Crítica 'Oda a mi padre'

Lo que la guerra de Corea se llevó

oda a mi padre. Drama, Corea del Sur, 2014, 126 min. Dirección: JK Young. Guión: Park Soo-jin. Fotografía: Choi Young-Hwan y Kim Hyung-seok. Intérpretes: Jeong-min Hwang, Yunjin Kim, Dal-su Oh, Jin-young Jung, Young-nam Jang, Stella Choe, Kim Seul-gi, Mi-ran Ra, Yunho Jung.

Los coreanos han visto esta película grande, que no es lo mismo que una gran película, por millones derramando cataratas de lágrimas. Es lógico. A través de un formato espectacular de superproducción de masas y de una estructura de película río que se desarrolla a lo largo de más de medio siglo, cuenta la historia de separación, sacrificio y reencuentro que tan dramáticamente ha afectado y aún hoy afecta a miles de familias coreanas. Si con una factura colosal, movimientos de masas, escenarios muy diversos, cine bélico y melodrama se trenza un episodio crucial y aún no superado en la vida y en la historia de un país, envolviéndolo todo con un acabado de las superproducciones hollywoodienses especiado con toques de llanto o risa made in Corea, el efecto no puede fallar… allí. Otra cosa es fuera de Corea, donde el factor emocional ligado a las propias vidas de los espectadores se esfuma de la pantalla para dejar sobre ella la película desnuda. Y esta no acaba de funcionar. Los excesos melodramáticos que allí funcionan, aquí empalagan e incluso irritan por su facilonería. Los apuntes humorísticos no hacen asomar una sonrisa. Las escenas épicas dejan más bien indiferente en estos tiempos en los que masas ya no equivale al asombro provocado por miles de figurantes, sino sobre todo a imagen digital.

Entre Lo que el viento se llevó, El imperio del sol o Forrest Gump en versión coreana, esta superproducción técnicamente perfecta carece de rigor en el guión (la estructura narrativa perjudica el crescendo emocional), de contención en la recreación de los hechos y en la expresión de los sentimientos (lo que afecta por igual al planteamiento de las situaciones y a los actores) y de sutileza en la inscripción de un drama personal en un gigantesco fresco histórico que abarca las guerras de Corea y Vietnam, la emigración a Europa, el regreso y el reencuentro.

Por todas estas calamidades pasa -desde la caótica evacuación coreana huyendo del avance comunista hasta las minas alemanas o la selva vietnamita- el niño que al despedirse en dramáticas circunstancias de su padre le promete cuidar de su familia. Lo hace y se convierte con los años en el patriarca real que los acontecimientos le obligaron a ser antes de tiempo. Como el título afirma para no dejar lugar a dudas, a través de la sacrificada historia de este hombre se homenajean las duras vidas e inmensos sacrificios de los abuelos y padres de los actuales y prósperos coreanos del sur. Con una horrorosa música de fondo, por cierto.

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