Se suele decir que hay personas que nacen con mala estrella. El protagonista de esta historia, Gwynplaine, es el perfecto ejemplo de esto. Desde la más tierna infancia fue convertido en un objeto y, con crueldad extrema, su rostro fue marcado para siempre.

El arrepentimiento de aquellos que ejercieron la violencia sobre el niño tan solo servirá de prólogo para marcar el desgraciado destino del joven, que en medio de una nevada, enterrada bajo un blanco e inmaculado manto, encuentra la inocencia de un bebé, una pobre niña ciega cuya madre tuvo la desgracia de cruzarse en su camino con la persona equivocada.

Solos, medio congelados, perdidos… Una tenue luz de esperanza se cruza en su deambular, ya que conocerán a Ursus, un comediante, uno de los pocos personajes bondadosos del relato, que se convertirá en el padre adoptivo de los dos.

El tiempo pasará, y Gwynplaine se ha hecho famoso entre los aldeanos de la región, y no precisamente por sus dotes artísticas, sino por esa hipnótica sonrisa que cruza su rostro, una sardónica cicatriz que hace que pese a sentir la más profunda de las penas, sea incapaz de expresarla.

Y será justo en ese momento cuando la más injusta de las casualidades haga que su futuro cambie de golpe y porrazo, revelándose su verdadera identidad y origen, que harán que el joven sea sacado a la fuerza de esa familia que ha formado junto a Ursus, su amada Dea y el perro Homo.

Todo se tornará oscuro e inevitable desde ese aciago momento…

En los últimos meses hemos venido disfrutando de la reedición de las obras de uno de los autores más importantes que ha tenido el panorama comiquero español, Fernando De Felipe. Junto a guionistas como Óscaraibar (Nacido salvaje, ADN) o Jaime Vane (S.O.U.L.), nos ha mostrado las invisibles cicatrices que un conflicto como el de Vietnam dejó en algunos soldados, conduciéndonos también a un oscuro futuro en los que los experimentos se convierten en la más espeluznante de las prácticas.

Pero en El hombre que ríe, ya en solitario, De Felipe traslada de manera muy personal la obra de Víctor Hugo a las viñetas, dejándonos sin aliento desde la primera página, sumergiéndonos en un relato, un drama operístico, que se desarrolla con una narración fluida, que te hipnotiza con la paleta elegida, lanzándote de cabeza a la historia de una víctima de las circunstancias como es el pobre Gwynplaine.

Obra brutal en su planteamiento y resultado que además viene acompañada por una serie de extras que hacen que esta edición se convierta en algo casi inmejorable: Una introducción a cargo de Hernán Migoya, uno de los escritores y guionistas de cómic más exitosos del momento; Una galería pictórica que influyó de una manera u otra en la gestación de la obra; un repaso por las diferentes adaptaciones y medios a los que ha sido llevada la novela de Hugo; una impagable entrevista, conversación junto a Iván Pintor Iranzo, donde el autor nos desvela el camino que elegido a la hora de “adaptar” estar obra al cómic (junto a ésta, en paralelo, recorreremos el storyboard del cómic, una obra de arte ya en sí); y finalmente, una galería con diseños de personajes, portadas, ilustraciones…

Hay personajes condenados a un triste destino, el protagonista de esta historia es uno de ellos.