La traición de Huda | Crítica

Mujeres palestinas

Tras su periplo hollywoodiense en las alturas (La montaña entre nosotros), el palestino-israelí Hany Abu-Assad regresa a casa para seguir ahondando en las eternas heridas de un conflicto que ya había sido objeto de su cine en títulos de cierto recorrido internacional como Paradise now, Omar o la más reciente Idol. Se trata ahora de poner el foco en las mujeres palestinas como figuras sacrificiales de una dinámica de tensión que las utiliza y somete como prolongación de las inercias patriarcales y machistas que rigen la sociedad de la región sin distinciones políticas.

El asunto arranca con interés, cuando una joven madre es drogada y extorsionada por la dueña de una peluquería para obligarla a colaborar con los servicios secretos israelíes. Desvelado el entramado, La traición de Huda se desdobla pronto entre el periplo de la peluquera, capturada por la resistencia palestina, y el de la joven madre que intenta desesperadamente encontrar una salida a su situación.

Abu-Assad alterna ambas tramas con cierta torpeza y escaso sentido del ritmo narrativo, pero donde más flaquea su película, deudora por momentos de cierta teatralización, es en su excesiva inclinación hacia lo explicativo en el duelo dialéctico que ambas mujeres sostienen con su captor y con el marido intolerante, figuras representativas de una masculinidad opresora que repite comportamientos y actitudes a uno y otro lado del muro de la vergüenza de Belén. A la postre, La traición de Huda funciona como una denuncia demasiado obvia y esquemática sobre la condición de la mujer como primera víctima propiciatoria en una guerra de hombres.