Sentimental | Crítica

Adivina quién viene a picar esta noche

Javier Cámara y Griselda Siciliani en primera plano, Cuesta y San Juan, detrás.

Javier Cámara y Griselda Siciliani en primera plano, Cuesta y San Juan, detrás.

Basada en su propia obra teatral Los vecinos de arriba, Sentimental prolonga la querencia de Cesc Gay con el retrato agridulce de esa clase media urbana acomodada (En la ciudad) y sus cuitas sentimentales, mezquindades y pequeñas miserias cotidianas, ahora bajo la férrea y económica estructura de la comedia de decorado único, apenas cuatro personajes y una situación torcida a golpe de diálogo. Un esquema de probaba eficacia escénica que nos remite aquí no tanto a Mazursky, como tal vez se pretenda, como a aquel cine de la Transición que quiso quitarle la caspa al nacionalcatolicismo matrimonial con el juego de las tentaciones de la modernidad traducidas en la fantasía, el intercambio de parejas y la consecuente caída del velo de la crisis.

Javier Cámara, Griselda Siciliani, Alberto San Juan y Belén Cuesta retoman aquí los personajes del elenco original catalán y madrileño, dos parejas vecinas reunidas a regañadientes en una cena de picoteo que, como mandan los cánones distópicos, termina convirtiéndose en un incómodo juego de propuestas y tentaciones y, a la postre, en una forzada sesión de terapia con público (¡!) bajo la que no es muy complicado ver la operación del efecto especular.

El problema es que todo lo dicho aquí suena a antiguo, atrancado y algo casposillo, como si la pareja protagonista de cuarentones que interpretan con escasa química Cámara y Siciliani se hubiera escapado de una máquina del tiempo para trasladarse a un confortable piso de diseño en tiempo de pasiones apagadas, de la misma forma que su dupla complementaria responde a ese modelo liberal y desinhibido (en lo sexual, se entiende) más bien rayano en la caricatura progre.

Liberados a un duelo dialéctico de proposiciones incómodas y (auto)revelaciones dolorosas, entre interpretaciones desiguales (Siciliani parece estar, ciertamente, en un vodevil de Arturo Fernández) y previsible desenlace abierto, Sentimental satisfará tal vez a los nostálgicos del teatro ligero con mensaje o a parejas veteranas en crisis con necesidades de identificación catártica, pero no da el pego ni la talla para un espectador medianamente exigente con todo aquello que el cine pueda mejorar o traducir del lenguaje de los escenarios.