Arthur Rambo | Crítica

Quemado por las redes

Rabah Nait Oufella es el novelista Karim D., pero también 'Arthur Rambo' en las redes sociales.

Rabah Nait Oufella es el novelista Karim D., pero también 'Arthur Rambo' en las redes sociales.

De nuevo a vueltas con la realidad sociológica de nuestro tiempo, Laurent Cantet (Hacia el Sur, La clase, El taller de escritura) intenta atrapar en Arthur Rambo las llamas de esa nueva hoguera de vanidades que son las redes sociales y la fama efímera. Su protagonista es un joven escritor de origen argelino (Rabah Nait Oufella) que ve como el éxito de su primera novela, un relato desgarrado sobre la inmigración y las secuelas del pasado colonial en la Francia multicultural de hoy, se disipa fulminantemente cuando unos viejos tuits del pasado, firmados bajo el seudónimo de Arthur Rambo (ya, saben, un guiño al famoso poeta maldito), emergen en toda su rabia y crudeza satírica (contra judíos, inmigrantes, homosexuales o mujeres) para señalar la aparente doble moral y hacer escarnio público del emergente triunfador.

El filme se desarrolla en un corto periodo de tiempo que acompaña a su protagonista por un periplo físico y moral que va de los platós de televisión, las fiestas y el aplauso de las élites a ese barrio periférico y marginal de las raíces donde tendrá que refugiarse y afrontar las consecuencias una vez revelada su vieja identidad virtual, inaceptable a los ojos del comercio editorial, los amigos y advenedizos y una opinión pública de juicio sumarísimo incapaz de distinguir ya la provocación, la ironía y el juego de la ficción de la verdadera soflama ideológica y los mensajes de odio.

Cantet opta siempre por moverse en modo pedagógico (y algo esquemático) por los márgenes de su relato situándose a una prudencial distancia que permita al espectador extraer sus propias conclusiones del conjunto, aunque tampoco logra entrar en mayores complejidades ni matices sobre el caso que tiene a su escritor en un atolladero que es un tiempo de clase y de raza pero también de confusión de identidad.

Superponiendo los tuits del pasado sobre el éxito flotante del presente, o acompañando el trayecto del centro a la banlieu en clave de thriller, Cantet aspira a tocar tal vez demasiados asuntos, también las interioridades del vínculo familiar o sentimental, sin que a la postre meta verdaderamente los dedos en la herida de una sociedad infantilizada, censora y justiciera que no parece preparada para discernir la ficción de la realidad o la ironía y el sarcasmo de la propaganda. Tampoco en la psique de un personaje que, a la postre, tira la toalla demasiado pronto. Pareciera que su película estuviera más pensada para acompañar o ilustrar debates que para mojarse realmente en el diagnóstico de lo que tiene entre manos.