Piqui llegó desde Málaga hace unos meses para ofrecer una propuesta de lo más versátil.

Porque cuando uno entra atraído por su estética eco y naturalista, piensa que no va a tener ninguna tentación para poder empezar desde ya la obligada operación detox tras los infinitos excesos vacacionales. Y la cosa empieza bien al coger la carta, con sus ensaladitas y los zumitos recién exprimidos, pero el ser humano es una especie curiosa por naturaleza, y aunque tenemos muy claro que nos vamos a quedar con la opción más verde de todas, por si acaso le seguimos echando un vistacillo a la minuta.

El interior de No-Piqui de la Alameda de Hércules

Mala decisión, amigo, porque la cosa empieza a complicarse con los panzerottis rellenos (una especie de calzone), las focaccias o las pizzas. Nos asaltan entonces las debilidades y el típico pensamiento: “Total, después de cómo me he puesto estos días, ¿tampoco va a pasar nada si empiezo mañana, no?”. Cuando ya casi se nos ha olvidado la buena pinta que tenía esa ensaladita de quinoa que habíamos visto en la primera página, el desplome hacia el abismo se confirma al llegar a las hamburguesas, nada menos que 10 opciones a elegir. Que sí, que hay una vegana, con su hummus y todo, pero es que hay otra que lleva doble de bacon, queso Monterrey Jack y salsa de queso de queso cheddar. Ea, po yo ya sé que voy a pedir.

Más información (horario, localización, teléfono…) sobre este establecimiento, aquí.