Una receta familiar | Crítica

Proust en Singapur

Es vago pero bastante bueno el recuerdo de la única película de Eric Khoo que habíamos visto hasta la fecha, aquella Be with me (2005) en la que el cineasta de Singapur retrataba con cercanía, delicadeza y emoción el día a día de Theresa Chan, una mujer que había perdido la vista y el oído a los 14 años. Después le perdimos la pista, a pesar de que ha seguido ofreciendo películas con circulación festivalera (My magic) e incluso un título de animación como Una vida errante.  

Y ahora la recuperamos con esta Receta familiar que, en una línea que puede recordar a Una pastelería en Tokio, de Naomi Kawase, busca conciliar memoria y recetas de cocina local a través de una sencilla historia de orfandad, exilio y reconciliación entre Japón y Singapur, siguiendo el viaje de un joven cocinero japonés a la tierra de sus padres ya fallecidos para encontrar respuestas sobre su relación, sus raíces y cerrar algunas heridas abiertas a través de la comida como nudo evocador.

Khoo se muestra clásico en sus modos narrativos y de puesta en escena, austero y efectivo a pesar de algunos excesos musicales, deslices de caracterización y un modo melodramático algo esquemático, lo que no impide sin embargo que su película filtre poco a poco, a fuego lento como el ramen mixto que prepara nuestro cocinero para ganar el cariño perdido y la aprobación de su abuela, un mensaje humanista, nostálgico, sencillo y comprometido con la preservación de las (buenas) tradiciones y el diálogo intercultural como herramienta para conciliar a los pueblos y recuperar los vínculos primarios. Una película tierna y bienintencionada a la que resulta más difícil ponerle peros que afearle el exceso de candidez y algunas pequeñas vergüenzas.