El otro guardaespaldas 2

Viejo cine barato en versión cara

Samuel L. Jackson y Salma Hayek, en una escena de la película.

Samuel L. Jackson y Salma Hayek, en una escena de la película. / D. S.

Imágenes proyectadas, emitidas o descargadas que se disuelven conforme se van proyectando, emitiendo o descargando, escritas, dirigidas e interpretadas sin muchas ganas para ser vistas distraídamente. Antes estas películas que se disolvían como azucarillos echados en pantallas de agua estaban interpretadas por actores de tercera o cuarta fila y se proyectaban en cines periféricos a los que la mayoría del escaso público iba a echarse una siesta. Ahora tienen gran presupuesto, repartos de lujo (Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson, Morgan Freeman, Antonio Banderas y... bueno, vale también Salma Hayek y Fran Grillo además de Gary Oldman y nuestro Simón Andreu) y, desaparecidos los cines de periferia, se estrenan en las mismas multisalas que las otras películas.

Sería simpática si tuviera un aire lounge de revisitación de las películas serie B de espías que proliferaron en los 60 en coproducciones europeas al calor del furor Bond y tenían títulos tan sugestivos como Agente 003: Operación Atlántida, No hay flores para OSS 117, Orden: FX18 debe morir, Agente 077: desde Oriente con furor o Agente 3S3: pasaporte al infierno (disculpen este desahogo con nostalgia de selecta nevería y aroma de cine de barrio atufado de ambientador de pino). Pero carece de esta simpática autoconciencia de su propia nada y se propone como un divertido, electrizante y caro juego de entretenimiento serie A.

Como en aquellas viejas y modestas películas hay un complot mundial (o más bien europeo, pues es la Unión Europea la amenazada) dirigido por dos supermalvados (Banderas y Freeman) al que se enfrentará la conocida pareja dispareja del guardaespaldas y el asesino (Reynolds y Jackson) con el apoyo, el ánimo y la urgencia de la esposa del segundo (Hayek).

Entretiene a quien entre en el juego. Ruido, tiros, golpes, persecuciones y bromas hay para hartarse. Más de lo mismo que en la anterior entrega, exagerándolo todo un poco, en la línea de la película que metió al realizador australiano Patrick Hughes por esta senda cuando debutó en Hollywood con Los mercenarios 3.

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