La mujer del espía | Crítica

Kurosawa Kiyoshi: hacia el clasicismo

Yû Aoi e Issei Takahashi en una imagen del filme de Kiyoshi Kurosawa.

Yû Aoi e Issei Takahashi en una imagen del filme de Kiyoshi Kurosawa.

Ambientada en el Japón prebélico de 1941, La mujer del espía asienta y despeja aún más ese nuevo camino hacia las formas clásicas y una cierta austeridad en el cine de quien hasta ahora había sido el principal exponente de ese terror metafísico, apocalíptico y posmoderno dentro de la nueva generación de cineastas japoneses que debutaron a finales del siglo XX.

Un nuevo camino además que abraza por primera vez la Historia, el melodrama y el cine de espías como territorio genérico que se presta a una cierta elegancia formal en la que el director de Cure, Tokyo Sonata, Le secret de la chambre noir, Creepy o la más reciente y viajera To the ends of the Earth, ajusta cuentas con el pasado reciente y traumático de su país para poner en tela de juicio toda escalada nacionalista o belicista a propósito del papel de Japón en la Segunda Guerra Mundial y cómo esto afectó de manera íntima a un triángulo de personajes formado por un matrimonio acomodado y un viejo amigo de juventud que reaparece para desestabilizarlo.

Con guion del también cineasta Ryusuke Hamaguchi, La mujer del espía se desarrolla así de manera sólida, precisa y lineal por un país dividido entre la lealtad y el clima patrióticos, las aberraciones científicas y los valores y derechos humanos, pero sobre todo fiel a las dinámicas románticas y tonales del melodrama femenino donde una estupenda Yû Aoi encarna a la esposa leal y enamorada capaz de sacrificarse por el marido jugando sus bazas en una encrucijada de misterios, secretos de Estado, crímenes, mentiras, maravillosos desdoblamientos metacinematográficos y anhelos de fuga hacia Occidente que se resuelven de manera tan inevitable como trágica.

Kurosawa Kiyoshi saca auténtico petróleo de la escasez de medios y reconstruye el Japón de la época entre 4 o 5 decorados, un elocuente contraplano en off y una depurada puesta en escena que se permite incluso algunos extraordinarios planos-secuencia en exteriores y con numerosos extras. Aunque son estas excepciones a un trabajo de composición en interiores, atmósfera atenuada y tempo que brilla como en sus mejores trabajos sin necesidad de mostrar a esos fantasmas que, en cualquier caso, también acaban siendo los protagonistas velados de la historia: todas aquellas mujeres que se sacrificaron por los hombres y sus ideales más o menos nobles o bastardos en tiempos de guerra, traiciones y miseria moral.