Fallece a los 97 años un mito del cine

Doris Day, mucho más que un icono americano

  • Gran actriz y excepcional cantante, encarnó junto a Rock Hudson el ideal ejemplar de América al que tantos aspiraban y triunfó con adaptaciones de musicales de Broadway

Doris Day, la sonrisa de América que conquistó a todo el mundo.

Doris Day, la sonrisa de América que conquistó a todo el mundo.

Era el rostro amable del Hollywood de los años 50 y 60. Pero mucho más que eso. Doris Day, fallecida a los 97 años, era el icono del American Way of Life al que todo el mundo aspiraba. Pero mucho más que eso. Era la novia ideal, la esposa modelo y el ama de casa ejemplar de América, como si fuera uno de los extraordinarios dibujos de Norman Rockwell para el Saturday Evening Post o la publicidad que hubiera cobrado vida. Pero mucho más que eso. Era la América de los Country Club, las casitas con césped de la periferia, el Reader’s Digest y la música de ascensor de Jackie Gleason, Nelson Riddle, Al Caiola, Ferrante & Teicher o Mantovani. Pero mucho más que eso. Ser todo esto, a través del extraordinario ciclo de comedias que interpretó entre 1958 y 1967 con Gable, Widmark, Lemmon, Hudson -su pareja perfecta con la que formó el más reconocible icono de la felicidad americana-, Niven, Grant, Garner o Taylor -no tuvo malos compañeros- es mucho. Pero Doris Day fue más.

Para empezar, una excelente cantante de jazz y de la pop song jazzística entre 1938 -cuando contaba sólo 16 años- y 1949, como vocalista de las orquestas de Barney Rapp, Jimmy James, Bob Crosby y Les Brown, con quien tuvo sus primeros grandes éxitos interpretando y grabando Sentimental Journey -que el año de su lanzamiento, 1945, se convirtió en el himno del regreso a casa tras la guerra-, My Dreams Are Getting Better All the Time o Till The End of Time. A principios de los 50 era una de las vocalistas femeninas mejor pagadas de Estados Unidos. Su interpretación del clásico de Gershwin Embraceable You convenció a la famosa pareja formada por el compositor Jule Styne y el letrista Sammy Cahn para que interpretara su musical cinematográfico Romanza en alta mar junto a los consagrados Jack Carson, Janis Paige y Oscar Levant. El director, Michael Curtiz, era reticente a contar con una cantante que nunca había actuado, pero descubrió en ella, según sus propias palabras, la All-American Girl, la chica americana por excelencia. Dos canciones de la película -It’s Magic y Love Somebody- encabezaron las listas de éxitos. Era 1948. El año siguiente interpretó otros dos musicales -Mi sueño eres tú y El amor puede esperar- con un éxito creciente que le permitió rodar en 1950 los musicales The West Point Story, junto a James Cagney y Virginia Mayo, y la popularísima Té para dos, un clásico de Broadway de 1924; más un intenso drama de tugurios, alcoholismo y jazz dirigido por Michael Curtiz y con Kirk Douglas y Lauren Bacall de compañeros, que le abrió la senda de las interpretaciones dramáticas.

Oirán ustedes hablar estos días de la Doris Day de las comedias con Hudson y la de Qué será, será. Pero les invito a recuperar también a la Doris Day de los 50. La del drama de denuncia del Ku Klux Klan Aviso de tormenta (Heisler, 1951); la del biopic del compositor Gus Kahn Te veré en mis sueños (Curtiz, 1951) que batió récord de taquilla; la de la comedia sentimental Siempre tú y yo (Gordon Douglas, 1954) en la que Frank Sinatra interpretaba la sensacional Young At Heart; la de la potente Quiéreme o déjame (Charles Vidor, 1955), biopic de la cantante de turbulenta vida de Ruth Etting; y sobre todo la de Juego de Pijamas (Stanley Donen, 1957), muy desconocida entre nosotros pese a ser una de las mejores comedias musicales de la historia del cine, adaptación del éxito de Broadway The Pajama Game que había sido dirigido por Jerome Robbins y coreografiado por un emergente Bob Fosse. Donen tuvo el acierto de respetar las revolucionarias y personalísimas coreografías de Fosse -inolvidables los números Hernando’s Hideaway y Steam Heat- además de dar a toda la película un aire innovador que la convirtió en una obra maestra y el mejor musical de Doris Day.

Doris Day en una escena de 'Pijama para dos' Doris Day en una escena de 'Pijama para dos'

Doris Day en una escena de 'Pijama para dos'

Un año antes había rodado El hombre que sabía demasiado con Hitchcock, excelente remake de un título anterior del mismo director, en la que interpretaba la canción Qué será, será a la que odió toda su vida, aunque nunca pudo dejar de cantarla, porque intuyó que su inmensa popularidad borraría su larga carrera como cantante. Tras ella y Juego de pijamas, con la excepción del buen thriller Un grito en la niebla (1960) con Rex Harrison, se inició su gran ciclo de comedias románticas que le darían definitiva fama mundial, aunque también la estereotiparían injustamente ante los ojos de los críticos y espectadores menos atentos y más pedantes. Se inició con tres títulos notables -Mi marido se divierte, Enséñame a querer y La indómita y el millonario- rodadas entre 1958 y 1959, con Clark Gable, Richard Widmark y Jack Lemmon como parejas.

Pero fue cuando en 1959 se encontró con Rock Hudson en Confidencias de medianoche cuando estalló el definitivo boom Doris Day. Ese mismo año en la ceremonia de los Globos de Oro ambos fueron proclamados los actores más queridos por el público. La película lo tenía todo: la imagen moderna con pantallas partidas que le dio el director Michael Gordon, los soberbios personajes secundarios interpretados por Tony Randall y Thelma Ritter, la música jazzística y la canción Pillow Talk de Frank De Vol, los decorados, mobiliarios y vestidos sofisticadamente modernos de Richard Riedel, Russell Gaussman y Bill Thomas.

Hitchcock popularizó su voz con el tema 'Qué será, sera' que cantó en 'El hombre que sabía demasiado'

Su éxito creó el modelo y tras ella Day y Hudson repitieron en Pijama para dos (1961) y No me mandes flores (1964), a la vez que ella hacía pareja con David Niven (No os comáis las margaritas, 1960), Cary Grant (Suave como el visón, 1962), James Garner (Su pequeña aventuras y Apártate cariño, 1963) y Rod Taylor (Por favor no molesten y Una sirena sospechosa, 1965 y 1966), dirigidas por grandes nombres como Delbert Mann, Norman Jewison o Frank Tashlin.

Tras ellas, cambiados gustos y estilos, fue abandonando el cine por la televisión hasta que a finales de los 60 se retiró para dedicar el resto de su larga vida a causas filantrópicas y de defensa de los animales. El cine, ustedes y yo tenemos una deuda de muchas horas felices contraída con esta cantante y actriz que fue mucho más de lo que estos días ustedes leerán y oirán.

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