La sociedad literaria y el pastel de piel de patata | Crítica de cine

El triunfo de la artesanía

Lily James, en una escena de la película.

Lily James, en una escena de la película.

Aroma inglés y olor a papel de libro en una apología de Inglaterra, la lectura y la literatura británica más convincente que La librería de Isabel Coixet. ¿Previsible y convencional? Sí. ¿Disfrutable y encantadora en su amable clasicismo? También. Lo uno no quita lo otro. Como La librería, esta película también se basa en una novela de éxito, en este caso escrita por Annie Barrows y Mary Ann Shaffer, pero ahí y en que se ambienta en un pueblecito inglés y trata del amor a los libros acaban los parecidos.

En lugar de enfrentarse a una comunidad más bien cerrada que contempla con recelo tanto la librería como ciertos libros, la protagonista en este caso se sumerge en una comunidad minúscula que aprende a amar los libros y la lectura forzada por las difíciles circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, que obligaron a la creación de un club de lectura o sociedad literaria tan pobre en fondos y socios que podría parecer ficticia.

Un año después de la guerra, una escritora de ideas avanzadas es invitada por la modesta sociedad, acepta y se sumerge en la vida de la comunidad. Lo que supone hacerlo también en su pasado, sus sentimientos, sus problemas, sus secretos y sus misterios. Es el gran tema de la extraña que irrumpe en una pequeña comunidad que tan buen juego ha dado a la literatura británica de humor, policíaca y romántica.

Las llamadas damas del crimen británicas –desde Agatha Christie, Josephine Tey y Dorothy L. Sayers a P. D. James– nos han enseñado que no hay localidad, por pequeña y encantadora que sea, que no pueda albergar un misterio. Al igual que las damas del drama –las Austen, Bronte o Gaskell– nos han enseñado que no hay lugar, por agreste y apartado que sea, que no pueda ser escenario de las más grandes pasiones. Mientras que los maestros del humor inglés –desde Dickens y Jerome K. Jerome a las películas de la Ealing– nos han enseñado que no hay tema, por cotidiano y trivial que parezca, que no se preste a las más cómicas situaciones.

Todas esas teclas son pulsadas con discreto acierto por un veterano Mike Newell, director de una sorprendentemente variada filmografía que abarca la tragedia realista desgarrada (Bailar con un extraño), las adaptaciones literarias de prestigio (Un abril encantado, Grandes esperanzas), la comedia (Cuatro bodas y un funeral), el gangsterismo (Donnie Brasco) o la fantasía (Harry Potter y el cáliz de fuego).

Este buen artesano todoterreno saca su jugo a la novela manejando las más reconocibles marcas del cine británico clásico y de las prestigiadas series de la BBC. No carece de emociones y de sinceridad, pese a su aire de corta y pega de tópicos, realidades, tradiciones, caracteres y paisajes británicos, en su homenaje a la resistencia británica durante la guerra, en su canto a la lectura (y con citas inmejorables de autores imprescindibles) y en su retrato del amor y la amistad. No por previsible y convencional la película deja de tener sus momentos de verdad y de manejar interesantes recursos narrativos en su juego con los tiempos. La sabiduría del experto artesano se impone.

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