Ola de crímenes | Crítica

Comedia al pil pil

Cada día más alejada de las promesas intimistas y autoriales de su debut (Una estación de paso), Gracia Querejeta parece haber encontrado la autopista (con demasiados peajes) de la continuidad laboral en un cine de género de aspiración popular, encargo televisivo y formas planas hasta lo doloroso que lo fía todo a los guiones y a sus intérpretes conocidos.

Tras 15 años y un día y Felices 140, de nuevo con la complicidad de Maribel Verdú, Ola de crímenes confirma la debacle en su formato de (improbable) comedia negra a la bilbaína que, ya desde sus primeros acordes, revela en su exceso de música de aires jazz, la imperiosa y a la postre ineficaz necesidad de levantar el vuelo de un material dramático acartonado a propósito de una mujer de mediana edad envuelta en un rocambolesco enredo de crímenes, canas al aire y líos con la Ertzaintza, el amigo de su hijo adolescente, la nueva mujer de su marido, la jefa corrupta de su empresa, un taxista tonto y una panda de narcotraficantes de medio pelo.

Incapaz de manejar y sostener un tono y un ritmo de comedia, de igualar registros extremos entre sus intérpretes (Resines está realmente patético), no digamos ya de emanciparse de las maneras visuales anodinas propias de una sitcom, Querejeta precipita su película hacia el abismo del desinterés desaprovechando las escasas buenas ideas del guion (la incorrecta tensión sexual entre el personaje de la Verdú y el adolescente pánfilo enamorado, madre mediante) y el más que dudoso mensaje feminista para disimularlas en la mediocridad general.