Crítica de cine (SEFF 2017)

La filiación contra el paisaje

El miembro más veterano de la Escuela de Berlín, feliz etiqueta de exportación del último cine alemán para festivales, sigue buscando filiaciones. Tras la explícita revisión del western (Gold), Arslan mira de reojo hacia aquel Nuevo Cine Alemán, al primer Wenders viajero y existencial, para situar lejos de casa, en las carreteras y caminos solitarios del norte de Noruega, siempre bajo la luz del día eterno, la historia desnudada de un padre que intenta recuperar a su hijo justo cuando acaba de enterrar al suyo.

Elementos mínimos, carretera, tienda de campaña y Gore-tex para intentar suturar un vacío, una incomunicación que va más allá de lo generacional. En sus mejores momentos, Bright nights apunta hacia la abstracción y la deriva, hacia la fuga en perspectiva por el paisaje y su fisonomía. En los peores, las cuitas entre padre e hijo se parecen demasiado a las de cualquier película realista europea (no en vano, el niño es el mismo de Goodbye, Berlin, la penúltima de Akin). Uno hubiera deseado que ese largo e hipnótico travelling frontal a lomos del coche se hubiera confundido definitivamente con la niebla, hasta la disolución.

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