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El corazón de la mujer sola

  • Con este segundo volumen, concluye la impresionante y sensible obra del mangaka Kazuo Kamimura

Tokio, años setenta. Al llegar la noche, en las calles del barrio de Shinjuku se encienden los luminosos y neones que anuncian locales, lugares dedicados al esparcimiento masculino, donde suelen acudir hombres con una holgada situación económica que, al terminar el trabajo, necesitan de ese relax que les provoca la conversación con otros compañeros de labor o, mejor, con las chicas que suelen trabajar en estos bares, las llamadas scorts, acompañantes que siempre van a ofrecer una sonrisa, y tal vez algo más.

Uno de estos sitios es El Club del Divorcio, un lugar que, como su nombre bien indica, está regentado por una madame, una mujer divorciada, que como todas sus empleadas también han pasado por ese trámite. Pero cuando entramos en él, no vamos a fijarnos en la calidad de las bebidas que ofrece, ni su decoración, ni siquiera la música que allí se escucha… Será la belleza serena de su propietaria, Yûko, la que nos obnubile y atraiga irremediablemente, como una polilla hacia la ardiente llama.

La guapa joven es una auténtica maestra de la seducción, sabiendo dar una de cal y una de arena a sus clientes que, en ocasiones, algo perjudicados por la ingesta de alcohol, pretenden llegar más allá de las simples palabras.

¿Pero quién es realmente Yûko? A través de los diferentes capítulos de esta obra vamos a conocer las interioridades de esta particular fémina, que esconde en su interior el dolor más profundo. Por una parte, el que la llevó a romper su matrimonio con un pianista atormentado por el alcohol y, sobre todo, a tener que alejarse de lo único bueno que esa rota relación había dado, una hermosa niña que dejó al cuidado de su madre que, claro está, no ve con buenos ojos la profesión de su hija. Un secreto a voces que casi todos conocen.

Pues bien, dentro del pequeño ecosistema del club está el joven camarero Ken, un chico que bebe los vientos por la, al principio, esquiva Yûko pero que, poco a poco, irá convirtiéndose en su eterno compañero y confesor.

La historia se sitúa en plena época de recesión de Japón, por lo que, en este segundo y final tomo veremos como la situación del local se agudiza, cada vez entran menos clientes y la situación personal de Yûko se aproxima hacia un invisible barranco. Solo hay una posible manera de salvar el negocio, o al menos, poder trasladarse a un local más pequeño, y para eso tendrá que pasar por las manos de un antiguo extorsionador, el Maestro Kuroi, cuyo dinero hará posible que, pese a la imprevista deserción de las mujeres que trabajaban para Yûko, ésta puede iniciar una nueva andadura, en esta ocasión sola con el joven Ken, que cada vez se siente más enamorado de su jefa.

Pero claro, las cosas no son nada fáciles para los protagonistas de este drama, y si añadimos la aparición de la protagonista en un programa de televisión, hablando sobre su divorcio y los incipientes celos del camarero hacia el benefactor de Yûko, la trama comenzará a complicarse.

Resulta increíble la maestría con la que el autor de este manga, Kazuo Kamimura, trata a los personajes, pero en especial a su protagonista, Yûko. Sabe meterse a la perfección bajo su piel y regalarnos una narración creíble al cien por cien, en una época en las que comenzaban a romperse al rígidas tradiciones niponas, sobre todo las que afectaban a las mujeres, que siempre habían ocupado un segundo lugar en una sociedad meramente machista. Esta Yûko, la regente del Club del Divorcio carga sobre su espalda no tan solo el haberse separado de su marido sino, además, el dedicarse a un trabajo muy mal mirado en aquella estricta sociedad y, a veces, hipócrita sociedad.

Kamimura nos da algunas pistas de su conocimiento de estos clubes, ya que en más de un capítulo se retrata a sí mismo como asiduo cliente del bar, en el que comparte conversaciones no solo con su propietaria, sino también con las otras scorts, las chicas que atienden a los hombres. Resulta curioso reseñar, como anecdótico guiño, que incluso en uno de estos momentos comparta una copa con el guionista Kazuo Koike (autor del que ECC Ediciones se está dedicando a publicar la totalidad de su obra junto al dibujante Goseki Kojima) con el que creó el manga Lady Snowblood, en el que se basaría posteriormente Quentin Tarantino para crear a uno de los personajes de su Kill Bill.

El autor, fallecido demasiado joven, se revela como un hábil observador del comportamiento humano y nos traslada a las páginas de su obra (como ya hizo en Historia de una geisha, también publicado por ECC), con un estilo gráfico de una belleza incomparable, la dramática historia de esta particular mujer, Yûko.

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