Crítica 'Cerca de tu casa'

Molestar sí, pero lo justo

cerca de tu casa. Drama musical, España, 2016, 93 min. Dirección: Eduard Cortés. Guion: Eduard Cortés, Piti Español. Fotografía: David Omedes. Música: Silvia Pérez Cruz. Intérpretes: Silvia Pérez Cruz, Oriol Vila, Lluís Homar, Adriana Ozores, Ivan Massagué, Iván Benet, Manuel Morón.

Bien podría servir esta película para reabrir aquel viejo debate (Salamanca, 1955) sobre la existencia, los modelos o la efectividad del cine político en nuestro país, más ahora que la política parece ser el deporte nacional, incluso para cierto cine, especialmente documental, que ha corrido veloz a denunciar las lacras sociales consecuencia de la crisis económica o ha querido tomar el pulso a la calle y sus reivindicaciones.

En este contexto, los desahucios y la lucha contra ellos se han convertido en uno de los asuntos clave, el que más frontalmente ha dado la cara como síntoma de la debacle social. Y es precisamente ése el tema central de esta película del todoterreno Eduard Cortés (La vida de nadie, Otros días vendrán, The Pelayos, Atraco) quien, tal vez con cierta mala conciencia respecto al origen de sus materiales y la tendencia habitual en su tratamiento, ha querido huir del realismo más ramplón para, sin dejar de lado la realidad y sus estadísticas, embutidas aquí en un guión de molesto maniqueísmo hecho a partir de recortes y titulares y adaptado al caso concreto de una familia asediada por todos los frentes, adentrarse en el peligroso terreno de la fábula o el cuento con apuntes musicales (y de baile) que hacen de su película un pequeño engendro frankensteniano en el que se alternan escenas hiperdramáticas y canciones de cuna.

Decíamos que la cinta podría abrir el debate sobre los posibles caminos para nuestro cine de denuncia o comprometido, tantas veces empantanado en un costumbrismo de barrio y sopas aguadas. El problema de Cerca de tu casa es que, en su huida del molde hacia la reelaboración cursi, protagonizada aquí por el desmedido repertorio musical de Silvia Pérez Cruz, se olvida de que para trascender el realismo y levantar el puño con honor también hay que dejar de sobrescribir los conflictos y los tipos, reducidos aquí, desde la familia desahuciada al policía con mala conciencia que los echó de su casa, desde el empleado de banca a los tristes padres avalistas, a meras carcasas funcionales para un pobre teatro en el que ni las canciones subliman, ni los modos de Cortés, convencionales y académicos, tampoco un elenco en modo previsible (Morón) y desaprovechado (Ozores, Homar), consiguen liberar a la cinta de su ortopédico formato.

En última instancia, la película también podría animar otro debate más, el de la cobardía de nuestro cine social a la hora de dar nombres y apellidos de los responsables del objeto de su denuncia, al fin y al cabo extraída de una actualidad en caliente. Posiblemente hacerlo no haría mejor a esta desafortunada película, pero sí justificaría tal vez su alardeada independencia económica conseguida gracias a una financiación en modalidad de crowdfunding. Molestar sí, pero lo justo, y sin señalar a nadie.

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