Crítica 'Cuerpo de élite'

¿Un cine para la regeneración democrática?

cuerpo de élite. Comedia, España, 2016, 97 min. Dirección: Joaquín Mazón. Guión: Vicente Valor, Cristóbal Garrido. Intérpretes: Miki Esparbé, María León, Jordi Sánchez, Joaquín Reyes, Carlos Areces, Vicente Romero. 

El cine español de la era de la crisis, el Gobierno del PP y las elecciones repetidas ha encontrado su particular autopista para el éxito popular en una actualización de la comedia de estereotipos culturales, ahora autonómicos, en la que, por supuesto, es el espectador el que paga una y otra vez el peaje por realizar un mismo recorrido de ida y vuelta por las vergüenzas propias y ajenas.

Los apellidos vascos y catalanes han abierto el filón para que televisiones privadas, productores y guionistas se pongan rápido y sin pudor manos a la obra en la explotación del cuñadismo como espíritu abstracto al que apelar con nuevas formulaciones de los chistes de bar de toda la vida, parodias de una España folclórica en eterno estado de letargo que, por lo visto, siguen funcionando comercialmente como espejo (¿deformante?) de una cierta esencia picaresca nacional.

El problema es que la vieja fórmula del chiste regional viene ya forzosamente acompañada de pinceladas de actualidad (de la bomba de Palomares a las multas de Esperanza Aguirre), una dosis de nostalgia pop y, ay, un ampuloso revestimiento de cine de género (acción, romántico, etcétera) que, como en el caso que nos ocupa, convierte la reunión de andaluzas salerosas y santeras, vascos forzudos, catalanes agarrados, madrileños inseguros, gallegos paradójicos, murcianos ininteligibles y emigrantes ultras (evidentemente nuestro favorito) en un desaforado comando destinado a la salvar la patria de las propias maquinaciones de sus líderes.

Tanta aparatosidad y caricatura de fogueo intenta disimular, me temo, la escasa pegada de una colección de chistes y gags a mayor gracia del cliché, el reconocimiento y el estereotipo que Valor y Garrido (Promoción fantasma) y Mazón no consiguen mantener viva y en permanente reciclaje a lo largo del metraje, dejándonos una enorme sensación de agotamiento que proviene de ese denodado esfuerzo por hacer reír a toda costa y en todo momento cuando la comedia, ya se sabe, es ante todo una cuestión de medida y de ritmo.

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