Crítica 'Pan (Viaje a Nunca Jamás)

No pongas tus sucias manos sobre Peter Pan

pan (viaje a nunca jamás). Aventuras, EEUU, 2015, 122 min. Dirección: Joe Wright. Guión: Jason Fuchs. Fotografía: John Mathieson y Seamus McGarvey. Intérpretes: Hugh Jackman, Amanda Seyfried, Rooney Mara, Garrett Hedlund y Levi Miller.

Nadie se salva de la reducción posmoderna, tan sobrada de diseño sombrío y lleno de óxido como carente de creatividad e imaginación. Si a Sherlock Holmes le han hecho lo que le han hecho y los cuentos infantiles van cayendo uno tras otro en estas revisiones, ¿por qué habría de librarse Peter Pan? Sólo falta que a Haneke le dé por hacer una Mary Poppins con guión de Elfriede Jelinek. Sobre la obra de Sir James M. Barrie, mala suerte que tiene el hombre a cuyo genio sólo le ha hecho justicia ese otro genio que es Disney, se ha abalanzado el pedante y fatuo Joe Wright, posmoderno-barroco-manierista y lo que ustedes gusten añadir que tiene la debilidad de auparse sobre grandes novelas o grandes temas como si fueran pedestales de su genio. El problema es que sólo él cree que lo tiene. Tras una correcta y muy BBC Orgullo y prejuicio perpetró Expiación, El solista, Hanna y Ana Karenina, películas que evitaría incluso si me tropezara con ellas zapeando. Hinchadas, hipertrofiadas, elefantiásicas… y huecas.

Así es Pan (Viaje a Nunca Jamás). Un Peter Pan antes de Peter Pan situado en un tiempo posterior al de Peter Pan. El niño que siempre lo será malvive en un orfanato dirigido por monjas católicas -es decir, brujas sádicas- de las que le salva un barco volador que le conduce a la Tierra de Nunca Jamás. Allí, en un universo de hadas, guerreros, piratas y sirenas, tendrá que luchar contra Barbanegra ayudado por su nuevo amigo Garfio. Porque, con un tufo a la saga galáctica, la cosa va de niños que no saben que serán futuros héroes y de buenos que ignoran que se convertirán en sus perversos enemigos.

Se salva el diseño de producción -obra del cultivador del exceso Aline Bonetto, autor de los mundos de Amelie o Micmacs- y algunos buenos efectos visuales como la huida del barco volante sobre el Londres bombardeado por los nazis, el mar de recuerdos o las minas que se parecen demasiado a las fotografías de Sebastiao Salgado. Algo propio de Wright, muy dado a los homenajes que cuelga en sus películas como condecoraciones cinéfilas o intelectuales. Aquí, además del gran Sir James M. Barrie, ni el venerable Méliès ni el tan respetable C. S. Lewis se libran de ser citados/homenajeados. Hugh Jackman está penoso, como si para preparar su personaje hubiera revisado la filmografía de Johnny Depp. Rooney Mara y Garrett Hedlund pasaban por allí. Sólo brilla el pequeño Levi Miller, que habría encantado a Barrie como intérprete de una de las versiones teatrales que hizo de su obra. La banda sonora de John Powell es eficaz, pero le sobran las reinterpretaciones de canciones modernas que suenan a copia del universo alocado y musicalmente anacrónico de Baz Luhrmann. Mucho ruido caro y pocas nueces. Casi ninguna.

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