Crítica de Cine

La comedia en el corralito

Con el sello de Netflix entre sus créditos de producción, el segundo largo del otrora exitoso cortometrajista Lucas Figueroa (Viral) vuelve a hermanar a españoles y argentinos en un modelo de co-producción de sobra conocido que incide en las diferencias lingüísticas y los tópicos culturales como alimento básico para chistes de dudosa efectividad en el duelo dilatado entre un Imanol Arias en plena crisis personal y profesional como ejecutivo de una empresa de telecomunicaciones y el personaje que interpreta un Darío Grandinetti en plan vengador cabreado con orgullo de clase.

El mundo de la empresa corporativa, la crisis y la eterna picaresca hispano-argentina son un mero pretexto para un asalto a la inteligencia en forma de guion plagado de situaciones inverosímiles, agujeros negros y giros caprichosos, lo que prácticamente deja como única posibilidad de redención espectatorial la contemplación del buen trabajo interpretativo de sus dos protagonistas y el de un puñado de secundarios singulares que sí parecen haber dado con esa clave tonal desaforada del artefacto que se le resiste siempre a un Hugo Silva plomizo y tenso.

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